Con motivo de los recientes atentados perpetrados por yihadistas en Bélgica, una de las cuestiones que ha destacado la prensa (al menos la española) es la situación territorial y administrativa en la que se encuentra inmerso el país, fiel reflejo de la situación política. Distintas policías según territorios, leyes absurdas pensadas para situaciones de hace doscientos años, descoordinación entre administraciones y un largo etcétera que no solo ha favorecido la acción criminal, sino que nos lleva a plantearse como han llegado los belgas a esta situación, y por supuesto a plantearse incluso la viabilidad del proyecto de Estado a futuro.
Está claro que las comparaciones son odiosas, y que las situaciones nunca son simétricas, si bien, pueden guardar una cierta analogía. La historia de España no se puede comprar a la de Bélgica, ni el Reino Unido, ni siquiera a Estados tan recientes como Alemania, Italia, y ni que decir del Este de Europa. Sin embargo, una serie de ideologías y la política seguida como consecuencia de éstas sí que nos acerca más al caso belga que a ningún otro en toda Europa, ni siquiera al Reino Unido con Escocia o Irlanda del Norte.
Comencemos con los belgas, que si bien carecen de nuestra historia, el surgimiento del futuro Reino de Bélgica está ligado curiosamente con España. Los Países Bajos, herencia territorial recibida por el Emperador español Carlos I, se incorporan a la monarquía hispánica, si bien el separatismo holandés unido con el surgimiento de la reforma protestante provocan que dicho territorio quede dividido en dos por motivos religiosos; los protestantes acabarán formando parte del Reino de Holanda o Países Bajos, mientras que los católicos formarán el Reino de Bélgica. Hoy en día la religión es un sub factor cultural, algo incluso despreciado, pero hace no mucho tiempo era el elemento fundamental, capaz, como en el caso belga, de unir comunidades con distintas lenguas (flamenco/holandés, francés) en torno a un proyecto común. Además de la religión, la nación belga era y sigue siendo homogénea cultural y étnicamente, siendo el idioma el único rasgo distintivo entre "supuestas" comunidades.
La decadencia del catolicismo en Bélgica, las dos guerras mundiales (y sendas ocupaciones alemanas del territorio, con colaboracionistas incluido), el marxismo cultural y el relativismo, entre otros factores, va a producir que ambas comunidades lingüísticas vayan aparcando los elementos que las unían y cimentar las bases del separatismo. Y precisamente después del triunfo cultural de "mayo del 68 francés", el separatismo disfrazado de autonomismo/regionalismo va a impulsar una serie de reformas con objeto de sustituir un Estado unitario por un sistema fuertemente federal. Pero las semillas del separatismo serán regadas antes de la revolución cultural europea comenzada en la Francia de finales de la década de los 60.
Lo curioso del caso es que, al igual que nos ha ocurrido en España, a más regionalización, a supuesto mayor auge del separatismo, y políticas lingüísticas que lejos de unir ha separado más ambas comunidades (flamenca y francófona) hasta el punto de dejar un Estado débil y políticamente al borde de su extinción. De hecho, una desprestigiada monarquía, ciertos servicios todavía estatales como la seguridad social y la presencia de la UE/OTAN en Bruselas son los únicos elementos que mantienen con vida artificialmente la unidad belga.
División
lingüística de Bélgica en cuatro zonas: flamenca, francesa, alemana y bilingüe
La pregunta que cabe hacerse; ¿que ha llevado a un Estado surgido de una revuelta popular en 1830, unido por su fe católica (religión y cultura común) a estar al borde de la extinción?; pues básicamente, por la política lingüística. Durante el siglo XIX el francés era el idioma dominante en el recién estrenado Reino, pero durante el siglo XX la situación se revertirá. El cambió de la estructura económica del país, unido a las dos ocupaciones militares alemanas, fortalecerán el sentimiento lingüístico y político flamenco. De hecho, los incipientes nacionalistas flamencos apoyarán a los nazis a través del partido colaboracionista Unión Nacional Flamenca (fundado precisamente en 1933, fecha de toma del poder de Hitler), e incluso se llegaron a reclutar dos divisiones de las SS con voluntarios belgas, muchos de ellos nacionalistas flamencos, dando vuelo a los nacionalismos de base lingüística.
