La presidente de Navarra, Uxue Barkos, ha apostado en público en los últimos días por crear un “órgano de cooperación permanente” con la Comunidad Autónoma Vasca. Y aunque luego ha intentado corregirse a sí misma, lo dijo sin lugar a dudas en el sitio más indiscreto de todos: en la Fundación Sabino Arana, controlada por el PNV. Tanto como el PNV controla Geroa Bai, y por tanto el Ejecutivo navarro.
Barkos ha aclarado que la semana pasada no habló de la posibilidad de recuperar un órgano común permanente con Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, sino sólo de “una relación real, permanente, entre las instituciones”, que es lo que a ella le interesa de verdad.
Y es que la presidente Uxue Barkos tiene lo que se dice “memoria histórica”. Cuando tuvimos un gobierno tripartito formado por PSN-PSOE, EA y CDN bajo la presidencia de Javier Otano y vicepresidencia de Juan Cruz Alli, la condición de los abertzales fue que se crease un órgano permanente de gestión política entre las tres provincias vascas y Navarra. Cumplieron lo pactado, y el acuerdo de cooperación entre las dos Comunidades que dio lugar a dicho órgano fue aprobado por el Parlamento de Navarra el 11 de junio de 1996. Todo parecía hecho, un paso al menos hacia su Euskadi soñada. Duró muy poco: en pocos días el presidente el Gobierno de Navarra, Otano, tuvo que dimitir por el descubrimiento del caso de corrupción que llevó su nombre. CDN se quedó a solas con los nacionalistas, el tripartito se rompió, el órgano nunca llegó a funcionar y poco después el poder fue a manos de UPN y Miguel Sanz, que habían ganado las elecciones sin mayoría absoluta.
Por eso Barkos no quiere correr en esto del “órgano”. Dice que “no es lo mismo un órgano que unas relaciones fluidas ni muchísimo menos. Evidentemente, un órgano institucionaliza tantas relaciones y tantas cuestiones. Lo que yo planteo es que, en estos momentos, nos interesa romper lo que ha sido una política de los gobiernos de UPN a lo largo de tantos años de vivir de espaldas a la Comunidad Autónoma Vasca”. Y eso significa la tan aclamada “fluidez”: vaselina. Primero quiere que nos acostumbremos a verlos, y a verla a ella a menudo con Urkullu, y poco a poco meter a su gente en todas partes (véase la OPE de Educación).
Cuando ya parezca hasta normal ver a los abertzales decidiendo por nosotros, su siguiente paso será la eurorregión Aquitania-Euskadi. Con la excusa de Bruselas, meter a Navarra en una institución conjunta con la CAV dominada por el PNV y Bildu. Un segundo paso.
¿Y el tercero? El órgano común permanente, por fin. Una institución sin más sentido que el nacionalista, que pretenden legitimar diciendo que juntos defenderemos los fueros, cuando hay que ser un auténtico ignorante en Derecho si si ve el mismo contenido en los Fueros castellanos de Vizcaya y Álava, en los privilegios gremiales de las villas marítimas y en el muy distinto Fuero General de Navarra. Como la sociedad sabe poco de leyes y de historia y nada de Hacienda, dirán lo que quieran y muchos les creerán, y esperan que ese sea un gran paso no al servicio de Navarra sino al servicio del nacionalismo vasco.
¿Y dónde terminará esto? Parece bastante claro… Pende sobre nuestras cabezas la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, que muy transitoria no debe de ser si se aproxima a cumplir ya los 40 años. Ya fue una solemne bobada y una concesión inútil y suicida cuando la planteó Jaime Ignacio Del Burgo en 1978, y mucho más lo es ahora. ¿Por qué los abertzales no nos aplican ahora mismo ese referéndum? Porque saben que ahora perderían. Se lo reservan para cuando lo vena más claro, es decir después de todos los demás pasos. Así, el órgano común se hará instrumento permanente de euskaldunización y sumisión. O eso esperan, claro, porque los navarros nos vamos a resistir.
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