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miércoles, 21 de junio de 2017

Referéndums en el norte de Navarra: también la izquierda abertzale hace el ridículo


En este blog venimos dedicando no pocos artículos y comentarios a las tácticas, estrategia y naturaleza de la autodenominada izquierda abertzale. Y no podía ser de otra manera, no en vano la trayectoria histórica de Navarra y del resto de España viene siendo impugnada brutalmente -y sin descanso- desde todas las estructuras operativas del entramado político-social liderado, durante décadas, por la organización terrorista ETA; cuyos efectos perversos seguimos padeciendo en diversos órdenes de la vida personal, familiar y social.

Tal vez por ello, en alguna ocasión se nos ha señalado –con cierto aire de reproche- que únicamente destacaríamos los logros del separatismo; a la vez que se nos recomendaba que, en lo que respecta a las miserias próximas, mejor lavarlas en casa. Es una opinión respetable; pero que no compartimos desde el ejercicio personal y colectivo de la libertad y la crítica constructiva. De hecho, tal labor analítica la desarrollamos por obligación; ojalá no hubiera necesidad de ella. Pero al adversario, mejor conocerlo que despreciarlo.

Uno de los enormes logros del voluntarismo abertzale ha sido la creación de una auténtica contra-sociedad en la que puede vivirse veinticuatro horas al día, siete días a la semana, en clave propia: diversión, afectos, movilización, gastronomía, lecturas, mitos… comunidad e idioma. La estimulante “construcción nacional” desde la base. Pero tal constructo no implica que siempre acierten con sus decisiones políticas; es más, en ocasiones alcanzan el ridículo. Incluso partiendo desde la violencia.

Nos referimos a los seudoreferéndums desarrollados en 24 localidades navarras el pasado domingo 18 de junio.

Convocadas por una de tantas estructuras movilizadoras de la izquierda abertzale -Gure Esku Dago-, votaron 7.781 personas de un total de 27.095 en 24 municipios del norte de Navarra (Leiza, Vera de Bidasoa, Lesaca, Alsasua, Goizueta…). La participación fue de un escaso 28,73%. Y de ese reducido porcentaje, su inmensa mayoría, un 95,8%, fue favorable al “ejercicio del derecho a decidir” y a “ser consultados sobre el estatus político en toda Euskadi”. Es decir: se declararon partidarios de la integración de Navarra- sin más adjetivos, eufemismos, ni disimulos- en Euskadi.

Pero no se trata de una farsa aislada, no en vano se vienen realizando “consultas” similares en diversas localidades vascongadas con anterioridad; habiendo votado ya unas 150.000 personas. El suelo/techo de la izquierda abertzale, según se vea.

Tan escasos resultados fueron valorados, desde Gure Esku Dago del siguiente modo: “Después de un largo proceso, hemos tomado la palabra sobre nuestro futuro político, y esa puerta la hemos abierto nosotros y nosotras, haciendo uso de los derechos que nos asisten, mediante un proceso estricto y enriquecedor”. Una bonita manera de decir “no ha sido ningún exitazo, pero lo hemos hecho, nadie lo ha impedido y no ha pasado nada”, de modo que “si lo queremos, y más grande, podremos hacerlo”.

Las arriba mencionadas son unas localidades navarras en las que la izquierda abertzale campa a sus anchas: instala ikurriñas en los ayuntamientos y en cualquier otro espacio público desde hace años, maltrata a agentes de las fuerzas del orden público si se da la ocasión, controla toda la simbología visible, se ejercita un vigilantismo social que todo lo sabe y ve, no permite disidencia alguna… Una fisonomía, en general, que se asemeja más al Goyerri guipuzcoano –el sancta-sanctórum de ETA en el que perpetró una “limpieza ideológica” sin parangón en Europa occidental en tiempos recientes-, que a cualquier otro entorno navarro. Un experimento de laboratorio, en suma, del “paraíso” panvasquista incrustado en territorio foral. Pues a pesar de todo ello –partiendo de tamaña base operativa y semejante estado de ánimo generalizado- únicamente votó una cuarta parte de los convocados. Un fracaso, se mire como se mire; así que la voluntad no siempre consigue lo que se pretende desde el frío cálculo ideológico.

