Vienen apareciendo por Pamplona y comarca, estos últimos días, algunas pintadas al viejo uso; pero, en esta ocasión, con un sentido totalmente distinto al que estamos habituados.
En los tan lejanos como mitificados años de la Transición, calles y pasajes subterráneos fueron objeto de un furor pintarrajeador; afeándose con una ingeniosa variedad de eslóganes políticos de todas las tendencias, especialmente las más extremistas.
El fenómeno decayó rápidamente, salvo en su empleo, más artístico de manera progresiva, por parte de los grupos que persistían en sus radicalismos; especialmente nacionalistas filoterroristas, anarquistas, nuevas tribus urbanas alineadas con el denominado “antifascismo”, etc.
Y esta decadente moda entroncó con la irrupción de los grafiteros; devenidos, en algunos casos, en los más altos exponentes del arte urbano…, patrocinado incluso por no pocos ayuntamientos y algunas empresas que se las daban de “modernas”.
En Navarra estamos aburridos de todas ellas; no en vano, esta práctica pervivió mucho más aquí que en el resto de la hispana geografía patria; aunque excepciones, y muy notorias, las hubo y las habrá. Además, concurre la circunstancia de que en su inmensa totalidad siempre vienen siendo de la misma orientación citada: filoterroristas de todas las siglas del autodenominado MNLV, anarquistas, algunas de la comunista EGK. Y eso era todo: una práctica en declive… hasta hoy mismo.
Pero lo sorprendente del caso es que el signo de estas neo-pintadas es totalmente distinto al predominante en décadas anteriores. Veamos qué dicen: “Stop euskoMatrix”, “Stop naZionalismo”, “Barcos kolaboracionista”, etc. Y rubricadas únicamente por una letra, la N, inscrita en un círculo: ¿Navarra?, ¿navarros?, ¿navarrismo?, ¿navarridad?, ¿Nabucodonosor?
Tal exhibición de creatividad subterránea y semiclandestina, ¿es legal? Pues seguramente sus autores estarán infringiendo alguna que otra ordenanza municipal. ¿Legítimo?, faltaría más Pero lo que nadie puede discutir es que son una guarrería.
Además de destacar la rapidez con que los servicios municipales de Pamplona están procediendo a su eliminación, (Sr. Asirón, ¡no prive a la ciudadanía de este arte popular y vanguardista!), estas pintadas son un síntoma: el de un sentimiento de orfandad.
Sus autores -tratando de realizar un ejercicio de empatía- se deben sentir abandonados por los partidos y demás organizaciones que mantienen, a duras penas, la bandera de la navarridad en esta coyuntura histórica realmente nueva y, sobre todo, peligrosa. O dejémoslo en “inquietante”.
En las calles y pueblos de Navarra apenas se ven banderas españolas. Las navarras, por su parte, figuran en su inmensa mayoría en edificios oficiales y, dentro de poco, nos invadirán las ikurriñas de la Comunidad vecina. Muchas más, todavía. Para que nadie tenga dudas de lo que nos espera.
La presencia española o navarrista apenas es visible en calles y pueblos. Es decir, la navarridad carece de visibilidad; ese concepto tan de modo como el directamente relacionado de empoderamiento. Por el contrario, el separatismo panvasquista luce músculo en librerías, centros culturales, peñas, entidades públicas, los muros de toda Navarra…
Estos gamberros, acaso sea la mejor manera de definir a estos aventureros un poquito trasnochados, han recurrido a las pintadas -tal vez- por falta de medios; pues con otros recursos, sin necesidad de exponerse a una detención, multa consiguiente y escarnio mediático, se puede llegar a mucha más gente. Por ejemplo: una fotografía de las que ilustran este comentario, subida a una red social, puede ser visualizada y compartida por muchas más personas que las que pasen por delante de unas pintadas que, seguramente no mirarán, en muchos casos desaprobarán –por guarras-, y en otros tal vez no comprendan en su significado real.
O, también, pueden haberlo hecho por el deseo de experimentar una descarga de adrenalina matutina…, lo que tampoco es para despreciar pues ello significa, al menos, que están vivos y con ganas.
Más, con toda seguridad, estos gamberros se han lanzado a la madrugada, al frío, la soledad y la incertidumbre, para protestar a su manera, intentar visibilizar una Navarra en retirada y estado de derribo (simbólico, pero también material; tiempo al tiempo), ¡resistir!; sí, esa palabra que tanto miedo y reservas genera.
Vienen produciéndose otros algunos signos de reacción ante el actual estado de cosas. Es el caso, sin ser exhaustivos, de los colectivos que han respondido a la exposición blasfema y provocadora de Abel Azcona; perpetrada con bendición de Asirón y utilizada a modo de termómetro del estado moral del “enemigo” navarrista y su capacidad de movilización. Y Sociedad Civil Navarra. Y algunos blogs. Y un creciente número de activistas en redes sociales. Y padres de familia, muy solos, protestando por la imposición totalitaria de que han sido objeto ellos y sus hijos en la enseñanza controlada por un Gobierno de Navarra al servicio del adoctrinamiento filoterrorista y separatista.
Pero, ¿es suficiente? Porque, lo que respecta a los partidos navarristas (UPN, PPN y Ciudadanos), ni se les ve ni se les espera. De hecho, el único partido-movimiento que se ha hecho un poquito presente en las calles navarras, con sus características pegatinas y en esas movilizaciones callejeras antes mencionadas, es la pequeña CTC; quien al contrario de esos partidos al uso, al parecer entiende que la batalla por la hegemonía cultural, simbólica y política de Navarra debe darse no sólo en las páginas del diario de Cordovilla o en algunos cenáculos de Madrid, sino también en la calle. Y quien dice calle, afirma cultura, edición, símbolos públicos, etc.
Gamberros, efectivamente, pero, bienvenidos sean.
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