Sin duda
alguna, ETA ha sido –y en no pocos aspectos lo sigue siendo- la organización
terrorista más dañina y peligrosa de nuestra Historia. Otra banda, el
PCE(r)-GRAPO, le acompañó durante bastantes años en tan delirante recorrido,
compartiendo ambas organizaciones buena parte de la ideología
marxista-leninistas en su versión maoísta, y unas tácticas explícitamente
terroristas.
Pese a
tamaño empeño, ambos grupos no alcanzaron análogo arraigo social.
Los
atentados perpetrados por los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de
Octubre (GRAPO), brazo armado de su “organización política”, el Partido
Comunista de España (reconstituido), resultaron especialmente perturbadores en
los primeros años de la Transición española a la democracia. Así, entre otros,
alcanzaron un enorme impacto social, mediático y político los secuestros del
presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo y del
presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, Emilio Villaescusa Quilis,
en noviembre de 1976 y enero de 1977, respectivamente. Además, los GRAPO
ocasionaron numerosas víctimas mortales, particularmente entre las Fuerzas y
Cuerpos de la Seguridad del Estado. Su último secuestro de envergadura, el del industrial
zaragozano Publio Cordón, todavía no se ha aclarado en todos sus extremos,
desconociéndose su suerte final; pese a haber sido juzgados y condenados sus
autores.
Conforme a
sus documentos, análisis y decisiones, el PCE(r) privilegió, por encima de
otras tácticas, la que denominaba “lucha armada”, es decir, el terrorismo puro
y duro. No obstante, también lanzaron “organizaciones de masas”, en un intento
de sumar sectores sociales, supuestamente proclives a su dinámica
revolucionaria, encuadrándolos en diversos “frentes”: ya hemos mencionado el
terrorista de sus GRAPO, el estudiantil, el de apoyo a presos, etc.
Recordemos,
en este contexto, a la ODEA (Organización Democrática de Estudiantes
Antifascistas), que apenas logró nuevas captaciones y que, en realidad, agrupó,
bajo esa sigla, a los militantes del PCE(r)-GRAPO de la Universidad. De hecho,
la organización “de masas” que gozó de mayor continuidad fue la Asociación de
Familiares y Amigos de los Presos Políticos (AFAPP), constituida a semejanza de
las Gestoras Pro–Amnistía, estructurada en torno a los terroristas encarcelados
del GRAPO y que, por propia definición, nunca podría extenderse más allá del
entorno social más afín e inmediato.
Otra
sección del partido, que gozó de notable relevancia mediática, fue la del
“aparato de prensa y propaganda”, capaz de editar durante años, pese a
sucesivas caídas de sus responsables, unos periódicos impresos de notable
calidad tipográfica; circunstancia que contribuyó, y no poco, a alimentar el
mito conspiracionista de una supuesta naturaleza oscura de los GRAPO.
Pese a
ello, fue el terrorismo más descarnado el que absorbió la mayor parte de las
fuerzas de la organización, subordinándose todos los demás “frentes” –apenas
desarrollados– a las necesidades de su estrategia “acción–represión–acción”;
prototípica en las numerosas bandas terroristas presentes –algunas de
dimensiones propias de un ejército “regular”- en aquellas décadas por todo el
mundo.
La
ideología del PCE(r)-GRAPO se basaba en una peculiar interpretación del
marxismo-leninismo–maoísmo, adaptada –supuestamente– a la realidad española,
conforme “la visión del Camarada Arenas”; si bien llegó a experimentar, a lo
largo de su larga agonía, un efímero giro pro–soviético. A su juicio, España
era, realmente, un “Estado fascista” dominado por una estrecha oligarquía, pese
a su apariencia democrática, que sólo podía derrocarse por medio de la “lucha
armada”. Las “masas obreras y campesinas”, completamente alienadas y dominadas,
anhelarían impacientes un “partido-vanguardia” que liderara la “ineludible”
revolución proletaria. La organización histórica y mayoritaria del tradicional
entorno marxista revolucionario hispánico, el Partido Comunista de España
(PCE), así como los demás grupos comunistas concurrentes (existían, por
entonces, una treintena de ellos así denominados; trotskistas, maoístas,
pro–soviéticos, pro–albaneses, marxistas-leninistas varios), errarían todos
ellos en sus diagnósticos y estrategias; siendo rehenes de unas
interpretaciones erróneas –a juicio de Arenas y los suyos- del “marxismo
científico”. El PCE(r)-GRAPO, al contrario que el PCE y demás, consideraba que
el acatamiento de la legalidad “fascista” -la democrática, se entiende- no sólo
no facilitaba el avance hacia el socialismo, sino que lo retardaba; integrando
a los comunistas “posibilistas” en el sistema burgués, neutralizándose así el
empuje revolucionario de las masas.
