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lunes, 19 de diciembre de 2016

La agenda (nada oculta) de la imposición del separatismo panvasquista en Navarra


Decíamos en nuestro artículo anterior (http://www.navarraresiste.com/2016/12/todo-sigue-igual-o-lo-que-es-lo-mismo.html) que, tanto desde los partidos constitucionalistas, como por parte de los separatistas-radical-progresistas, se “hace política”, con mayor o menor fortuna, pero “no se juega a lo mismo”; ni “en la misma liga”. Tampoco persiguen idénticos fines, ni se sirven de los mismos medios. Y todos ellos lo saben; aunque, especialmente entre los primeros, muchos no quieran darse por enterados. De ahí la ofensiva extraordinaria desplegada en todos los frentes posibles por los separatistas (desde el Gobierno, “organismos populares” afectos, presión callejera, señalamientos mediáticos…) y la débil respuesta del navarrismo político.

Y si en este artículo hablamos de “imposición”, y no de “implantación”, no se debe a un mero capricho semántico, pues entendemos que en una situación democrática normalizada, las tácticas seguidas por los separatistas seguramente no habrían sido las que conocemos y que, en su conjunto, muestran esa faceta totalitaria y totalizante tan asfixiante que todos vivimos a diario en Navarra; no en vano, ¿qué hubiera sido de ellos sin el hálito narcotizante, exterminador y distorsionador del terrorismo durante décadas y las secuelas que padecerá nuestra sociedad en general, y tantas personas y familias concretas en particular, en todos los órdenes?

El pasado 1 de noviembre de 2016, uno de los voceros de Diario de Noticias de Guipúzcoa –perdón, queríamos decir de Navarra-, Aingeru Epaltza, en un “breve” titulado «Ahora o nunca», afirmaba que en la Comunidad Foral de Navarra, con el desalojo de UPN de las instituciones, se estaría ejecutando un “cambio de régimen”. ¡Nada menos! Lo cierto es que, aparentemente, desde la realidad literal y ortodoxa del Derecho Constitucional, Político y Administrativo, no parece plausible tamaña afirmación. Y la respuesta “obvia” sería que la sociedad navarra estaría atravesando una fase “normal” de relevo entre partidos políticos. Algo bueno y deseable en democracia. Tranquilidad, pues, y que no cunda el pánico. Pero, ¿seguro que es así de sencillo?

Veamos que escribía –sin dejar puntada sin hilo, tal y como le caracteriza- esta sagaz firma del separatismo en Navarra: «El cambio empieza a tener “relato”. Y no sólo por la propia acción del Gobierno. Es significativo que el primer libro que se publica sobre el nuevo momento político navarro haya sido escrito en euskera. El otro día se presentó en Pamplona Nafarroa, orain ala inoiz ez (“Navarra, ahora o nunca”) de Ion Orzaiz y Joxerra Senar, profesionales del diario Berria. Se trata de una crónica periodística sobre el último año y medio de historia de la Comunidad Foral, para lo cual han entrevistado a algo más de medio centenar de políticos y agentes sociales de todas las tendencias. Escrita en tono didáctico y alejada de enfoques académicos, la obra aborda no sólo los factores que han hecho posible que “el régimen” haya sido desalojado de las principales instituciones de la Comunidad Foral, sino también las condiciones necesarias para que esa situación se mantenga en el tiempo. Los ritmos para que el cambio se materialice en hechos es otro de los puntos en los que incide. Algunos con excesiva prisa debían de haber escuchado las palabras de los periodistas cuando, en la presentación del libro, se referían a la necesidad de “cambiar el chip” y de “tener más perspectiva” en el momento de juzgar la actuación de los nuevos gestores. En el acto se mencionó así mismo la situación de UPN, abundando en lo fuertemente condicionada que se encuentra por el Diario de Navarra. Por cierto, que en opinión de los autores del libro, las fuerzas del cambio otorgan al periódico de Cordovilla un poder mayor que el que -dicen- realmente tiene (…)». Toda una agenda estratégica y táctica, ¿o no?



