El diputado de Podemos
Eduardo Santos Itoiz lo dejó muy claro en el debate a tres que mantuvo en
Navarra Televisión, unos días antes de las elecciones internas a la dirección
navarra de su partido, en las que resultó discreto ganador: «Podemos pretende
la hegemonía, en una Navarra plural por supuesto, pero en definitiva, la
hegemonía». Pluralidad, poder, ¿hegemonía?
Del reciente editorial de
una novedosa revista digital de metapolítica (http://www.posmodernia.com/la-batalla-de-la-cultura-2/)
procede el siguiente y muy clarificador párrafo: «No hace falta haber leído a
Antonio Gramsci para entender el concepto de hegemonía cultural, dominar la
cultura para imponer un sistema de valores, creencias e ideologías sobre el
resto de la sociedad. Igual alguna explicación mayor merece el concepto de
violencia simbólica de Pierre Bourdieu. El autor lo define como “La violencia
simbólica es esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben
como tales apoyándose en unas “expectativas colectivas”, en unas creencias
socialmente inculcadas”». Hegemonía y sumisión: esos mecanismos operativos que los
radicales de todos los matices están empeñados en monopolizar e imponer al
precio que haga falta. También en Navarra.
Pero no está sólo Santos
en tal empeño: son todos los políticos radicales quienes comparten tales
pretensiones; no andándose con tonterías para ello. En suma, persiguen la
hegemonía en todas sus manifestaciones, es decir, el poder puro y duro;
sirviéndose de esa terminología gramsciana y de múltiples tácticas apropiadas a
tal fin. Objetivo último: el poder total; el político, el cultural que lo
precede y sustenta, el social que lo fija, el mental que lo interioriza… No han
venido para jugar, para echar unas risas, para “experimentar”, para buscarse un
huequecito cálido y remunerado: quieren el poder, y quedarse. Y punto, Olé la
claridad.
Desde el separatismo colaboracionista,
sus pretensiones no son menos totalitarias, sin embargo, algunos/as no se quieren
enterar y, entre café y charla, pretenden algo así como una “tercera vía”: la de
la concordia. Nada de extremismos, por favor. ¡Qué gente más buena! Pero, ¿es
posible? ¿Hay espacio? Y sobre todo, ¿alguien les espera en “la otra orilla”?
Para que se enteren, de
una vez, vamos a reproducir a continuación, íntegramente, un interesante texto
de un pseudomedio separatista en el que, insultos al margen, se explicita
perfectamente sus pretensiones y programas. En suma: sus tácticas, estrategia y
objetivos intermedios y finales. Vamos a ello.
«La
batalla final - Cambio o Régimen
El próximo 3 de junio las fuerzas del Viejo
Régimen navarro españolista han convocado una manifestación, dicen que en
defensa de la bandera de Navarra.
Me produce cierta satisfacción. Y lo
digo porque el hecho de que hayan tenido que echar mano de los instintos más
básicos de su esencialismo navarrero barato para sacar a los suyos a la calle,
significa que no tienen otros reclamos más importantes y que estén más
justificados.
Todo el mundo sabe que la bandera
navarra no está en peligro. La excusa para tomar las calles no ha estado nunca
tan poco justificada. No han encontrado ni un caso de corrupción, ni una
política antisocial, ni ningún escándalo por mal hacer político como para
convocar esta manifestación, y por eso echan mano de la bandera. Es cutre, sí,
muy cutre, pero es que así son ellos. La convocatoria fue cutre, sus vídeos son
cutres, su manifiesto es cutre, hasta sus hastags son cutres… Y salen a la
calle todos juntos: los regionalistas de UPN, los antiforales de Ciudadanos,
los fascistas y sus mil siglas, los corruptos del PP, los despistados del PSN…
Quienes han mangoneado durante décadas,
los que han gobernado para una minoría, quienes han vendido nuestra sanidad
pública y la Educación al Opus, los que están salpicados por mil casos de corrupción,
los familiares de quienes no pagan sus impuestos a la Hacienda navarra, se
erigen ahora de nuevo como defensores de la identidad navarra. Es cutre, y es
una vergüenza.
Pero no nos engañemos: puede que les
funcione y que el 3J sean miles. Por eso digo que comienza la batalla final.
Quedan dos años para unas nuevas elecciones forales y autonómicas, y nos
jugamos mucho. Las fuerzas del Régimen comienzan a mover ficha, y seguramente
no será esta la última muestra de fuerza que harán en la calle. ¿Y qué debemos
hacer? ¿Cómo responder? Es evidente que el Cambio todavía está en sus
comienzos. Revertir años y años de políticas de derechas no se puede hacer de
un día para otro, pero hay que exigir que los pasos que se den sean firmes,
cortos si se quiere, pero firmes y en la buena dirección. Y aunque yo pueda
tener mis reservas con el Gobierno de Nafarroa o con los diferentes
ayuntamientos del Cambio, está claro que no hay alternativa válida a día de
hoy, y que es necesaria la suma de fuerzas diferentes para salvaguardar
Nafarroa de la mafia regionalista.
Es por ello que ya no valen excusas ni
posturas infantiles: o estás con el Cambio o estás con el Régimen. Consciente o
inconscientemente. Es la hora de la responsabilidad, de actuar con estrategia y
con inteligencia, de volver a tomar la calle, de participar en el movimiento
popular, de construir, de defender lo logrado y apuntar hacia nuevas metas. Es
la hora de apostar por seguir con la transformación social y política de
Nafarroa».
