lunes, 12 de diciembre de 2016

El único derecho de los etarras: las cadenas


Los terroristas y sus defensores tienen una compleja relación de amor y odio con las cadenas. Dicen que quieren romperlas, pero en realidad las únicas que quieren ver rotas, o atadas por ellos, son las de Navarra. Y cuando quieren pedir algo, algo que en cualquier país democrático del mundo sería incluso delito, ellos organizan… una cadena.

El sábado 10 de diciembre, que fue el Día Internacional de los Derechos Humanos, Etxerat, la organización de apoyo a los criminales de ETA que cumplen sus penas, montó “cadenas por el fin de la dispersión de los presos” en Pamplona, Vitoria y Bayona. No fue un éxito, desde luego, porque teniendo en cuenta el apoyo de Bildu y la simpatía de IU, de Geroa y de Podemos juntar menos de 200 extremistas en el centro de Pamplona es más bien un fracaso.

Pero el verdadero fracaso es el de la opinión pública. Es ridículo, o trágico según se vea, que una organización monte una CADENA humana diciendo que quiere ROMPER CADENAS y lo haga pretendiendo la impunidad de unos terroristas condenados que han dedicado su vida a IMPONERNOS CADENAS a los demás. Pero poca gente les dice a la cara esta verdad. Y no lo hacen los partidos políticos, y no lo hacen los medios de comunicación que viven de las subvenciones y simpatías públicas (llámese 13TV, llámese Cope, llámese Diario de Nafarroa antes Navarra).

¿Y qué quieren estos “encadenados”? Unidos con pañuelos blancos y formando “cadena” quieren que los presos de ETA, condenados por sus crímenes y aún cumpliendo sus penas, las cumplan con  toda comodidad al lado de sus casas y todos concentrados en unas pocas prisiones. Es una petición de décadas de batasuna y asociados, el fin “política de la dispersión de los presos”. Una política que hay que entender.

Cuando ETA empezó a matar y el Estado empezó, a veces, a atrapar y condenar a sus asesinos, éstos tendían a estar juntos en las prisiones del País Vasco o cercanas. Y el resultado fue el previsible: esos grupos de terroristas se hacían con el mando efectivo dentro de esos centros, ETA hacía llegar allí sus instrucciones, y el “frente de cárceles” se convirtió en un nuevo campo de batalla entre la Ley española y el crimen abertzale. Y por supuesto, con un ambiente así, ningún terrorista se arrepentía: la presión del grupo y de la banda llegaba hasta la celda, así que los presos seguían “luchando” contra la justicia y contra España.

Esa situación sólo terminó, y sólo en parte, con una política de dispersión: impedir que las penas se cumpliesen en grupos grandes de terroristas o cerca de la infraestructura de la banda. La “dispersión”, aplicada por el PSOE y por el PP, además de por las autoridades francesas, fue exitosa en la lucha contra el “frente de cárceles”. No se quitaba a nadie ningún derecho, es más, se garantizaban los derechos de todos incluyendo el derecho de los etarras a arrepentirse, pedir perdón, reinsertarse y abandonar la banda. Por eso la banda estuvo y está contra la dispersión.

Sólo hay un camino para dar a los probatasunos de Etxerat lo que han pedido en su “cadena”. En cuatro pasos: 1) que ETA entregue las armas, se rinda, se disuelva y reconozca su derrota ante el Estado; 2) que todos los crímenes de ETA sean resueltos y todos los criminales vayan a prisión; 3) que ninguna organización política o social represente nunca a ETA o a Batasuna, y sea ilegal automáticamente al hacerlo; y 4) que todas las penas se cumplan íntegramente, sin descuentos ni matices.

La dispersión de los criminales, aunque muy suave y matizada como todo por las negociaciones emprendidas por José Luis Rodríguez Zapatero y continuadas por Mariano Rajoy, ha sido un instrumento útil de lucha contra el terror marxista y abertzale. Sólo se puede renunciar a él cuando esa lucha esté liquidada, y de momento ETA sigue existiendo a pesar de los palos recibidos. En todo caso, no nos dan pena los presos a “miles de kilómetros de sus casas” ni sus familiares, que los han educado, amparado y apoyado para que llegasen a ser como son. Si nos da pena alguien son sus víctimas, que no pueden formar cadenas, sino que murieron defendiéndonos a los demás de las cadenas de éstos o que siguen encadenados y exiliados o sin libertad. Por España, no es hora de “hacer cadenas”, sino de ROMPERLAS.

Caius

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