Resumamos, pues los principales enunciados de esta “agenda”. El “régimen” desalojado sería la propia UPN; acaso personificando el partido de centro-derecha la continuidad de cierta Navarra tradicional, más o menos española, más o menos liberal incluso, que habría que barrer; independientemente de los marcos legales de cada momento, en el camino hacia la Euskal Herria de sus sueños y pesadillas. Debe trabajarse en profundidad y en perspectiva; siendo la gubernamental sólo una fase y valorando sus efectos con una mirada en conjunto con el resto de “frentes”. UPN, sin Diario de Navarra, sería poca cosa; y si además tal medio no fuera tan influyente como generalmente se considera, pues mucho mejor para los separatistas. ¿A qué hechos se refiere cuando hablan de “materializar el cambio”? Pues al crecimiento de la contrasociedad panvasquista existente en Navarra –especialmente vía imposición del euskera batua- hasta el punto de que el “cambio” se haga irreversible. En suma: una batalla por las voluntades y las ideas en toda regla.

Por nuestra parte, nos preguntamos: esta “conciencia” del momento histórico que vivimos, ¿la tienen los líderes navarristas? ¿Les interesa realmente? Y, en caso positivo, ¿exploran al menos una iniciativa política y social propia que no sea una mera protesta reactiva?

Para el separatismo, y sus compañeros de viaje radical-progresista -a los que les gustaría un día incorporar al propio PSOE navarro- todo “cambio” social, cultural, mental y político debe generarse desde una clave transformadora, a su modo dialéctico-identitaria de interpretar la realidad. Así, toda “grieta”, “contradicción”, “avance” legislativo, etc., serían unas etapas más a implementar; orientadas a la conquista y control posterior del poder social y político. Una perspectiva, sin duda, totalitaria y de facto independiente, en cierto modo, de “marcos legales” e “imposiciones externas”; no en vano, pudieran ser “revertidas” desde la dialéctica de los hechos, el uso alternativo y de autor del Derecho, etc. Por todo ello, siguen trabajando sin descanso desde todos los “frentes”; salvo el “armado”, es decir el terrorista -digámoslo sin eufemismos- por ahora. Y lo seguirán haciendo: junto al Gobierno Foral… o contra él. Y contra todo amago de respuesta social que se le resista.

Los partidos constitucionalistas (UPN, PPN, Ciudadanos; pues, por su parte, el PSOE comparte no pocos presupuestos ideológicos del radical-progresismo que le hace permeable a tantos cantos de sirena como venimos observando desde Podemos, además de desarrollar su propia agenda “gramsciana”) privilegian y se centran en las vías institucionales; pues entienden que los poderes ejecutivo y legislativo son la base apropiada para el ejercicio ordinario de la gobernanza, sin olvidar apaños e interferencias diversas con el judicial. Y, en casos deleznables, haciendo “negocios”; dando alas a los radicalismos de cualquier signo. Lo típico en nuestro entorno occidental; si bien no tanto, acaso, en el anglosajón. Por ello renuncian a la “batalla de las ideas”, que generalmente ni conocen ni les interesa, menospreciándolo; o empezando a entenderla una vez desalojados del poder. En suma: su acción política es cortoplacista.

Por el contrario, los partidos totalitarios, y sus respectivos movimientos sociales (“organismos populares”), son estructuras de sensibilidad paramilitar, en orden de combate, y con la mirada puesta en la siguiente generación; tratando, eso sí, de no desaprovechar ocasiones y de beneficiarse de las conquistas parciales en cualquier orden de la vida social.

Se quiera ver o no, esa confrontación existe y existirá. Y, consecuentemente, las “batallas” políticas, incluso las victorias de hoy o de mañana, pueden estar abocadas a la derrota pasado mañana, por haber descuidado o ignorado esos “otros frentes” en los que se mueven de manera tan característica y desahogada los separatistas y comparsas.

Los constitucionalistas podrán seguir como hasta ahora: mirando hacia otro lado, mientras en la vida cotidiana, en los diversos ambientes, la lucha por la “hegemonía” cultural –en el sentido gramsciano del término- arrecia; presentando nuevas formulaciones, conquistando voluntades, ganando o creando espacios sociales alternativos. En definitiva, transformando la “mentalidad común”. Y, a resultas de ello, ensanchando su base electoral, aunque lo fuere muy lentamente; más no importa, pues esa mirada a largo plazo concibe que tales “avances tácticos”, que pueden ser simultáneos o no a otros éxitos sectoriales, e incluso compatibles con ciertos retrocesos, les aproximen, en suma, a su objetivo final.

A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión. Y a los políticos, ser su vanguardia. Les guste o no. Y si no están dispuestos, que se vayan a casa.

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