Ahora ya sabemos todos que los abertzales gobiernan Navarra. Abertzales, amantes de la que ellos llaman su patria (antes la llamaban Euskadi o Euzkadi, ahora es Euskal Herria); “patriotas” diríamos en una mala traducción, y nacionalistas vascos en una quizás mejor (aunque objetivamente no hay tales patria ni nación). Pero en fin, son lo que son: son una minoría entre los navarros, que manda porque sus supuestos enemigos han sido muy torpes, muy egoístas o muy cobardes, según se vea.
Los abertzales aman una nación imaginada, o mejor dicho su proyecto de nación, que consiste en una comunidad de personas que “debe” compartir un territorio, una visión manipulada de la historia, un idioma rehecho, recosido y expandido a trancas y barrancas, unas instituciones, un futuro estado independiente, y para algunos hasta una raza, en unos casos, una religión, en otros, el terrorismo y el derecho a matar, en muchos, y el socialismo, en su izquierda. Abertzales.
Los que no somos abertzales rechazamos y con muy buenas razones cada una de las supuestas bases del nacionalismo vasco. Pero hoy no queremos entrar en eso, sino en el relativo respeto que nos merece la coherencia de muchos de ellos: creen en una serie de cosas, falsas y sin fundamento, y adaptan su vida y sus esfuerzos a lo que creen. Por ejemplo, muchos han aprendido euskera o lo han hecho aprender a sus familias porque de verdad creen que es la lengua de su “patria”, aunque sean de sitios tan poco euskaldunes como Cortes, Elciego, Portugalete o San Sebastián mismo, por no decir Pamplona o el centro de Bilbao. No tienen razón pero sí algo de dignidad.
Indignos son en cambio otros especímenes, que cada día abundan más, y que carecen por completo de coherencia y dignidad. Un abertzale que de verdad cree en esas ideas se esfuerza por usar y extender la que cree su lengua… ¿y esos que se limitan a usar cuatro palabras, mal usadas y mal pronunciadas, agur, kaixo, egunon y poco más, sólo para caer bien a los ahora poderosos abertzales, para adaptarse a los tiempos? Simples “agurtzales”.
¿Qué es un “agurtzale” en la Navarra de hoy? Un hombre o mujer que por moda, presión social, sumisión a los que ve como poderosos, complejo de inferioridad o incoherencia con sus ideas si es que tiene alguna se limita a una serie de signos externos de acatamiento del nacionalismo: los saludos, un lauburu aquí, una pegatina allá, unos gritos de borrachera, un equipo de fútbol, el modo de vestir, el acento al hablar, una camiseta depende cuándo… No es un abertzale, sino un cobarde que para evitarse problemas se rinde ante el nacionalismo, rehúye hablar de política, ni siquiera critica a los asesinos, y simplemente espera a cambio de su rendición que le dejen vivir cómodo y “a gustico”. Un agurtzale.
Puestos a elegir, yo me quedo con un abertzale. En ideas, estoy a un millón de años luz de él, pero al menos lo respeto como enemigo. En la batalla, lucharemos, pero al menos hace lo que dice y dice lo que hace, aunque por ello tenga que enfrentarme a muerte con él. Pero un “agurtzale”… un cobardón sin principios, incoherente, que se rinde en cuatro gestos a los abertzales si son poderosos, que facilita su victoria, y que limita su compromiso a decirme agur, ongi etorri o media docena de bobadas más, a imitar a cómo visten o hablan los abertzales sin atreverse ni a plantarles cara ni a ser de verdad uno de ellos. Ahora que mandan, en Navarra aparecen más gestos de agurtzales, y contra esos aplicaremos la tolerancia cero. RESISTENCIA.
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