Decíamos en nuestro
artículo anterior (http://www.navarraresiste.com/2016/12/todo-sigue-igual-o-lo-que-es-lo-mismo.html)
que, tanto desde los partidos constitucionalistas, como por parte de los
separatistas-radical-progresistas, se “hace política”, con mayor o menor
fortuna, pero “no se juega a lo mismo”; ni “en la misma liga”. Tampoco
persiguen idénticos fines, ni se sirven de los mismos medios. Y todos ellos lo
saben; aunque, especialmente entre los primeros, muchos no quieran darse por
enterados. De ahí la ofensiva extraordinaria desplegada en todos los frentes posibles
por los separatistas (desde el Gobierno, “organismos populares” afectos,
presión callejera, señalamientos mediáticos…) y la débil respuesta del
navarrismo político.
Y si en este artículo
hablamos de “imposición”, y no de “implantación”, no se debe a un mero capricho
semántico, pues entendemos que en una situación democrática normalizada, las
tácticas seguidas por los separatistas seguramente no habrían sido las que
conocemos y que, en su conjunto, muestran esa faceta totalitaria y totalizante
tan asfixiante que todos vivimos a diario en Navarra; no en vano, ¿qué hubiera
sido de ellos sin el hálito narcotizante, exterminador y distorsionador del
terrorismo durante décadas y las secuelas que padecerá nuestra sociedad en
general, y tantas personas y familias concretas en particular, en todos los
órdenes?
El pasado 1 de
noviembre de 2016, uno de los voceros de Diario
de Noticias de Guipúzcoa –perdón, queríamos decir de Navarra-, Aingeru Epaltza, en un “breve” titulado «Ahora o nunca»,
afirmaba que en la Comunidad Foral de Navarra, con el desalojo de UPN de las
instituciones, se estaría ejecutando un “cambio de régimen”. ¡Nada menos! Lo
cierto es que, aparentemente, desde la realidad literal y ortodoxa del Derecho
Constitucional, Político y Administrativo, no parece plausible tamaña
afirmación. Y la respuesta “obvia” sería que la sociedad navarra estaría
atravesando una fase “normal” de relevo entre partidos políticos. Algo bueno y
deseable en democracia. Tranquilidad, pues, y que no cunda el pánico. Pero,
¿seguro que es así de sencillo?
Veamos que escribía
–sin dejar puntada sin hilo, tal y como le caracteriza- esta sagaz firma del
separatismo en Navarra: «El cambio empieza a tener “relato”. Y no sólo por la
propia acción del Gobierno. Es significativo que el primer libro que se publica
sobre el nuevo momento político navarro haya sido escrito en euskera. El otro
día se presentó en Pamplona Nafarroa,
orain ala inoiz ez (“Navarra, ahora o nunca”) de Ion Orzaiz y Joxerra
Senar, profesionales del diario Berria.
Se trata de una crónica periodística sobre el último año y medio de historia de
la Comunidad Foral, para lo cual han entrevistado a algo más de medio centenar
de políticos y agentes sociales de todas las tendencias. Escrita en tono didáctico
y alejada de enfoques académicos, la obra aborda no sólo los factores que han hecho posible que “el régimen” haya sido
desalojado de las principales instituciones de la Comunidad Foral, sino
también las condiciones necesarias para
que esa situación se mantenga en el tiempo. Los ritmos para que el cambio se materialice en hechos es otro de
los puntos en los que incide. Algunos con excesiva prisa debían de haber
escuchado las palabras de los periodistas cuando, en la presentación del libro,
se referían a la necesidad de “cambiar el chip” y de “tener más perspectiva” en
el momento de juzgar la actuación de los nuevos gestores. En el acto se
mencionó así mismo la situación de UPN,
abundando en lo fuertemente condicionada que se encuentra por el Diario de Navarra. Por cierto, que
en opinión de los autores del libro, las fuerzas del cambio otorgan al
periódico de Cordovilla un poder mayor que el que -dicen- realmente tiene (…)».
Toda una agenda estratégica y táctica, ¿o no?
