Estos últimos días hemos sido bombardeados mediáticamente con el proceso de paz "a la colombiana", y el referéndum que por poquito impuso algo de cordura en una sociedad que ha sufrido mucho y que después de tanta movida ha salido bastante tocada. Nuestros buenos amigos de la izquierda aberchal (ETA incluida), como buenos marxistas-leninistas y revolucionarios "super-de-izquierdas-izquierdas" pasaron el charco y llegaron a moverse en grupos guerrilleros de gran parte de América Latina. Un buen ejemplo sería el actual consejero de educo-a-mi-manera, José Luís Mendoza Peña, que estuvo luchando a finales de los 70 en Nicaragua con la guerrilla del Frente Sandinista.
Pues bien, en Colombia el desembarco de ETA es mucho menos romántico y guerrillero de lo que fue en otros lugares como el mencionado caso de Nicaragua. Resulta que un experto en explosivos de ETA, conocido con el seudónimo de Miguelito, viajó a Medellín para ponerse al servicio de Pablo Escobar, el entonces "zar de la droga", con el cometido de transferir tecnología en materia de explosivos a la banda de Escobar. Estamos hablando de 1988, momento en el cual los carteles de Cali y Medellín entran en una guerra total por el control del negocio de la droga, y tras el intento de asesinato de Escobar y su familia, éste decide devolver el golpe a sus contrincantes.
En definitiva, por no alargar mucho el relato, que el etarra Miguelito, a través de Guilberto Rodríguez Orejuela, jefe del cartel de Cali en España, que de hecho se conocieron ambos durante una estancia en la cárcel en nuestro país, marcha a Colombia con objetivo de transferir la tecnología para fabricar bombas de todo tipo, a cambio de una serie de pagos de dinero, se habla de 500.000 dólares de la época, y la posibilidad de obtener cocaína más barata para revenderla luego en España. Las consecuencias para el país latinoamericano fueron catastróficas; coches bomba, explosiones de todo tipo, incluido el derribo de un avión, en concreto, el vuelo 203 de Avianca, cuyo objetivo era asesinar a César Gaviria, candidato por entonces a la presidencia de Colombia.
Diario colombiano que recoge una matanza con 70 víctimas mortales de uno de los múltiples coches bomba que los matones de Escobar hicieron explotar en el país latinoamericano, gracias a la ayuda de "Miguelito"
Esta primera etapa etarra en Colombia acabó mal para todas las partes; Miguelito acabó asesinado por los sicarios de Escobar al pasarse a trabajar para el cártel rival, el propio Escobar murió en 1993, y lo peor de todo, miles de inocentes pagaron el pato. Lo curioso es que justo el año que Escobar desparece de escena, es cuando la propia ETA entra en contacto con las FARC en un encuentro de delegaciones de los dos grupos criminales en la capital de la narco dictadura castrista, La Habana. A partir de entonces ambas organizaciones forjaron una estrecha relación, gracias a la cual, ETA de nuevo transfirió tecnología para fabricar explosivos de todo tipo.
Estos tres angelitos, Javier Atristain Gorosabel, Juan Carlos Besance Zugasti y Jesus Mari Besance Zugasti, fueron tres etarras que durante años se dedicaron a entrenar a guerrilleros de las FARC en zonas de Colombia y Venezuela. Los "angeles de la muerte" impartieron instrucciones en la elaboración de bombas activadas mediante movimiento, el uso de teléfonos móviles y manejo de explosivos plásticos como C-4 y Semtex, este último utilizado por ETA en decenas de atentados terroristas con bombas Lapa.
Curiosamente la relación acabó siendo a tres bandas, ya que, al tiempo y siempre de la mano de ETA, el IRA-Provisional (y luego algún IRA escindido) entraron a formar parte de la "alianza del crimen". De hecho, el 17 de septiembre de 2001 fueron detenidos tres miembros del IRA en el aeropuerto de Bogotá, cuyo cometido durante su estancia en el país fue colaborar con las FARC. Fueron años en los que las FARC ejercieron una violencia en Colombia que nada tiene que envidiar a la de los carteles de la droga 15 años antes, y entre otros, de nuevo el candidato a la presidencia, Álvaro Uribe, sufrió un intento de asesinato con autobús-bomba en abril de 2002.
Por aquel entonces se hablo en prensa de lo sofisticada que se había vuelto la guerrilla colombiana, hecho que unido a detenciones de miembros de ETA y IRA, y sobre todo, la información extraída del ordenador de Raúl Reyes (jefe de las FARC que se encontraba escondido en Ecuador) en marzo de 2008, terminaron de confirmar las conexiones ETA-IRA-FARC. Si en España podemos decir que ETA ha sembrado directamente el terror y la muerte, en Colombia lo ha hecho de manera indirecta, pero el daño ha sido mucho mayor. Sin el entrenamiento etarra, los criminales de los carteles de la droga en los finales de los ochenta y principios de los noventa, y las FARC a partir de 1993, no habrían podido ocasionar el daño que infligieron a la sociedad colombiana.
Por fortuna todo parece indicar que las FARC (gracias a la acción policial y judicial), no podrán ya seguir ocasionando el daño que infligieron a Colombia, pero no vayamos a caer en la trampa de pensar que FARC perseguían un mundo mejor y eran una mezcla de hippies y monjas. Las FARC vinieron a sustituir a los carteles de Cali y Medellín en sus sucios negocios; terrorismo y narcotráfico. Y se preguntarán que obtuvieron los criminales de ETA de sus viajes por Colombia; dinero, droga, lugares para esconder etarras, practicar con armas y mejorar sus técnicas de explosivos, ahí es nada. Como se puede apreciar, todo muy altruista, pacífico y por supuesto, pensado para construir una hermosa humanidad.
En 2010 fue detenido un comando de ETA en Ondarroa y entre el material incautado estaban 39 dosis de cocaína listas para la venta en el mercado negro. Vamos, que los etarras no solo han hecho de intermediarios en la venta de droga, sino incluso, de camellos.
De nuevo la doble moral nacionalista; asesino personas bajo la etiqueta de "camellos" y "txibato-camellos" mientras me codeo con los zares del narco primero, y de las narco-guerrillas después, exporto el terror y a cambio obtento plata y droga que distribuir. Por cierto, entre 1993 - 1995, ETA asesinó a varias personas que investigaban lazos entre la banda terrorista y el narcotráfico: José Antonio Santamaría (empresario citado en el informe Navajas que empezó a colaborar con la justicia), José Manuel Olarte (fiscal jefe de San Sebastián y amigo de JA Santamaría, que solo resultó herido), Alfonso Morcillo (sargento de policía municipal de San Sebastián y estrecho colaborador de Gregorio Ordoñez en la investigación que éste estaba realizando), Gregorio Ordoñez (que investigaba tanto vínculos etarras con el narcotráfico como infiltración etarra en la Policía Municipal de San Sebastián) y Enrique Nieto (inspector jefe de narcóticos en San Sebastián de la Policía Nacional).
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