Algunas conclusiones del
texto:
1.- El separatismo quiere
el poder absoluto. En consecuencia, y lo dicen sin ambigüedades: o con ellos o
contra ellos. En semejante contexto, hablarles de “concordia”, o proponérsela
como vía de encuentro, lo único que les provoca es desprecio o unas risitas.
2.- La consecuencia inmediata
de semejante proyecto histórico –la nación estatal vasca- es su persistente y
agobiante acción y presencia -simbólica y material- que pretenden exclusivas;
en la calle, la sociedad, los medios de comunicación, la producción cultural, los
símbolos, el lenguaje común…
3.- Los separatistas
entienden perfectamente la diferencia entre tácticas y estrategia. De ahí
“pasos cortos pero firmes”, etc. Pensar desde una perspectiva estratégica
requiere una formación, un entrenamiento y una voluntad: ellos tienen todo
ello. Además de un entorno humano de apoyo que facilita sumergirse en una
“cultura política” de deriva totalitaria.
4.- Desde tal concepción
dialéctica de mirada estratégica, vienen planteándose su combate
político-social-cultural a muy largo plazo, por medio de avances parciales y
batallas cruciales. De hecho, nos situaríamos ante una de ellas. Ello es del
todo evidente: ETA se fundó en 1958 y siguen en ello. Con numerosos cambios
orgánicos y de tácticas, pero no de estrategia.
5.- La moral
revolucionaria subsiguiente implica la carencia de escrúpulo moral alguno. En
su día justificaron el asesinato y jalearon a los verdugos. Ahora se siguen
sirviendo de insultos, señalamientos mediáticos, hostigamiento callejero a los
disidentes, eliminación de todo símbolo ajeno a su cosmovisión (desde la
legalidad, ilegalidad o alegalidad). El texto referido es un concentrado –uno
entre miles- de demagogia grosera de la que se sirven abundantemente de manera
habitual: en tribunas y plazas.
6.- Todas las “capas de
la cebolla”, de los centros de decisión y poder de radicales y separatistas,
son unos medios sociales, en consecuencia, hiperideologizados -verdaderas
sectas en las que el lavado de cerebro es una maquinaria bien engrasada y a
pleno rendimiento-, que no admiten discrepancias de ningún tipo: ya sean de
tipo sentimental o puramente ideológica. Ni entre ellos, ni entre los ajenos.
7.- Por mucho que
pronuncien el término “democracia” y sus numerosas variables –en ocasiones
acompañados del adjetivo “popular” u otros-, únicamente es instrumentalizado
como un mero mecanismo al servicio de sus fines; no un fin en sí mismo. Un
recurso cómodo, sencillo, tranquilizador y adormecedor (para pasotas, incautos
y cobardes).
8.- A los panvasquistas,
la bandera de Navarra no les genera problema alguno. Desde la dialéctica
marxista y la simbología identitaria nacionalista, la ikurriña y la bandera
roja son compatibles. Los argumentos, los símbolos, los conceptos, son
“herramientas” que pueden manipularse y retorcerse a placer. Si se establecen
las bases del debate, siempre será más sencillo controlarlo. En ello están.
9.- Recordemos el
objetivo fundamental de la ofensiva que sufre Navarra desde hace décadas: una
república vasca. “Burguesa” para unos, “socialista” para otros. Navarra, en
resumen, únicamente es un medio decisivo para un fin ajeno y artificioso.
10.- Desde tales
premisas, los separatistas y sus compañeros de viaje no quieren acuerdo alguno
con los adversarios: lo pretenden todo. No habrá paz para los disidentes.
Si alguien, conociendo
tales premisas, entre charla y café, pretende tener “una visión”, una “idea
revolucionaria”, “la clave de la concordia perdida”, etc., desengáñese: todo
está inventado. ¿Ideas nuevas?, ¿a estas alturas de la película?, no, para
nada; a lo sumo, ocurrencias. De modo que alimentar la esperanza en una
“concordia” entre “los navarros de todos los colores, sentimientos y
tendencias” es por completo irreal; además de desmovilizador para las fuerzas
que no quieren rendirse ante los totalitarios.
Lo que encubre el tan
anunciado “cambio de régimen” -del que tanto hablan los chulos y perdonavidas del
cuatripartito y sus esbirros mediáticos- no es un inocente recambio de partido
en el gobierno o un amable y necesario “lavado” democrático. En realidad son
veraces: pretenden un “cambio de régimen” que resulte, finalmente, “más régimen”
que otros sufridos en el pasado; no en vano, su pertinaz panvasquismo está
orientado a la predeterminación de toda forma de vida humana –social e incluso
individual en el ámbito privado- en nuestra Navarra, conforme un diseño
ideológico totalitario, omnicomprensivo y cerrado.
Lo que está en juego, no
nos engañemos, es la libertad, la identidad navarra y su propia Historia, el
pluralismo, la convivencia y la propia democracia: el estilo de vida de los
navarros, en suma.
No dejan opción: o con
ellos o contra ellos; mal que les pese a los tibios.
Sila Félix
España da plena autonomía a Navarra, en cambio una Navarra en el País Vasco sólo sería una provincia más, sin autonomía. El País Vasco eliminaría todo lo que no suene a vasco en Navarra. Es decir la mayoritaria identidad navarroaragonesa.
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