Resumamos, pues los
principales enunciados de esta “agenda”. El “régimen” desalojado sería la
propia UPN; acaso personificando el partido de centro-derecha la continuidad de
cierta Navarra tradicional, más o menos española, más o menos liberal incluso,
que habría que barrer; independientemente de los marcos legales de cada
momento, en el camino hacia la Euskal Herria de sus sueños y pesadillas. Debe
trabajarse en profundidad y en perspectiva; siendo la gubernamental sólo una
fase y valorando sus efectos con una mirada en conjunto con el resto de
“frentes”. UPN, sin Diario de Navarra,
sería poca cosa; y si además tal medio no fuera tan influyente como
generalmente se considera, pues mucho mejor para los separatistas. ¿A qué
hechos se refiere cuando hablan de “materializar el cambio”? Pues al
crecimiento de la contrasociedad panvasquista existente en Navarra –especialmente
vía imposición del euskera batua- hasta el punto de que el “cambio” se haga
irreversible. En suma: una batalla por las voluntades y las ideas en toda
regla.
Por nuestra parte, nos
preguntamos: esta “conciencia” del momento histórico que vivimos, ¿la tienen
los líderes navarristas? ¿Les interesa realmente? Y, en caso positivo,
¿exploran al menos una iniciativa política y social propia que no sea una mera
protesta reactiva?
Para el separatismo, y
sus compañeros de viaje radical-progresista -a los que les gustaría un día
incorporar al propio PSOE navarro- todo “cambio” social, cultural, mental y
político debe generarse desde una clave transformadora, a su modo dialéctico-identitaria
de interpretar la realidad. Así, toda “grieta”, “contradicción”, “avance”
legislativo, etc., serían unas etapas más a implementar; orientadas a la
conquista y control posterior del poder social y político. Una perspectiva, sin
duda, totalitaria y de facto independiente, en cierto modo, de “marcos legales”
e “imposiciones externas”; no en vano, pudieran ser “revertidas” desde la
dialéctica de los hechos, el uso alternativo y de autor del Derecho, etc. Por
todo ello, siguen trabajando sin descanso desde todos los “frentes”; salvo el
“armado”, es decir el terrorista -digámoslo sin eufemismos- por ahora. Y lo
seguirán haciendo: junto al Gobierno Foral… o contra él. Y contra todo amago de
respuesta social que se le resista.
Los partidos
constitucionalistas (UPN, PPN, Ciudadanos; pues, por su parte, el PSOE comparte
no pocos presupuestos ideológicos del radical-progresismo que le hace permeable
a tantos cantos de sirena como venimos observando desde Podemos, además de
desarrollar su propia agenda “gramsciana”) privilegian y se centran en las vías
institucionales; pues entienden que los poderes ejecutivo y legislativo son la
base apropiada para el ejercicio ordinario de la gobernanza, sin olvidar apaños
e interferencias diversas con el judicial. Y, en casos deleznables, haciendo
“negocios”; dando alas a los radicalismos de cualquier signo. Lo típico en
nuestro entorno occidental; si bien no tanto, acaso, en el anglosajón. Por ello
renuncian a la “batalla de las ideas”, que generalmente ni conocen ni les
interesa, menospreciándolo; o empezando a entenderla una vez desalojados del
poder. En suma: su acción política es cortoplacista.
Por el contrario, los
partidos totalitarios, y sus respectivos movimientos sociales (“organismos populares”),
son estructuras de sensibilidad paramilitar, en orden de combate, y con la
mirada puesta en la siguiente generación; tratando, eso sí, de no desaprovechar
ocasiones y de beneficiarse de las conquistas parciales en cualquier orden de
la vida social.
Se quiera ver o no, esa
confrontación existe y existirá. Y, consecuentemente, las “batallas” políticas,
incluso las victorias de hoy o de mañana, pueden estar abocadas a la derrota
pasado mañana, por haber descuidado o ignorado esos “otros frentes” en los que
se mueven de manera tan característica y desahogada los separatistas y
comparsas.
Los constitucionalistas
podrán seguir como hasta ahora: mirando hacia otro lado, mientras en la vida
cotidiana, en los diversos ambientes, la lucha por la “hegemonía” cultural –en
el sentido gramsciano del término- arrecia; presentando nuevas formulaciones,
conquistando voluntades, ganando o creando espacios sociales alternativos. En
definitiva, transformando la “mentalidad común”. Y, a resultas de ello,
ensanchando su base electoral, aunque lo fuere muy lentamente; más no importa,
pues esa mirada a largo plazo concibe que tales “avances tácticos”, que pueden
ser simultáneos o no a otros éxitos sectoriales, e incluso compatibles con
ciertos retrocesos, les aproximen, en suma, a su objetivo final.
A la sociedad civil
navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta
agresión. Y a los políticos, ser su vanguardia. Les guste o no. Y si no están
dispuestos, que se vayan a casa.
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