El almirante guipuzcoano Blas de Lezo fue un héroe de los pies a la
cabeza. O también del pie a la cabeza, dado que durante las muchas batallas que
perlaron su vida fue perdiendo partes de su persona hasta ser conocido por sus
enemigos como “patapalo” por faltarle un brazo, una pierna y un ojo. Él era lo
que hoy en día llamaríamos un “minusválido”, pero no por ello valía menos que
cualquier otra persona, dado que su condición no le impediría realizar proezas
a la altura de los mejores marinos de la historia. Lo que Blas de Lezo nos
demuestra con su vida es que querer es poder.
Nacido en Pasajes de San Juan en año 1689, no tardaría en
interesarse por el mundo de la Armada
al tener ilustres marinos como antepasados y vivir en un pueblo dedicado a la
mar. Se educó en Francia hasta 1701 (entonces Francia era aliada de España en la Guerra de Sucesión) para
enrolarse a sus 12 años como guardiamarina en la escuadra francesa.
En 1704 y a la edad de 15 años
participó en la batalla naval de Vélez-Málaga (el mayor combate naval de la Guerra de Sucesión
Española) hasta que una bala de cañón le destroza la pierna, teniéndosela que
amputar por debajo de la rodilla sin anestesia. Por el valor mostrado, Luis XIV
le ascendió a Alférez de Bajel de Alto Bordo.
Durante los años siguientes patrullará
el Mediterráneo apresando barcos ingleses que llevará a su localidad natal de
Pasajes. En 1706 es puesto al mando de una flotilla para abastecer a los
sitiados de Barcelona rompiendo
el cerco de los ingleses de forma
ingeniosa al usar munición incendiaria y
pastos ardiendo como cobertura de humo.
Será en tierra firme durante el sitio de Tolón cuando una esquirla lo deje
ciego de un ojo. En 1712 y ya como Capitán de Navío, participará en el asedio
de Barcelona (en el que se bombardeó la ciudad) y es aquí, a la edad de 25
años, cuando recibió un mosquete en el brazo derecho que lo dejaría manco.
Tras
esto fue destinado a los mares del Caribe para limpiarlos de piratas. En 1730
regresa a España como jefe de la escuadra naval del Mediterráneo y es mandado a
Génova donde exigiría el cobro de dos millones de pesos que la república
adeudaba a España, bajo la amenaza de romper fuego contra la ciudad. También
rindió la ciudad de Orán y mantuvo a raya a la piratería argelina y turca.
Sin embargo su acción más célebre se
daría de nuevo en las Américas. Ya como teniente general de la Armada , defendió la ciudad
de Cartagena de Indias de los ingleses, que se presentaron frente a la misma
con la flota de guerra más grande que hasta
por aquel entonces había surcado los mares (186 barcos con más de 25000
combatientes), sin embargo don Blas, con tan sólo 3600 defensores, seis buques
y mucha imaginación; consiguió una colosal derrota de los ingleses, asegurando
el dominio español de los mares por medio siglo más.
Blas de Lezo acabaría muriendo por la peste en Cartagena de
Indias, siendo estas sus últimas palabras:
“…Dile a mis hijos que morí como un buen vasco, amando y defendiendo la
integridad de España y del imperio, gracias por lo que me has dado mujer (…)
¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego!”
Artículo sacado de 'LA RESISTENCIA' nº1 (marzo 2015): http://navarraxesp.blogspot.com.es/2015/03/la-resistencia.html
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