Como buen ególatra y megalómano, al señor Rufián le encantan las poses tipo celebrity
Si
acudimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra
rufián en nuestro idioma tiene el siguiente significado; "1. m. y f. Persona sin honor, perversa,
despreciable". Pues bien, Gabriel Rufián, hijo y nieto de andaluces
pero nacido en Cataluña en 1982 tiene un corto curriculum antes de entrar en
política; diplomado en Relaciones Laborales y cabeza visible de la plataforma
"sumate", cuyo objetivo real es intentar "convencer" a los
castellanoparlantes que se sumen al proyecto secesionista. De ahí, Rufián pasó
directamente a tertuliano y a las listas de ERC al Congreso, siendo en la
actualidad diputado en Cortes.
Este
individuo, lejos de representar la típica cara amable del separatismo radical,
nos recuerda a los dirigentes y cargos de herri batasuna que en los años
ochenta y noventa del pasado siglo llegaban a amenazar públicamente con atentados
terroristas (algunos de los cuales luego por desgracia se materializaban).
Destila odio y sectarismo, esas son las dos palabras que mejor definen a
personajes como éstos. Y en concreto, Rufián muestra un odio que al lado suya
Arnaldo Otegui y Ana Gabriel (la lideresa de las CUP) parecen moderados y hasta
demócratas de toda la vida.
Que
Gabriel Rufián coapte (eso sí, legalmente por desgracia) un acta de diputado en
sí es una desgracia, que centenares de miles de personas estén dispuestas una y
otra vez a revalidar su escaño en Cortes Generales, o asambleas legislativas
autonómicas, ayuntamientos... es más que preocupante, es todo un síntoma y un
termómetro del estado actual de la decadente sociedad en la que nos ha tocado
vivir. Hoy como nunca desde que se inauguró la actual democracia española,
extrema izquierda y separatismo (de derechas e izquierdas) son un riesgo para
el estado de derecho y para el sistema democrático mismo, se quiera ver o no.
Y
por poco que nos guste y apetezca, o la parte sana o medio sana de la sociedad
arrima el hombro, o estos sectores radicales podrían poner en jaque el actual
sistema democrático (imperfecto y manifiestamente mejorable, pero hoy por hoy
lo menos malo), pudiendo acabar como Venezuela, Yugoslavia o algo peor. El
riesgo es real, y no tanto por siniestros personajes como Rufián, sino por los
centenares de miles que les apoyan. Quedándonos con lo anecdótico por darle un
toque de humor a la situación, por primera vez un personaje de estos tiene un
apellido que le hace justicia, porque al fin de cuentas Gabriel Rufián no es
más que una persona sin honor, perversa y despreciable, o como se dicen en
castellano, un rufián.
.- Simplemente actua tal como dice su apellido siendo su comportamiento inaceptable para las personas educadas. Un elemento que hace honor a su apellido agrediendo verbalmente a todo aquel que esté en contra de la visión personal de este individuo.
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