Pero, ¿cuál
era la base teórica que impulsaba la ciega lucha terrorista de ese puñado de
fanáticos?: nos referimos a la doctrina denominada “Guerra Prolongada y de
Desgaste”, estrategia y táctica concebidas cuatro décadas atrás por Mao en
algunos textos escritos en torno a 1938, de las que se sirvieron en múltiples
interpretaciones y praxis sus seguidores por todo el planeta.
La
capacidad terrorista del PCE(r)-GRAPO, que se arrastró penosamente hasta fechas
muy recientes, desconcertó a los analistas de la época: no podían comprender su
sorprendente capacidad de regeneración, tras las numerosas caídas que afectaron
a la casi totalidad de sus órganos centrales y comandos operativos. Por ello se
acuñó la teoría de la “infiltración”, ya desde la extrema derecha, ya por obra
de “ciertos” servicios de información extranjeros nunca determinados. Pero,
realmente, tales teorías, ¿eran verosímiles? En definitiva, ¿en qué factores
radicaba esa sorprendente capacidad de regeneración?
La
explicación es mucho más sencilla, proporcionándola el historiador Pío Moa en
su libro De un tiempo y de un
país (Ediciones Encuentro,
Madrid, 2002) en el que narra sus peripecias en la extrema izquierda de la
época y en esa organización concreta; describiendo la exacta procedencia de la
militancia del PCE(r)-GRAPO. En ese libro, Moa narra magníficamente cómo el
marxismo revolucionario -particularmente el marxismo-leninismo- cinceló toda
una generación de militantes que con la fe del converso se empeñaron en
transformar la Historia por medio de la violencia. Y, si fuere preciso,
intentando “asaltar los cielos”. En este sentido, los del GRAPO fueron un
colectivo más entre otros muchos.
La acción
del PCE(r)-GRAPO coadyuvó, por otra parte, en una dirección inesperada: la
moderación del PCE, y demás fuerzas marxistas, en su pretensión de no ser
confundidos con el ciego terrorismo desatado por tan denostada organización;
que no sólo no logró tan apocalíptica como vetusta insurrección obrera, sino
que generó un profundo rechazo en todos los estratos sociales y la opinión
pública española.
Algunos
medios de comunicación, aleccionados en muchos casos desde las factorías
ideológicas de esa misma extrema izquierda, bien en los aledaños del PCE o en
los de un socialismo marxista que ahora nos suena muy trasnochado, no podían
explicarse –no podían aceptar, tal vez– que esos sanguinarios terroristas
procedieran de sus mismos entornos ideológicos; de un mismo humus humano moldeado por aquella ideología
totalitaria. Por ello, acaso para justificarse, inventaron esas exóticas
teorías acerca del origen e impulso del PCE(r)-GRAPO. Pese a tales intentos, la
explicación era bastante sencilla, existiendo otros muchos casos similares en
la Historia: un grupo humano se movilizó impulsado por una lectura muy particular
del marxismo, persiguiendo una sociedad utópica; sin reparar en medios, costes
y sacrificios. De hecho, los escasos supervivientes del PCE(r)-GRAPO siguen
justificando su existencia con un análisis ideológico, tan supuestamente
ortodoxo como alejado de la realidad, en el que repiten los tópicos manejados
desde hace treinta años. Así afirman, todavía hoy, que «Claro que no les
interesa explicar por qué los GRAPO han permanecido en la brecha durante tanto
tiempo y hayan logrado más de una vez poner al Estado contra las cuerdas, pues
de lo contrario tendrían que reconocer también, entre otras cosas, primero, la
permanencia del régimen fascista y, segundo, la existencia en nuestro país de
un partido comunista verdaderamente revolucionario, firme y bien cohesionado,
que aplica una línea política justa de resistencia y no escatima ningún apoyo a
la organización guerrillera» ("Esos extraños y oscuros GRAPO",
artículo de Antorcha nº 3, junio de 1998; publicación
digital de la organización). Una auténtica aberración, un delirio retórico,
barroco y autojustificado, en el que unos pocos siguen inmersos.
Conocer,
asumir e intentar aplicar el marxismo-leninismo, no fue suficiente para
triunfar, ni siquiera para consolidarse; aunque fuera mediante el empleo de la
violencia terrorista más brutal. Ya lo hemos visto en el caso del PCE(r)-GRAPO.
Pero, ¿cómo
puede explicarse la continuidad de ETA?
A esta
cuestión le dedicaremos el artículo “ETA, marxismo-leninismo y la cuestión
nacional”.
Sila Félix
Eta es anti-marxista por mucho que se autodenomine como tal.
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