Ah Roma,
Roma. Qué cómodo sería para el autorelato abertzale que nunca hubiese habido
romanos por aquí, que las vías no pasasen por donde pasan, que los restos no
fuesen los que son y que, en definitiva, no tuviesen que mentir tanto para
contarnos su historieta nacionalista. Y qué molestos estos romanos,
siempre construyendo y dejando restos… con lo cómodo que sería contar que
Pamplona fundó Jaungoikoa, en vez de Pompeyo. O que los visigodos nunca estuvieron aquí, y sin embargo estuvieron y de
hecho nunca se fueron, de Witiza a Rodrigo y de los Íñigos a Casio.
Y el
problema crece y crece, y se les va de las manos pese al esfuerzo abertzale
para contar con una “historia oficial” y hasta con una “arqueología oficial”.
Pero no tienen nada que hacer, pues la realidad es tozuda. Tanto en la Montaña como en la Ribera, la realidad es lejana de lo que
los nacionalistas quieren; y es particularmente hiriente en esa “zona de
contacto” en la que los abertzales querían plantar sus garras en esta
legislatura. No va a poder ser.
Varias
calles de Ujué se encuentran en
obras de conducción de agua, de desagües y mejoras en el pavimentado. El pasado
20 de octubre, en la plaza mayor, en el curso de esas obras apareció una tumba.
La obra se detuvo y se llamó a los arqueólogos del gabinete Trama. Según el
estudio preliminar los restos y la tumba hacen pensar en la época tardo
antigua, entre los siglos IV y V. Es una época de transición, y una época a la
que las invenciones nacionalistas y
pseudorrománticas han atribuido un improbable e improbado renacimiento de una
identidad vasconaidómita y antirromana, luego reconvertida a antigoda. ¿Seguro?
Pero
pensemos en el hallazgo. En Ujué. De una tumba con restos manifiestos –la
hebilla metálica por ejemplo- de una artesanía tardorromana provincial o
incluso germánica. Un hombre fuerte de 1,60 de altura entre los 30 y los 40
años de edad. ¿Pero no estaban los vascones resistiendo a los romanos durante 8
siglos? Oh oh, qué molesto…
Un hallazgo
que suma historia a Ujué, dicen.
Mejor diremos: un hallazgo que aclara la historia de Ujué, y de la Ribera, y
modestamente la de Navarra. Es una tumba fuera de suelo sagrado cristiano, lo
que nos llevaría a pensar en costumbres paganas subsistentes, cosa fácil en
esos siglos en todo el Imperio, o de una ermita o iglesia desaparecida con los
siglos, cosa siempre posible. Quizá con todo esto se encuentren además los
restos de la ermita de San Martín. Pero lo interesante es que en aquellos siglos no-tan-oscuros
había enterramientos cuidados y rituales en una Ujué para nada resistente, y para nada distinta del resto del Valle del
Ebro. De la Tarraconense, para ser exactos.
Una mala
valoración de la toponimia –por ejemplo la bienintencionada pero no muy
profesional de PatxiSalaberri- ha
tratado de convertir en pruebas de una “eterna” vasconidad los nombres de lugar
de la Zona Media y de la Ribera. Olvidando que esos nombres llegaron
masivamente a lo largo de los siglos, sobre un sustrato previo no vascófono, con
los pastores por las cañadas, con las almadías por los ríos, y que son prueba
de la perfecta integración de la Montaña en la Hispania romana y goda de esos
siglos, y no de su separación de la misma. Eso mismo lo demuestran restos
arqueológicos como esta tumba. Que, ya lo verán ustedes, la prensa como el
Mentiziasquerrá convertir en el primer afiliado de Bildu en la zona. Sólo que,
sencillamente, no es verdad. Ese
caballero sabía latín.
Caius