Uxue Barkos nos ha dado la noticia del mes, del año y del siglo. De repente, dicen ellos mismos “el Gobierno de Navarra ha propuesto continuar con el desarrollo del Canal de Navarra hasta la Ribera con un modelo similar a la ampliación de la primera fase, es decir, un canal subterráneo; en combinación con las actuales fuentes de suministro”. ¿Muy bien no?
Los navarros creemos que sí, que es bueno; que el canal es una obra pública que cambiará la vida de Navarra y durará siglos en sus consecuencias. Pero lo sorprendente es que los partidos del Cuatripartito, y muy expresamente la extrema izquierda (los comunistas y progres de IU: Podemos no existía aún) y más aún los batasunos hoy en Bildu, siempre estuvieron contra la construcción del embalse de Itoiz, contra el Canal de Navarra y contra el agua y los regadíos en la Zona Media y la Ribera. Se han hecho manifestaciones, se han hecho campañas electorales y se han cometido delitos contra eso. Han obligado a que esas obras cuesten mucho más tiempo y dinero de los que debían costar. ¡Y ahora se apuntan, sin ni siquiera pedir perdón!
Hasta hoy mismo, la visión oficial del equipo de Barkos, y el dogma heredado de ETA-Batasuna y de sus ficciones ecopacifistas paralelas, era la contraria. UPN, PP y PSOE según ellos impusieron a la “verde Nafarroa” dos terribles obras públicas, que fueron el embalse de Itoiz y el Canal de Navarra. Ellos, los que hoy gobiernan y ahora quieren repartir agua, creían que no hacía falta ningún embalse, sino una “Nueva Cultura del Agua”.
El mundo etarra y toda la extrema izquierda dijeron que no había que construir Itoiz, que embalsar las aguas del río Irati era indeseable, malo, caro, una “catástrofe ecológica” y mil cosas más. Se manifestaron. Amenazaron. Desde mayo de 1985 con sus habituales compañeros de viaje y tontos útiles montaron una "Coordinadora de Itoiz" con el apoyo de Greenpeace, oh, y un grupo de “activistas” al que llamaron “Solidarios con Itoiz”. Los de siempre.
¿Ecologistas? Llamémoslos terroristas. Los ecobatasunos, el 6 de abril de 1996, cortaron las sirgas de acero que servían para construir el dique principal del embalse, pararon las obras durante un año, mandaron al paro a 300 personas e hicieron que las obras del conjunto embalse-canal fuesen no sólo retrasadas sino con un coste enormemente más alto de lo previsto (unos 10 millones de euros en daños directos más los indirectos más el retraso, y sólo en ese acto de terrorismo). Las fuerzas que hoy nos gobiernan, y quieren repartir el agua a su gusto, apoyaron entonces a aquellos criminales “Solidarios”. No lo olvidemos.
“El suministro está garantizado por otros medios” decían entonces ellos mismos, y se referían tanto al agua de consumo humano de Pamplona, de Tudela y de toda Navarra, como al regadío, que a ellos les parecía en sí mismo un privilegio de los riberos. Todo les parecía mal. Les parecían más importantes las zonas de protección de aves que la gente que necesitaba el agua. Anunciaban terremotos y catástrofes sin fin. No querían regular el cauce del río Irati, no les parecía necesaria esa agua ni para beber, ni para la industria, ni para el campo. Y lo mismo que pelearon con violencia y se manifestaron en las calles intentaron parar la obra en los tribunales, llegando hasta el tribunal europeo de Estrasburgo en 2004. Perdieron siempre, pero el precio lo pagamos nosotros.
Gracias a ellos, el coste de Itoiz pasó de menos de 100 a unos 170 millones de euros, sin contar la reducción de la capacidad de la obra, y el precio del Canal pasó de un presupuesto de 492 millones a duplicarse. A eso hay que sumar el precio del retraso y el precio de lo que cada agricultor ha tenido que invertir. Todo eso por el populismo de ellos y su “no”. Cuando llegaron al poder hace 2 años, llegaron con el “no” en el programa, un “no” al menos a la segunda fase del Canal y a que el agua cruzase el río Aragón y el río Ebro y pudiese llegar a la Ribera más profunda. Un “no” que era una locura económica ante todo, porque suponía dejar en la mitad las 57.713 hectáreas de regadío previsto, y por tanto duplicar de nuevo el coste para los agricultores y para el mismo Gobierno.
Y de repente, todo ha cambiado. El vicepresidente Ayerdi y la consejera de Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Administración Local, Isabel Elizalde, han dicho en público y convertido en versión oficial casi lo contrario de lo que ellos y sus amigos han dicho durante décadas: de repente, "el compromiso y la voluntad mostrada por el Gobierno de Navarra de satisfacer las demandas de agua de boca de calidad y riego para la Ribera" se solucionan llevando allí… el agua del Canal. Y se "podría atender 15.300 hectáreas de regadío", aunque eso sí, llevando el agua en tubo. Gran diferencia, vive Dios.
¿Qué ha pasado? Que ahora, gobernando, se dan cuenta de que el agua hacía falta, y de que toda la lógica lleva a que se complete la obra, para la que la contribución del Estado está asegurada. Aparte de que sin eso jamás se van a comer una rosca política en la Ribera. Barkos, Ayerdi y Elizalde, después de masacrar a los agricultores y a los contribuyentes con subidas, viendo que la empresa pública CANASA se arruina, dan un giro total y van a intentar se ellos los que lleven el agua a la Ribera. ¿Creen que no tenemos memoria o qué? Para empezar, todos los de Bildu tendrían que ir a trabajar gratis a esas obras sólo para compensar el precio de sus campañas de terror, que seguimos pagando.
Lo siguiente será Yesa. Si ya en Itoiz y el canal han aceptado que eran cosas buenas y útiles, lo siguiente que veremos, y si no al tiempo, será que el agua de Yesa, que va a las Bardenas además de a Aragón, no es tan mala… La verdad es que estas obras son demasiado importantes como para dejárselas a los políticos, y menos a los políticos nacionalistas. Para los nacionalistas no es importante que Navarra tenga agua, sino que sea vasca; y para los políticos de todas las siglas, lo importante son sus legislaturas, de las que cobran su sueldo, que duran 4 años, y no obras de gran calado que son para las 40 generaciones que vendrán. Son cosas demasiado importantes para dejárselas a esa gente, y el giro vergonzoso de Barkos -ya veremos qué le dicen sus verdes y sus batasunos- es la mejor prueba.
Caius
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