Hace unos días recordaba Ernesto Ladrón de Guevara algo que, siendo verdad en el País Vasco, lo es aún más en Navarra: el vascuence se habla cada vez menos en la vida real de la gente normal, pero en cambio las instituciones gastan cada vez más en su difusión y en la práctica se impone en la educación y en la administración. Así que lo estudian, pero luego no lo usan. Y además estudian el euskera batua, artificial, políticamente rediseñado, ajeno a la variedad y evolución de lo quedaba vivo del vascuence y sus dialectos.
Es triste que se trate de imponer por la fuerza el conocimiento primero y el uso después de una lengua regional. Es lamentable que se haga usando y abusando las vidas de los estudiantes, sus derechos y sus impuestos. Pero eso es lo que hacen los abertzales allí donde llegan, y en el Cuadripartito de Uxue Barkos no dudemos que Geroa Bai y los batasunos de Bildu, con el aplauso de Podemos, van en esa dirección. Y no es por amor al vascuence, sino por su voluntad de construir una nación y un estado que tengan como excusa ese euskera. Un euskera además rehecho, reescrito, maquillado y cambiado porque lo importante para ellos no es la devoción por su tierra y la cultura que fue de una parte de ellos, sino el odio por España.
Odio, de paso, por la verdad. Porque el vascuence no es hoy y nunca ha sido la lengua de todos los vascos (ni evidentemente de los navarros). Ya Miguel de Unamuno, que era vizcaíno y como la mayoría de ellos hablaba como lengua materna español, intentó en la Constitución de 1931 un difícil equilibrio: “El español es el idioma oficial de la República. Todo ciudadano español tiene el deber de saberlo y el derecho de hablarlo. En cada región se podrá declarar cooficial la Lengua de la mayoría de sus habitantes. A nadie se podrá imponer, sin embargo, el uso de ninguna Lengua regional”. Y los nacionalistas, entonces sólo de extrema derecha, nunca se lo perdonaron.
Pero Unamuno tenía razón: “… hoy el vascuence en el país vasconavarro no es la Lengua de la mayoría, seguramente que no llegan a una cuarta parte los que lo hablan y los que lo han aprendido de mayores, acaso una estadística demostrara que no es su Lengua verdadera, su Lengua materna”. Y recordó en público lo que todos sabían, que Sabino Arana era de lengua materna castellana por mucho que le pesase después, que San Ignacio de Loyola no escribió sus Ejercicios en vascuence, y que ni Pío Baroja ni el mismo Unamuno escribieron en vascuence. Y nunca se lo han perdonado.
“Y ¿qué ha ocurrido? Ha ocurrido que por querer hacer una Lengua artificial, como la que ahora están queriendo fabricar los irlandeses; por querer hacer una Lengua artificial, se ha hecho una especie de «volapuk» perfectamente incomprensible. Porque el vascuence no tiene palabras genéricas, ni abstractas, y todos los nombres espirituales son de origen latino, ya que los latinos fueron los que nos civilizaron y los que nos cristianaron también”.
Más cierto es aún en Navarra. El español es el idioma de todos, no sólo porque lo dice la Constitución sino porque así es. Y el vascuence, aun multiplicado artificialmente por el nacionalismo, retrocede. De hecho, aunque estadísticamente tienen más conocedores que antes tiene menos usuarios cotidianos. Y algo peor, según para quien: lo han convertido en un instrumento artificial y politizado. Son los abertzales los que más hacen para que el vascuence deje de ser de todos y se convierta en bandera de una opción política. Cuando esa opción sea derrotada, y será derrotada por la realidad nacional de España, el vascuence quedará peor de como estaba. Una pena, pero ya sabemos dónde buscar los culpables.
Caius
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