Últimamente hemos asistido a un bombardeo mediático de determinadas corrientes del establishment que sitúa al partido Podemos en la órbita de los anti-sistema y populistas, sin embargo, no es del todo correcto. Desde la transición y la aprobación de la actualmente vigente Constitución de 1978, hemos asistido a varios momentos en los cuales la situación social y política ha favorecido la irrupción o consolidación de distintas fuerzas políticas, con el consiguiente impacto que ha tenido en el devenir de los acontecimientos. El primero sería la creación de un soporte político para el Presidente del Gobierno nombrado por el Rey, es decir, la creación del poder y para el poder de la Unión de Centro Democrático de Suarez. Como se trataba de un partido sin ideología ni proyecto político de alcance, duró lo que un caramelo en la puerta de un colegio.
El segundo y tercer momento en el que ocurrió algo similar fue precisamente con el PSOE, siempre amparado y protegido por el "sistema". A estas alturas nadie negará que para la victoria aplastante del PSOE en las elecciones generales de 1982 resultaron esenciales tanto la defenestración de Suarez y liquidación interna de la UCD como la chapuza del 23-F y su "elefante blanco". Algo similar le volvería a ocurrir a Zapatero, con un calentamiento previo en las calles y los medios de comunicación con el Prestige y la II Guerra de Irak que permitieron junto a los atentados del 11-M recuperar a los socialistas el poder. Pero no vayan a pensar nuestros lectores que el PSOE de 1982 y el del 2004 eran antisistema y populistas, sino todo lo contrario.
Pues bien, de nuevo nos volvemos a encontrar con una situación que guarda una cierta similitud con los acontecimientos que acabamos de relatar. Un malestar creciente con razón en la sociedad (crisis, corrupción, mentiras, falta de proyectos políticos, totalitarismo separatista....) conectan de alguna manera a muchos compatriotas con el movimiento 15M, asistimos a las acampadas de dos semanas toleradas por el Gobierno de Zapatero, acto seguido La Sexta, Cuatro e incluso Telecinco patrocinan a los futuros líderes de Podemos que irrumpen en las últimas elecciones europeas. Para ser unos "antisistema populistas" hay que ver la de facilidades que les da el "sistema" que quieren derribar.
Pero la cosa no queda solo en el génesis y desarrollo de la formación "morada" del señor Iglesias y adláteres, sino en lo más importante; la línea ideológica y el proyecto del partido para España. Al principio como reclamo Podemos pretendió encarnar un movimiento nuevo y transversal que hacía bandera de la honestidad, la crítica fácil de lo evidente y las soluciones simplonas. Sin embargo, al poco tiempo acabaron ubicándose en la izquierda radical asumiendo todas las taras de ésta y unas cuantas más. Poco tiempo le duró a Podemos la novedad y la pretendida transversalidad, romper tabúes y enfrentarse de verdad con el establishment.
La prueba está en el proyecto que defiende Podemos para España para darnos cuenta que no estamos ante un partido anti-sistema y populista, sino en un partido cuya meta es profundizar, eso sí, de manera radical, con el proyecto que otros (en especial UCD y PSOE) han puesto en marcha y desarrollado en el pasado. En el plano territorial, los podemitas defienden federalismo y derecho a decidir, nada nuevo ya que el PSOE y IU iban por esa línea hacen muchos años. Tampoco resultan originales los seguidores de Iglesias en cuanto a la globalización, ya que, lejos de ser euroescépticos, son tan radicalmente europeístas y mundialistas como el resto de partidos del sistema, defendiendo la apertura total de fronteras tanto a personas como a capitales, mercancías y cualquier cuestión de soberanía nacional.
En el plano social, mantienen como mantra la derogación de la reforma laboral (igual que PSOE, IU....) pero carecen de un proyecto real para las clases medias y bajas, a las que pretenden, por cierto, freír a impuestos. La nueva "clase obrera/clase oprimida" que tienen que liberar entronca con la "ideología de género" que el propio sistema con los Soros, Rockefeller y compañía pretenden imponer a escala planetaria como ideología totalitaria, y es en este punto junto con el globalismo donde Podemos (al igual que el resto de partidos) es tan del "sistema" o incluso más que el resto.
Por todo ello, que nuestros lectores juzguen si nos encontramos ante un partido anti-sistema, un partido más del sistema, o incluso, siendo más papistas que el Papa, un partido del sistema radical. Porque defender a los separatistas, el laicismo radical (anti religión encubierta), la ideología de género o el mundialismo no son posturas propias de un partido anti sistema, populista y que pretende poner en jaque a las oligarquías locales y mundiales, sino un partido que acabará siguiendo sus consignas para mutar la civilización occidental primero y mundial después a un proyecto que no pinta muy bien a las clases menos favorecidas ni a quienes creemos en nuestras patrias y en la libertad.
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