Izquierda;
bandera de la Unión Nacional Flamenca, a la derecha, cartel pronazi en
flamenco.
Con el final de la II GM, el triunfo sobre Alemania no trajo la paz, estabilidad y prosperidad que cabe pensar, la semilla no solo había sido plantada, sino incluso regada. La estructura lingüística que seguirá la Bélgica de la postguerra será crear dos grupos monolingües de provincias, con los distritos centrales de Bruselas únicos bilingües (aunque la mayoría de sus habitantes son francófonos --y además es la capital de la región flamenca/neerlandófona), y una pequeña parte del país germanófona. Y por supuesto, casi toda la clase política de derecha a izquierda entregada a fomentar los proyectos identitarios regionales frente a al proyecto común de Estado-nación belga.
Lejos de lo que pueda parecer desde fuera, 'flamencos' y 'valones' no son grupos étnicos en ningún sentido razonable, únicamente indican la región en la que uno reside, puesto que se asume que cada belga habla en la lengua asignada a su región. En realidad, tenemos ciudadanos belgas que pueden pasar de un lado al otro de la supuesta frontera lingüística entre regiones, cambiando de un idioma a otro según convenga. Pero pese a todo, arrecian las campañas políticas con las que los políticos locales avivan el agravio de que la lengua "propia"' no es lo suficientemente respetada o apreciada en la propia tierra.
La política seguida por las autoridades belgas ha sido, en vez de fomentar el bilingüismo en la escuela y administración con objeto de fomentar la unidad, crear auténticos apartheids lingüísticos con objeto de exacerbar sentimientos separatistas mientras se transferían sistemáticamente competencias estatales hacia los niveles regional y local. Este fenómeno se ha agravado con la preferencia belga a la Comunidad Económica Europea, luego Unión Europea, institución que ha fomentado la transferencia de poder y capacidad de decisión del nivel estatal a los niveles regionales y locales (y por supuesto, a la propia UE), cortocircuitando completamente a los Estados-nación, con la excepción de países con la suficiente fortaleza institucional (como el Reino Unido) o simplemente lo bastante homogéneos (como Dinamarca) como para resistir la dinámica.
En la actualidad, aparte de Galicia, País Vasco, Navarra y Cataluña, existen independentistas con más o menos fortaleza y base social en Aragón, Valencia y Baleares (pan-catalanistas), Asturias, León, Castilla (aunque parezca increíble, con lemas como Madrid no es España), Andalucía, Extremadura y Murcia (en estas dos regiones por fortuna con muy poco peso de momento), aparte de un fuerte regionalismo en Cantabria en torno al neo-populista de Miguel Ángel Revilla.
Después de este breve repaso a la triste realidad belga, ¿a alguien todavía no le suena otro Estado-nación que se encuentra en una situación similar?. Hace unos años, Bélgica estuvo un año sin gobierno por culpa de partidos independentistas radicales que bloqueaban con sus escaños cualquier opción a alcanzar un gobierno de coalición, hoy ocurre lo mismo en España, donde Bildu/PNV/CDC/ERC, con el apoyo de Podemos y IU bloquean la formación de un gobierno estable. Descentralización político-administrativa, tensiones separatistas, apartheid lingüísticos (incluso abiertamente hostiles al bilingüismo como el reciente manifiesto Koine), y por supuesto, la acción pro-regionalista y a su vez globalista de la UE, hacen que España cada día más se parezca a Bélgica.
La situación de España no es simétrica a la belga, el Estado central todavía tiene una mayor fuerza, y una parte importante de la población española tiene una conciencia de pertenencia a la Madre Patria. Pero no podemos dejar pasar por alto que la Unión Europea por un lado, y todo un frente popular entre separatistas y extrema izquierda radical, unido a un PSOE veleta y oportunista, un PP desnortado, y estos dos últimos junto a C´S entregados a proyectos mundialistas, pueden terminar de llevar a España a una situación simétrica a la belga. Entonces ya no se podrá hablar de balcanización, sino más bien de "belgización" de España, y entonces, a los no separatistas se nos puede poner la situación muy complicada.
Viriato
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