El señorío de Vizcaya perteneció al linaje castellano de la casa de Haro durante muchas generaciones. El señor más famoso de todos probablemente sea Diego López de Haro apodado el Bueno, que fue señor de Vizcaya entre 1170 y 1214. Nacido hacia el año 1150 en el seno de una de las familias más poderosas de Castilla, participó desde joven en numerosas batallas a favor de su rey Alfonso VIII de Castilla, entre ellas la guerra que en 1199-1200 devolvió Álava y Guipúzcoa al reino castellano tras una breve pertenencia a Sancho el Fuerte de Navarra.
También tomó parte en la batalla de Alarcos (julio de 1195) en la que el ejército almohade infligió una grave derrota a los castellanos, entre otras cosas por la precipitación del rey Alfonso VIII que se lanzó a la lucha sin esperar los refuerzos del rey Alfonso IX de León. El hecho de que don Diego conservase el cargo de alférez mayor de Castilla -que había sido antes del propio Cid Campeador- desmiente a las fuentes que afirman que huyó de forma deshonrosa para salvar la vida. Dos años después dirigió la defensa de Madrid ante los Almohades de nuevo, que la cercaron brevemente para retornar a sus posiciones seguras en Andalucía.
En 1179 se habían adjudicado las tierras riojanas a Castilla y las guipuzcoanas y alavesas a Navarra por el tratado suscrito entre Alfonso VIII y Sancho el Sabio. Sin embargo, en el año 1200 estalla la guerra entre dicho rey castellano y Sancho el Fuerte, y el ejército comandado por Diego López de Haro con la colaboración del rey aragonés, conquista ambas provincias para su reino, del que ya nunca volverían a separarse. Al contrario de lo que cualquier vasquista paniaguado pueda llegar a imaginarse por su cuenta, los guipuzcoanos, descontentos de su pertenencia al reino navarro colaboraron entusiasmadamente con la incorporación a Castilla, que suponía para ellos un retorno a tiempos mejores. El mondragonés Esteban de Garibay explicó que los guipuzcoanos deseaban volver a ser súbditos castellanos "por desafueros que según tradición antigua que se conserva entre las gentes hasta hoy dia, habían recibido los años pasados de los reyes de Navarra".
El hecho de armas más célebre de don Diego fue su participación en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa, principio del fin de la presencia islámica en la Península. Fue uno de los que en carga de caballería quebró el palenque guardado por esclavos encadenados que protegía el puesto de mando del califa al-Nasir -más conocido como Miramamolín-. Este caudillo islámico había anunciado que su propósito era exterminar a todos los cristianos de España para posteriormente plantar el estandarte del profeta en la plaza de San Pedro de Roma.
Tras la batalla de las Navas participó en la toma de Alcántara y el frustrado sitio de Baeza, que sería tomada finalmente unos años después. Murió el 16 de septiembre de 1214 y fue enterrado en Santa María la Real de Nájera. Vizcaíno, castellano y español, como se ve sin complejos.
También tomó parte en la batalla de Alarcos (julio de 1195) en la que el ejército almohade infligió una grave derrota a los castellanos, entre otras cosas por la precipitación del rey Alfonso VIII que se lanzó a la lucha sin esperar los refuerzos del rey Alfonso IX de León. El hecho de que don Diego conservase el cargo de alférez mayor de Castilla -que había sido antes del propio Cid Campeador- desmiente a las fuentes que afirman que huyó de forma deshonrosa para salvar la vida. Dos años después dirigió la defensa de Madrid ante los Almohades de nuevo, que la cercaron brevemente para retornar a sus posiciones seguras en Andalucía.
En 1179 se habían adjudicado las tierras riojanas a Castilla y las guipuzcoanas y alavesas a Navarra por el tratado suscrito entre Alfonso VIII y Sancho el Sabio. Sin embargo, en el año 1200 estalla la guerra entre dicho rey castellano y Sancho el Fuerte, y el ejército comandado por Diego López de Haro con la colaboración del rey aragonés, conquista ambas provincias para su reino, del que ya nunca volverían a separarse. Al contrario de lo que cualquier vasquista paniaguado pueda llegar a imaginarse por su cuenta, los guipuzcoanos, descontentos de su pertenencia al reino navarro colaboraron entusiasmadamente con la incorporación a Castilla, que suponía para ellos un retorno a tiempos mejores. El mondragonés Esteban de Garibay explicó que los guipuzcoanos deseaban volver a ser súbditos castellanos "por desafueros que según tradición antigua que se conserva entre las gentes hasta hoy dia, habían recibido los años pasados de los reyes de Navarra".
El hecho de armas más célebre de don Diego fue su participación en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa, principio del fin de la presencia islámica en la Península. Fue uno de los que en carga de caballería quebró el palenque guardado por esclavos encadenados que protegía el puesto de mando del califa al-Nasir -más conocido como Miramamolín-. Este caudillo islámico había anunciado que su propósito era exterminar a todos los cristianos de España para posteriormente plantar el estandarte del profeta en la plaza de San Pedro de Roma.
Tras la batalla de las Navas participó en la toma de Alcántara y el frustrado sitio de Baeza, que sería tomada finalmente unos años después. Murió el 16 de septiembre de 1214 y fue enterrado en Santa María la Real de Nájera. Vizcaíno, castellano y español, como se ve sin complejos.
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