Seguramente, con el día tan bueno que hizo, muchos posibles votantes se fueron de playa a las Gemelas en Hendaya, o subieron en tren al monte La Rhune, o estuvieron de compras en San Juan de Luz, o de potes por lo viejo de San Sebastián y Fuenterrabía. Es comprensible: al igual que hicieron sus vecinos guipuzcoanos.

Tan famélico resultado numérico, que no hay que despreciar, desvela la fortaleza, pero también la debilidad, del movimiento abertzale.

Su fuerza: el voluntarismo de sus decenas de miles de adictos con espíritu de secta, su capacidad de trabajo a largo plazo, su movilización permanente, su imaginación táctica. Su debilidad: la libertad humana necesita espacio y ejercitarse; de lo contrario, las personas sufren y el malestar se instala en la sociedad, haciéndose el aire irrespirable. La prueba de ello es que sus cálculos no han sido realistas: esos 7.781 votos apenas son una fachada refrendaria; una mascarada por completo oportunista. En suma, una imposición artificial y ajena al ritmo de la ciudadanía en su conjunto. Lo cierto es que la izquierda abertzale no cree en el pueblo: lo manipula y si no responde “adecuadamente” a sus estímulos, lo violenta. Que sus amigos asesinaran a decenas de ciudadanos navarros, quienes no pensaban como ellos, no fue un accidente histórico: fue el resultado de una decisión colectiva de raíces políticas.

Es admirable, materialmente hablando, que sean capaces de organizar semejante despliegue, movilizar cientos de voluntarios, implicar a dos decenas de administraciones locales, conseguir que una cuarta parte de los votantes sigan el dictado del soviet eusko-nazi. Pero el esfuerzo no les ha garantizado el triunfo parcial, ni predetermina el éxito final.

Ello no quiere decir que se deban ignorar episodios como el anterior; es más, hay que valorarlos adecuadamente y sacar las conclusiones pertinentes. Para después, obrar en consecuencia.

El Gobierno de Barkos miente cuando afirma que no quiere imponer la ikurriña. Miente cuando asegura que Navarra tiene garantizada su continuidad e integridad. Sus actos desvelan sus pensamientos y su corazón: los tienen puestos en la Euskadi de sus sueños y pesadillas.

El fruto de tales mentiras es una Navarra fracturada, dividida, mermada. En consecuencia, al pueblo navarro le corresponde deshacerse de quienes tratan de imponerle una “agenda” totalitaria cargada de violencias de todo tipo. Hagamos memoria y recordemos siempre: el nacionalismo panvasquista es, antes que nada, violencia.

Sila Félix

5 comentarios:

  1. No deberíais usar el término "panvasquista", porque significa "de todos los vascos", y eso implica que los navarros somos vascos también. Es mejor decir "imperialista vasco", "anexionista vasco"...

    ¡LOS NAVARROS NO SOMOS VASCOS!

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  2. Desde el respeto, discrepo. Es panvasquismo, pues pretenden agrupar a "todo lo vasco", lo sea o no, dentro de una ficción política voluntarista. Además, panvasquismo es paralelo a pangermanismo. Y ya sabemos qué hicieron con Austria. Puede ser un término políticamente discutible, pero no pedagógicamente hablando.

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  3. O sea que estamos reconociendo que somos parte de lo vasco, a pesar de no querer la ikurriña.

    No todos los de La Montaña se sienten vascos o vasconavarros. Algunos se sienten montañeses a secas. Además hay que contar con el sentimiento navarroaragonés que también existe y suele ser más abundante en La Ribera. Los sentimientos ribero y montañés también son sentimientos fuertes en sus respectivas áreas geográficas.

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  4. NO, el proyecto abertzale es panvasquista, pretende unir a todo lo que ellos consideran "vasco", seamos o no seamos vascos. Creo que está muy claro (tampoco es un término predilecto mío, cuestión dialéctica).

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  5. Yo me siento navarro, español y heavy. Si alguna vez tuve algún sentimiento vasquista ellos lo han aniquilado.

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