El pasado domingo tuvo lugar en Tudela un bonito acto en el que unos ciudadanos, la adscripción política es lo de menos, desplegaron una bandera de Navarra de grandes dimensiones en el Monumento al Sagrado Corazón y la Plaza de los Fueros de la ciudad ribera, lugar en el que esta iniciativa fue recibida entre aplausos por parte de los tudelanos que pasaban por allí.
Esta no es la primera acción de este tipo, por el Día de Navarra volvieron a desplegar esta bandera en las ruinas del Castillo de Maya, lugar que quizás es la Meca del nacionalismo vasco en Navarra; así como hace unas semanas en el malogrado Castillo de Tiebas. Este tipo de actos son bonitos y dan buenas fotos, como digo, pero no pueden ser el sustitutivo de la muy necesaria movilización social a pie de calle. Donde sin duda alguna pintaría más bonita esa bandera es en una manifestación entre miles de personas, y por desgracia hoy en día razones no nos faltan para ello.
La movilización social es una cuestión muy importante a la hora de mantener vivo a un sector social, aquello que no se mueve es porque está muerto. Esto lo sabe bien la etarrada, que no deja pasar una ocasión para tomar la calle, ya sea por la imposición del euskera, pedir el final de la dispersión para sus asesinos o luchar contra un fascismo inexistente; cualquier excusa es buena para mantener movilizada a su minoría organizada y hemos de aprender del compromiso de esta gente a pesar que en todo lo demás sean basura.
Por el otro lado, existe en Navarra una mayoría desorganizada que presencia inerme los desmanes de un gobierno teledirigido desde el País Vasco y cuya única hoja de ruta finaliza en la ansiada anexión de Navarra. Cada vez son mas las voces que le piden a UPN una manifestación contra las políticas del euskogobierno, más aun desde el desconcierto generado por la derogación de la Ley de Símbolos con el objeto de volver a introducir las ikurriñas en el terreno institucional. UPN es la única fuerza política capaz de organizar una manifestación exitosa en Pamplona contra las políticas del nacionalismo vasco, congregando a unos cuantos miles de ciudanos.
Si realmente quieren volver a recuperar las instituciones, estas no van a caer en sus manos como una fruta madura, si quieren los peces van a tener que mojarse el culo. Ante todo se trata de una cuestión de perderle el miedo al fracaso y al "qué dirán"; aunque junten a cien personas o a cien mil (como hace diez años) el Diario de Menticias abrirá el periódico del día siguiente diciendo que eran un puñado de ultras venidos desde el estado español en su mayoría. Todo aquello que hagamos ha de ser de cara a nuestra gente y nos tiene que importar un carajo lo que opinen los abertzales.
En el caso de que cunda el ejemplo y no se resignen a dejar que los enemigos de Navarra monopolicen las calles, si los ciudadanos sacan de los cajones sus banderas de España y se acaban viendo más que las banderas de Navarra aunque las regalen, que no se echen las manos a la cabeza porque tampoco sería la primera vez.
Hispano
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