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viernes, 31 de julio de 2015

El soldado vasco que se hizo más santo… y más español


El 31 de julio, y 2015 no ha sido una excepción, Navarra se nos llena aún más de turistas vascos, especialmente guipuzcoanos. Porque en las provincias vecinas el último día de julio es fiesta, y esto en memoria de un santo… de armas tomar. Que los abertzales no siempre recuerdan bien.

Tras la guerra de 1512, Navarra se convirtió en uno más de los reinos de España, y tras las Cortes de Burgos de 1513 se vinculó estrechamente a la corona de Castilla. Sin embargo, los franceses que habían sido hasta entonces reyes de Navarra aprovecharon la muerte de Fernando el Católico y la ayuda militar del rey de Francia para intentar conquistar Navarra, por la fuerza por supuesto.

Si uno lee la propaganda nacionalista sobre esta época no entenderá a los soldados de aquellos años. Ya que la mayor parte de guerreros navarros –en 1512 y en 1521 de nuevo- lucharon por España contra Francia; y por supuesto todos los vascos sin excepción lucharon por su rey, es decir en de Castilla y Navarra, es decir el de España. Ya se ve que Sabino Arana no había inventado aún su mejunje ideológico, tan difícil de argumentar además.

Un capitán de la infantería española, de los que defendieron las murallas de Pamplona contra la invasión francesa de 1521, resultó ser un jovencillo nacido en Azpeitia e hijo de una vieja familia de hidalgos. El guipuzcoano en cuestión, de nombre Íñigo López, luchó por España hasta ser gravemente herido el 20 de mayo de 1521. Tan gravemente que quedó cojo para siempre y en memoria del hecho se construyó después una iglesia en Pamplona.


Fue su herida la que llevó al soldado vasco a volverse hacia Dios, hasta tal punto que cambió su nombre –Íñigo López pasó a ser llamado Ignacio de Loyola, por el lugar de su palacio- y más aún cambió su vida, puesto que dejó la carrera de las armas y fundó una orden de organización y disciplina militar pero de contenido religioso… la Compañía de Jesús.

Lo que San Ignacio de Loyola merece que se recuerde ahora y siempre es que, aunque su vida cambió profundamente de rumbo, él, íntegramente vasco, luchó por España y nunca dejó de ser y de sentirse español. Se han dicho, escrito y pensado muchas necedades sobre la guerra de 1512 y sobre las sucesivas campañas de los Albret, franceses provincianos frustrados en la corona; pero aún más sobre éste vasco y español ejemplar, del que los nacionalistas cuentan una biografía totalmente manipulada para obviar lo que tanto les duele: que el patrono de los vascos fue y se sintió español, y soldado de España, hasta el mismo 31 de julio de 1556, cuando él murió en Roma.

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