El nacionalismo catalán sólo tiene un objetivo: la independencia cueste lo que cueste aunque ello suponga su propia destrucción como sociedad. Es innegable que tras tantos años de germen nacionalista existe una incomprensión de la verdadera historia de Cataluña, impulsada y adulterada vía financiación pública de la Generalitat.
Para ponernos más en situación, la Generalitat ha abrazado el modelo denominado ‘nation building’ dirigido a unificar lingüísticamente la sociedad a base de eliminar más o menos sutilmente las lenguas diferentes de la que los nacionalistas eligieron como ‘lengua propia’. En este caso la víctima fue el castellano, justo la lengua más hablada en Cataluña; la meta del bilingüismo por el que clamaba la izquierda catalana ha sido sustituida por las tendencias monolingües y la educación obligatoria en catalán causando así un apartheid lingüístico en aquellos antiguos condados de la Corona de Aragón.
El separatismo no busca defender una identidad, sino crear una diferencia aunque para eso haya que inventarla, mentir e imponer la segregación. En eso estamos desde que el nacionalismo tuvo el poder regional total, empezando por la educación y la cultura. La hegemonía nacionalista -lograda gracias a la ineptitud de los sucesivos Gobiernos de España presentes y pasados- ha establecido una opinión social en la que hablar de España en vez de “este país” o "el estado español" llega a hacerte sospechoso de ser facha o traidor, siendo el patriotismo el mayor de los pecados o generando una caza ideológica y una fractura social que altera sistemáticamente la convivencia en la comunidad catalana y la convierte, siendo generosos, en conllevanza que decía Ortega y Gasset...
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