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martes, 21 de junio de 2016

Las tácticas napartarras del separatismo panvasquista


Las dos fuerzas políticas implantadas en Navarra de cariz netamente separatista y panvasquista, que han copado el poder político real tras la debacle electoral del navarrismo del 24 de mayo de 2015, vienen repartiéndose el trabajo pendiente. Que no es otro que la consumación de su insolidario proyecto que denominan eufemísticamente “construcción nacional vasca”; para el que Navarra es pieza imprescindible. Y lo vienen haciendo sin complejos; desarrollado una amplia agenda por todos conocida y por muchos padecida… Así, Geroa Bai cumple el rol del “poli bueno” ante la opinión pública, intelectuales autóctonos, empresarios y demás “fuerzas vivas”.

EH Bildu, por su parte, se comporta con impaciencia y sin complejos; dirigido con “mano de hierro” por Adolfo Araiz.

Izquierda-Ezkerra juega con calculada ambivalencia sus cartas; no sea que las queme, por cualquier error táctico, perdiendo más seguidores en su difícil travesía. Podemos, aunque fuera del Gobierno lo sustenta a su albur, pero fortaleciendo, en última instancia, a pesar de timoratos remilgos, la “vasquización” emprendida por Uxue Barcos.

Con todo, y al igual que en la vecina Comunidad Autónoma Vasca, ambas formaciones separatistas seguirán pugnarán entre sí por el liderazgo del conjunto panvasquista.

Geroa Bai está jugando en Navarra, pues, análogo papel al del PNV en la comunidad vecina: moderación en las formas, magníficas relaciones con los “poderes fácticos”, modulación táctica, elaboración de un neolenguaje apropiado al momento (un buen ejemplo de ello es el concepto acuñado por Urkullu de “Nación Foral”); un partido “de orden”, en suma. Pero Geroa Bai no es el PNV… de Euskadi. No en vano, el PNV real de Navarra apenas supera la cifra de unos cientos de afiliados. Así, el peso de Geroa Bai recae en los “independientes”, en su mayor parte viejos supervivientes de los naufragios acaecidos en la periferia de ETA: Euskadiko Ezkerra, su caricatura de Euskal Ezkerra, aquel amago tan lejano ya de Auzolan, sujetos descontentos con la deriva de Eusko Alkartasuna… El futuro de Geroa Bai pasa, inevitablemente, en el plano orgánico por un discreto crecimiento cualitativo y cuantitativo del PNV navarro, y su sincronización estratégica con el PNV de la comunidad vecina; de modo que el peso real de esos “independientes” será laminado. Y, por lo que se refiere a imagen pública, labor institucional, propaganda política y mediática, el futuro pasa por su “navarrización”.

De momento Uxue Barcos ha alejado el fantasma de una inmediata confrontación plebiscitaria o similar; insiste en que se distinguirá por una gestión transparente e inclusiva (¡y parece creérselo!); asegura que exprimirá el Concierto Económico; quiere potenciar a la Policía Foral; ha “normalizado” relaciones con la Comunidad Autónoma Vasca mediante la visita a Pamplona de Urkullu (no al revés, ojo al dato) y manifiesta querer hacerlo igualmente con Aquitania; y como elemento simbólico muy relevante, oficializará el Himno de Navarra (por medio de una Ley de Símbolos que introducirá -de paso- transcendentales cambios a corto plazo en el espacio público). Así, en una primera lectura, además de perseguir un efecto tranquilizador, se percibe en todo ello un cierto aroma casi navarrista; aquel viejo barniz napartarra. Un efluvio que, en el caso de los barnices, siempre es un narcótico muy peligroso.


El concepto de napartarra se diseñó en 1911, denominándose así aquel semanario editado por el PNV entonces. Pero, paradójicamente, el de napartarra, ante todo, es un descalificativo empleado, en el entorno del centro-derecha, frente actitudes o comportamientos acomplejados de determinadas personalidades y estados de ánimo y opinión de origen navarrista “en retirada” y “haciéndose perdonar”.

