miércoles, 1 de febrero de 2017

¿Un Museo de qué Ciudad? ¡Viva Pompeyo!


Un grupo de trece intelectuales -aunque seguimos sin saber muy bien qué es eso- ha presentado una propuesta al Ayuntamiento de Pamplona sobre el uso futuro del que casi todos llamamos Monumento a los Caídos. Los trece tienen entre sí pocas cosas en común, salvo que no son ni abertzales fanáticos ni izquierdistas radicales. Ellos son Joaquín Ansorena, Mercedes Galán, Miguel Iturralde, Pablo Larraz Andía, Juan José Martinena Ruiz, Paco Monente, José María Muruzabal, Luis Eduardo Oslé, Antonio Purroy, José León Taberna, Javier Torrens, José Javier Viñes y Francisco Javier Zubiaur.

Unos son de derechas, otros no. Casi todos son católicos, pero no todos ni del mismo modo. Unos se vinculan al Opus Dei y algunos no. Unos son de Pamplona y otros no, además de los que querrían serlo en diferentes grados de éxito. Unos viven en aquel barrio y otros no. Unos entienden de arte y arquitectura, otros no, y con diferentes estilos. Unos son historiadores, otros no y alguno de historia sabe menos de lo que querría. Algunos vienen de familias que han tenido un papel en la historia de Navarra, la mayoría no. Muchos nos conocen, y hasta nos aprecian, otros no tanto. Pero pensamos que no son mala gente y que todos tienen buena intención al pedir un “Museo de la Ciudad de Pamplona/Iruña en aquel edificio”. Iniciativa que no vamos a criticar; pero les haremos tres sugerencias previas.

Una, no lo llamen “Monumento a los Caídos”. Oficialmente nunca ha sido tal cosa, pues la Diputación de base carlista quiso separarse de la retórica falangista y se tituló “Navarra a sus Muertos en la Cruzada”. El Valle de los Caídos, que sí fue una obra de arte y de ingeniería modernos de verdad, sí se llama así, en cambio.

Otra, empiecen, ustedes que pueden (muchos de ustedes) por hablar con el primer responsable de la situación actual del Monumento, de lo que se hace con las tumbas y de los peligros en curso. Hablen con S.E. el Arzobispo, porque sólo sabiendo qué pretendía con esa serie de actos de dejación pueden ustedes actuar. No vaya a ser que se pongan ustedes en una situación canónicamente arriesgada, sobre todo a los que entre ustedes pueden estar más preocupados por eso.

Y la tercera, y aquí principal. No discutimos que un Museo sea bueno, aunque los de Pamplona han sido hasta ahora más bien pobres. Pero, por Dios, no digan “Museo de la Ciudad de Pamplona/Iruña”. No empecemos mal; no empecemos por aceptar sin más la toponimia éuscara. Estamos en Pamplona. Sin Pompeyo y sin Roma no habría ciudad, ni tendría nombre. No hay ciudad de “Iruña”, recurso literario y romántico cuya máxima representación es un café. Y como alguno de ustedes bien sabe, ni siquiera lo que había aquí antes era vascón, como van descubriendo los arqueólogos. Que sea, si ha de ser, Museo de la Ciudad de Pamplona.

No creemos que Asirón les haga caso, y si lo hace será un centro de propaganda antinacional, no de “pedagogía”, como lo será el del carlismo y todo lo que él haga. Pero no pretendan ustedes que les hagan caso rindiéndose antes de empezar en lo del nombre. Esto es Pamplona, y estamos muy orgullosos de eso. Y de muchas más cosas, sin necesidad de congraciarnos con esa gente a la que la torpeza de otros ha dado el poder.

Caius

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