El himno de España es noticia casi cada día. Lo fue por una vergonzosa pitada impune en un estadio. Y lo ha sido en este 2016 porque para la presidenta navarra el himno nacional en los actos del Premio Príncipe de Viana sería un "chirrido histórico". Una mujer notable, Uxue Barkos: en su afán por borrar de Navarra todos los símbolos nacionales de España excluye del premio Príncipe de Viana al anterior Príncipe de Viana, o sea Felipe VI; organiza un homenaje a los Reyes de Navarra y no invita al que hoy es Rey; no lo hace en el Monasterio de Leyre porque quiere que sea laico; y todo esto sin la bandera de España (pero sí con otras más modernas). Y sin el himno, que tanto le “chirría”.
Los países tienen himno, como tienen bandera, desde hace relativamente poco: sólo desde que surgen los Estados modernos los símbolos dejan de ser del soberano y pasan a ser de la nación. Por eso la bandera nacional española se diseñó para la Armada en 1785, y se convirtió en símbolo de toda la comunidad nacional en la Guerra de Independencia. La historia del himno es, eso sí, algo más compleja.
Hoy parece claro que la que en el siglo XIX se conoció como Marcha Real es la que en el siglo XVIII, quizá con raíces anteriores, se compuso y fijó como Marcha Granadera. Una marcha militar, para banda de guerra (tambores y pífanos, luego instrumentos de viento metal), usada para rendir honores a los altos mandos, al rey y a la Bandera. Su partitura se fija en 1761 por Manuel de Espinosa en el ‘Libro de la Ordenanza de los Toques de Pífanos y Tambores que se tocan nuevamente en la Ynfantería Española’, aunque seguramente sea bastante anterior y nunca conozcamos a su autor. Es falsa en cambio la leyenda de que se tratase de un regalo del rey Federico II de Prusia. En 1770 Carlos III la declara Marcha de Honor y se convierte en la música asociada a la bandera, a las solemnidades y al patriotismo por costumbre popular. Desde comienzos del XIX, este himno se interpreta siempre que pasa algo importante.
Oficialmente, desde 1815 se la llamó “Marcha Española” y se interpreta “como único toque de honor en cualquier circunstancia e independientemente de la unidad que rindiera honores”. En la revolución de 1868 el general Prim quiso sustituirla por otro himno más popular, pero el concurso fue declarado desierto (aunque se presentaron cientos de melodías y en el tribunal estaban Hilarión Eslava y Emilio Arrieta), y la Marcha Granadera fue himno con Amadeo I y con la I República.
Desde 1908, con los arreglos musicales de Bartolomé Pérez Casas, puede sonar en cualquier banda y orquesta, también civiles. Y fue siempre himno nacional de España, puesto que ya todos los países tenían uno, excepto cuando durante la II República fue sustituido por la marcha de Riego, un himno patriótico y liberal del siglo XIX. Desde que se recuperó la Marcha Granadera en 1937 ha sido sin interrupción himno nacional de nuestro país. Lo que significa himno y símbolo de todos, por mucho que le chirríe a Barkos.
Quizá a la presidenta le llame la atención una singularidad de este himno frente a otros. La mayoría de éstos, aparecidos o en los tiempos románticos del XIX o en la creación de nuevos Estados en el XX, tiene una letra que permite cantarlos, normalmente unos versos que cantan la grandeza del país, el amor por el mismo y los valores que representa. Pero no el de España: nació como marcha militar en el XVIII, no para ser cantado, y como tal ha permanecido. Le intentó poner letra Ventura de la Vega en 1843, lo intentaron los carlistas, lo intentó el poeta Eduardo Marquina en 1927, lo hizo José María Pemán en 1928 (con algunos retoques durante la Guerra Civil), José María Aznar en 2000 encargó una a los escritores Juaristi, De Cuenca, Linares y Fonte, en 2007 encargó otra el Comité Olímpico Español sintiendo su necesidad, y hasta Joaquín Sabina escribió otra que en 2012 presentó Albert Rivera. Pero sigue sin tener letra, al menos oficial, lo que no significa que sea legítimo faltar al respeto al himno. Ese himno es de todos los españoles y a él se debe el respeto debido a los símbolos de la nación, que es superior a cualquiera de sus partes. Aunque a la presidenta no le guste, es nuestro himno.
Caius
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