Cualquier
analista que tenga como punto de mira un ciclo temporal de tres décadas
observará con cierto pasmo y desconcierto esta transmutación hacia el absurdo
de la realidad política navarra, preguntándose qué se ha hecho mal para que
gobierne esa Comunidad foral el separatismo en todo su espectro, viejo reino,
llamada Navarra.
Nadie
en su sano juicio pensaría que en tan solo un lustro Navarra iba a caer en las
garras de la hidra abertzale que tantas
compunciones ha provocado entre los vascos de bien. ¡Nuestra querida Pamplona
en manos de Bildu! Navarra sometida al dictado antidemocrático de los
nacionalistas en sus diferentes vertientes, incluida la de Podemos que se ha
quitado la careta y no es precisamente una opción transversal como predicaba.
Y
volvemos a la pregunta: ¿y esto por qué?
Evidentemente
no se puede ocultar, a menos de análisis frívolos o hipócritas, la tendencia
del voto joven. Evidentemente una parte notable de la sociedad navarra ha
votado a ese conglomerado de fuerzas secesionistas. Obviamente no están copando
las instituciones por mera casualidad o por azar. Alguien les ha puesto allí
con los votos.
Es
verdad que UPN fue la fuerza más votada. También lo es que fue el PP en Vitoria
la fuerza más votada en las elecciones municipales. Pero la unión, rememoradora
de fenómenos frentepopulistas, de ese conglomerado de fuerzas que tiene como
punto de destino la gran Albania,
perdón, Euskalherría, ha desplazado en ambos casos a las opciones más votadas,
y aquí caben diferentes interpretaciones de lo que es la democracia, cada cual
más paradójica. Pero eso, por muchas vueltas que se de a esta noria
melancólica, no resuelve el problema de fondo, que es el de por qué
precisamente en Navarra con una cultura foral y española arraigada firmemente
durante siglos, desde que Sancho III el Mayor se intitulara “rex hispaniarum” o
“Imperator totius Hispaniae”, no se había producido el hecho de una
mutación sociológica tan escabrosa.
Pues siguiendo el hilo conductor que
coincide con el título de este artículo voy a diseccionar ciertas causas, no
todas, que ya se produjeron en Alava, y de las que los grandes partidos
nacionales, incluido UPN, no han aprendido nada.
Alava, hasta finales de los años 70,
apenas tuvo presencia nacionalista. Sociológicamente el voto oscilaba entre el
centro derecha y el centro izquierda, según tendencias generales. De hecho, normalmente,
como laboratorio electoral, Alava duplicaba casi miméticamente los resultados
de toda España en las Elecciones Generales. Y hasta la irrupción de la
componente industrial a partir de los años 60, la cultura conservadora era la
hegemónica.
Desde la irrupción de las ikastolas,
paradójicamente, fomentadas desde la Diputación en una miopía rayana con la estupidez,
se inició un proceso imparable de imposición del euskera en el sistema
educativo, con muchos factores y variables como telón de fondo, por ejemplo, el
asalto de la izquierda nacionalista a las asociaciones de padres, perfectamente
programado, el control del movimiento sindical como cuña para copar los
claustros de profesores en una politización de los centros educativos públicos
que no tenía precedente y que creó no pocas convulsiones y una diáspora del
profesorado de envergadura
impresionante, etc. Como no se puso la más mínima resistencia a todo
ello ni las fuerzas no nacionalistas hicieron la más mínima obstrucción a ese
caballo de Troya, en poco tiempo se hicieron con el control del sistema
educativo. Lo digo yo, que fui protagonista y víctima de todo ese proceso sobre
todo cuando me tocó regir la
Delegación de Educación de Alava. El acoso y derribo fue tan
brutal, sin el más mínimo apoyo de nadie, que duré tres años. Tuve que dimitir
si no quería morir en el intento. Y es que cuando no se hace política siempre
otros la hacen por ti.
Digo que el euskera fue el ariete
para asaltar el castillo constitucionalista en Alava pues con una selección del
profesorado ad hoc para los fines nacionalistas, el desplazamiento del
profesorado no euskaldunizado bien por vía de un acoso jamás visto, bien por el
mal ambiente provocado en los centros educativos o bien porque el profesorado
no nacionalista no tenía el más mínimo interés en una lengua que no era de
contexto y prefería las lenguas de implantación mundial, etc, se produjo la
gran mutación, la del cuerpo docente, primero en la EGB , entonces sistema
existente, después, una década más tarde, en los centros de secundaria y la Universidad.
Liquidado el profesorado nacionalista ya estaban creadas las
condiciones para la ingeniería social nacionalista, que tiene una palabra
clave: adoctrinamiento. Y yo me pregunto… ¿nadie lo veía? Sí, pero los intereses
mezquinos y cortoplacistas de los partidos que iban pasando por la Moncloa , sobre todo el
Partido Socialista, inclinaban a mirar
para otro lado porque querían tener como socios de reparto del pastel
institucional a un PNV perfectamente atrincherado, con las espaldas cubiertas
por ETA, y con una visión muy oportunista de la jugada. Igual que en Cataluña.
Aún recuerdo una visita a Moncloa
–me reservo citar nombres de personas– que hice siendo Asesor en la Delegación del Gobierno
en aquellos primeros años de los ochenta, con la ingenua pretensión de
convencerles de que la conquista de la escuela por los nacionalistas, la
utilización de herramientas de adoctrinamiento en ikastolas, y el uso
partidario del euskera iban a significar una evolución irreversible de la
sociología electoral hacia los fines de la construcción nacionalista. Se me
dijo que el PNV era necesario y que me ahorrara la monserga.Y así volví a mi
Vitoria natal con ojos ojipláticos y la sensación de impotencia.
Y así estamos como estamos. No hay
que añadir mucho más para no ser pesado.
Mírense ustedes, queridos navarros,
y rápense la barba viendo la del vecino pelar. A lo mejor así comprendan lo que
les ha sucedido y lo que falta por ocurrir.
Todos los autores más notables en el
mundo de la Política
y Administración educativas coinciden que en la creación de los Estados
nacionales liberales desde principios del siglo XIX tuvo especial importancia
la conformación de sistemas educativos nacionales como columna vertebral o
tronco del que nacen las ramas estructurales de la nación. Que sin un sistema
educativo coherente, unitario y vertebrador, no era posible un Estado Nacional.
Mi tesis doctoral “La conformación del sistema educativo en Alava (1860-1936).
Centralización y foralismo” que obtuvo un cum laude así lo demuestra también.
Pero o bien por falta de interés, por desconocimiento, o por burdo oportunismo
político, en un mercadeo impresentable de la política, parece ser que ningún
partido que se pueda calificar como “nacional” lo ha entendido. Y así estamos y
lo que falta por llegar.
Ernesto Ladrón de Guevara
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