La
galaxia judicial navarra, aunque jamás llegue a dar el juego de la madrileña
–preñada de enorme número de juzgados y una siempre mediática Audiencia
Nacional- también genera sus chascarrillos y noticias “de interés público” o dignos
del siempre en guardia “periodismo de investigación”.
Así,
diversas recientísimas resoluciones judiciales, emitidas por dos órganos
navarros, han sido lanzadas al estrellato que nos ilumina: la imputación por
parte del juez Fermín Otamendi de una mochila de tipos delictivos, de larga
trayectoria y variada proyección, al staff
de los 21 más duros de entre los duros de Indar
Gorri, y los tres autos judiciales de 19 de abril de Eduardo Mata
Mondela por los que levanta la
intervención administrativa de las comunicaciones orales, escritas y familiares
a los tres guipuzcoanos encarcelados en Pamplona, por su participación en la
guerrilla urbana, perpetrada por la muchachada de ATA, el 13 de marzo en la
parte vieja de Pamplona.
Otamendi
ha sido no poco valiente ante el sancta sanctorum de Indar Gorri y su coartada pseudo-política. Tal cualidad le viene
caracterizando en su obrar profesional; pero también cierto carácter polemista.
En esta ocasión –mejor no traer a colación el caso Abel Azcona y el desprecio
de ambos a los más sagrados sentimientos de tantos navarros- el juez Otamendi
ha realizado un sano ejercicio de sentido común, en negro sobre blanco, y en
sede judicial. Tiene su mérito la cosa, pues no es sencillo encararse con una
banda de matones escorados al desbarre delictivo, acostumbrados a que les hagan
la ola en cualquier ciudad española, mimados por las juntas directivas del
sacrosanto Osasuna y, todo ello, para mayor inri parapetados en la identidad
colectiva autodenominada abertzale y su sectaria protección. ¿Futboleros, delincuentes
y abertzales? ¿Delincuentes, futboleros y abertzales? o ¿abertzales, futboleros
y delincuentes? No importa, pues en esta ocasión el orden de los factores no
altera el producto.
Al
caso le queda no poco recorrido judicial en el que pueden pasar muchas cosas:
no descarten, pues, sorpresas diversas, presiones, filtraciones,
manifestaciones, fotografías comprometedoras, pruebas de última hora, etc.
Pero, y ya venía siendo hora, los ciudadanos decentes, la gente de pueblo
normal, necesitábamos un chute de alegría y seguridad de este tipo: que, por
fin, un juez se mostrara fuerte con los fuertes, y no fuerte con los débiles o
débil con los fuertes; que es lo que sucede tantas veces. Una incómoda realidad
que tanto desmoraliza a la ciudadanía; además de la característica y resignada
lentitud judicial que –estos días- viene alarmando, por ejemplo, a Esperanza
Aguirre –ahora- en relación a sus procesados amigos Lucía Figar e Ignacio
González.
Por
si no les suena el nombre, les diremos que Eduardo Mata es el discreto –y más
que bueno, buenísimo, pero de pura bondad- Juez de vigilancia Penitenciaria de
Navarra. El único que hay.
Este
magistrado, decíamos, ha acordado que las comunicaciones con el exterior de los
tres gorilas encarcelados desde el pasado 13 de marzo ya no sean intervenidas,
por la dirección de la prisión de la colina de Santa Lucía, en coherencia con
los protocolos aplicables a los sospechosos de actuación terrorista en
cualquiera de sus modalidades, por elementales motivos de seguridad.