Pero la tentación napartarra, que ha revestido varias expresiones a lo largo de su peculiar historia, no es de hoy. Ya en el pasado siglo, hacia 1980, surgió un minúsculo Napartarra - Partido Nacionalista Navarro, siendo su principal inspirador intelectual el ilustre roncalés José Estornés Lasa, ex-militante del PNV. Su teoría era no poco sugestiva: Navarra, quien fuera Nación y Estado en tiempos de García V el de Nájera, tendría el derecho a reconstituirse; de modo que la dialéctica Navarra/Euskadi carecería de sentido alguno desde esta peculiar mirada historicista. En cualquier caso, aunque los ingredientes de la purrusalda se incorporen al guiso en orden diverso, el resultado suele ser más o menos parecido: que entren los navarros en Euskadi, o los vascos en Navarra, la suma seguiría siendo la misma.

De aquel intento apenas pervive alguna recóndita reseña periodística, ciertos libros (caso de Navarra, lo que “no” nos enseñaron, de José Estornés), y el sueño roto de una par de docenas de visionarios. Sin embargo, algún interés tendría esta perspectiva, hasta el punto de que en abril de 2007 un Alderdi Napartarra fue registrado legalmente por miembros de Aralar -la entidad fundada por Patxi Zabaleta hoy en HB Bildu- tanto en Navarra como en la Comunidad Autónoma Vasca. El último militante napartarra vivo, casualmente un octogenario afiliado a esa formación separatista, habría cedido la “marca”...


Recientemente se retomó esta aventura de la mano de protagonistas más jóvenes, con otros ropajes, y en una coyuntura muy distinta; pero, al igual que en el caso anterior, sin espacio político alguno: Libertad Navarra-Libertate Nafarra, candidatura encabezada por Mikel Iriarte Galán en las elecciones forales de 2015 que obtuvo 995 votos, inspirada por el autor Tomás Urzainqui. Sus propósitos: “recuperar el Estado navarro, superando la conquista, la polarización identitaria y las fronteras que nos dividen”. ¿A que suena bien?

En cualquier caso, la vía napartarra carece de futuro como partido político: eso ya está demostrado por la Historia. Pero asunto muy distinto es que una vulgata doctrinaria-sentimental de la misma pueda ser esgrimida, como una opción táctica transitoria, por el PNV en su intento de atraer “moderados”, oportunistas… y algún que otro desengañado del navarrismo “oficial” de UPN hoy en recomposición y, de momento, muy poco visible.

Además de esta estricta perspectiva política, nos encontramos con múltiples actuaciones de agitación cultural pseudo-historicista que tan bien saben desplegar los activistas panvasquistas bajo disfraz napartarra. Es el caso, por ejemplo, de la plataforma 1512-2012 Nafarroa bizirik constituida en su empeño de falsificar la historia de Navarra y el resto de España, por medio de múltiples de acciones de todo tipo –en un empeño digno de elogio por el voluntarismo y los medios empleados- con la excusa de la plena incorporación de Navarra a la empresa española en 1512.


Ciertamente, saltar del navarrismo al nacionalismo separatista no es fácil de explicar. No en vano, existe una línea roja que transgredir, una barrera psicológica e ideológica que pasa por el apego a España. Pero, dado que, aparentemente, España no presenta “un proyecto sugestivo de vida en común”, al decir de Ortega, es casi inevitable que tamaña carencia sea cubierta por otros –incluso- antagónicos: el de los Països Catalans, Euskal Herria, la confederación ibérica podemita…

Para cualquier constitucionalista que se precie –o españolista, unionista, patriota, o como se quiere denominar cada uno- romper con ese bagaje histórico, cultural, humano y moral, recalando en cualquier separatismo, no parece factible; según veíamos. No obstante, para acomodaticios, tibios y cuantos sitúan su patria en el dinero o, incluso, en el Reino de los Cielos, la vía napartarra proporciona un “relato”, una transición, un enganche a otro proyecto –la Euskal Herria del PNV- que, de momento, oferta la ilusión de un porvenir radiante… acorde además a sus personalísimos intereses. También a cobardes y oportunistas sin escrúpulos.

Si la navarridad españolista sigue achicándose, en cualesquiera de sus expresiones (cuantitativa, cualitativa, moral, simbólica y comunitariamente), el panvasquismo seguirá creciendo –entre quienes hayan borrado de sus almas la tradición y experiencia españolas-, y el constructo napartarra posibilitará una vía transitable para el acomodo a “los nuevos tiempos” de temperamentos menos aguerridos a la par de templados por el supuesto pragmatismo navarro.

Lo cierto es que, a pesar de todos estos aprendices de brujo, el producto original es más potente y atractivo que la imitación.

Debajo de la bandera de Navarra de mentirijillas, esconden la ikurriña


José Basaburúa

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