Eduardo
Mata, Don Eduardo para todo el mundo, al igual que sus colegas de la Audiencia
Provincial de Navarra considera que estos muchachos vinieron a Pamplona por
pura casualidad, pues «… no existe referencia alguna a que los hechos se
hubieren desarrollado en el ámbito de una organización o grupo criminal, no
existiendo concreta referencia a ninguna organización o grupo criminal de las
características contempladas en aquellos artículos, como intervinientes en esos
hechos objeto de dicho atestado y cuya finalidad sea la comisión de delitos de
terrorismo». De modo que, si hemos entendido algo -pues un pobre mortal
difícilmente está capacitado para comprender la gran trascendencia y el alto
sentido de las resoluciones judiciales- los tres salvajes del Goierri vinieron
desde su idílica y pastoril Rentería natal a Pamplona de turismo; que su
relación con ETA, ATA o lo que sea, no existe; que la juerga fue espontánea e
improvisada. Pobrecitos, seguro que alejados de sus cálidos hogares cualquiera
les habrá engañado; o pasaban por allí y la policía, pues ya se sabe…; o un par
de copas y cómo rechazar una fiesta; o estaban jugando a policías y lad…,
perdón, abertzales, ese juego de niños tan popular en algunas ikastolas. En
cualquier caso: ¡qué abuso!, ¡qué exceso! Ni sentido común, ni prevención
alguna, ni experiencia profesional. Y es que de los carceleros y sus jefazos de
Madrid, cualquier cosa. Menos mal que los puritanos están para remediarlo…
Tal
será la cosa que el propio juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, ha
criticado a sus colegas navarros, según ha recogido alguna prensa navarra el 26
de abril, acusándoles de banalizar el terrorismo. Lástima que lo afirme un juez
que participa en tantas ruedas de prensa. Mejor, pensamos, trabaje –cuanto más
mejor- en silencio y que hablen otros.
Seguramente
estos jueces navarros no recuerdan que hace 10 años unos muchachos como éstos
les habrían colocado en los bajos de su coche familiar una “tableta” explosiva
o les habrían “ejecutado” sin pensárselo dos veces caso de recibir la orden y
presentarse la ocasión. Pero los tiempos cambian, ¿o no?
Atolondrados guipuchis de excursión turístico-sentimental por el casco viejo de Pamplona. 13 de marzo de 2017
Hablábamos
de sentido común, ése que caracteriza a la gente sencilla que lucha a diario
por sobrevivir dignamente y tratar de entender lo que está pasando. No en vano,
se trata de una falta absoluta de sentido común, o un ejercicio irresponsable
de buenismo, de ignorar la realidad, distorsionarla a golpe de sofismas, mirar
pero sin querer ver que terrorismo es terrorismo; ya sea de “alta” o de “baja”
intensidad. Tiro en la nuca o kale
borroka. Ayer, hoy y mañana. Si se perpetra cualquier modalidad de terror
en nombre de un proyecto ideológico y con una estrategia, ¡eso es terrorismo!
Aquí y en Corea del Norte. En la Rusia de los Zares o en la aburrida Bélgica.
Lo haga un “lobo solitario” o una banda internacional; que hay de todo y para eso
es terrorismo y no filantropía o turismo activo. Después vendrán los matices:
que si colaborador, encubridor, integrante de la banda, dirigente, sicario a
sueldo, que si asesinato, robo de explosivos, estragos o acoso a jueces….,
tecnicismos –para la inmensa mayoría de gentes normales- en suma.
Cuando
en la práctica judicial el sentido común está ausente o es politizada, o se
interpreta al servicio de los dogmas de lo políticamente correcto, o del
alternativismo jurídico marxista, o se cede a la presión mediática o ambiental,
o al buenismo y a la autocomplacencia, entonces tal práctica ya no es justicia:
ha dejado de ser justicia para ser pura y dura injusticia. Cobardía y renuncia;
aunque los argumentos a posteriori no falten y se sumen oportunistas palmeros
de tantos colores e intereses bastardos.
Por
todo ello, y sin que cause precedente, los ciudadanos que valoramos la paz
social, que queremos creer en el funcionamiento de la justicia, que anhelamos
poder confiar en las instituciones… debemos estar agradecidos al juez Otamendi,
Don Fermín. Respecto a Eduardo Mata, Don Eduardo, y sus colegas,
lamentablemente no podemos decir lo mismo.
Sila Félix