Los separatistas atrincherados en la Generalidad han representado, ayer 10 de octubre de 2017 en el Parlamento catalán, una grotesca función en la que han acreditado –antes que nada- su despreciable cobardía humana, moral y política. El efecto directo ha sido una ruptura interna del bloque independentista entre radicales anarco-comunistas de las CUP y los burgueses de ERC y PDeCat; a pesar de la firma del compromiso de electos por la independencia que, al margen de su vertiente penal, sin duda no contentará a nadie y que abre nuevos tiempos a la incertidumbre.
A su vez, la coalición Junts pel Sí deberá reequilibrarse internamente, a causa del debilitamiento extremo de los antiguos convergentes, lo que generará nuevas tensiones internas y desconfianzas patológicas en el seno del independentismo.
Los potentes, y bien regados económicamente, apoyos sociales estructurados en torno a ANC y Òmnium Cultural, han contribuido eficaz y reiteradamente al desbordamiento del Estado de Derecho. Su papel también debe tener consecuencias: social, económica, legal y penalmente.
El Gobierno de Mariano Rajoy no puede permitir que la manifiesta voluntad de ruptura, la incertidumbre, la desinformación y la inseguridad jurídica de ella derivadas, se mantengan en Cataluña; ni en ningún otro territorio español. El Estado de Derecho debe reafirmarse de la única manera posible: desplegando las previsiones legales para este tipo de situaciones. Por ello, en un primer movimiento, como cuerpo armado, los Mozos de Escuadra deben regresar al orden constitucional, con todas las consecuencias legales y disciplinarias; conjuntándolos con absoluta disciplina con unas Policía Nacional y Guardia Civil que precisan de una dirección política competente.
Tampoco es admisible un diálogo “entre iguales”, como el que proponen los rebeldes en este “limbo” al que quieren arrastrar a la colectividad, ni una supuesta interlocución internacional de ningún tipo, que implicaría una inadmisible minoría de edad política del pueblo español. El Estado es uno, la nación, una y el pueblo español, uno.
La Corona ha cumplido su papel, las empresas, también. El pueblo español se ha manifestado en muchas plazas de toda España, y especialmente en Barcelona, a pesar de los partidos políticos, que acudieron a la última de todas ellas y a rebufo, superando rutinas, falsas banderas y dinámicas paralizantes. El pueblo ha dado una lección de responsabilidad a despecho de tanto “profesional” de la política y supuestos oráculos paralizados, timoratos y siempre prestos a la renuncia disuasoria.
La nación española y su pueblo están saliendo reforzados en esta dramática coyuntura y bien puede afirmarse que, como lección que impone la realidad: a más España, menos independentismo.
Si los separatismos han alcanzado tales niveles de arraigo, generando ilusiones colectivas evidentes, se debe a una renuncia por parte de los poderes públicos del Estado español a sus compromisos con el pueblo. La cesión de la cultura y la educación en manos de agitadores separatistas e hispanófobos –dentro y fuera de Cataluña- durante décadas, que nos ha sido presentada reiteradamente como el precio a pagar por la paz social y la unidad nacional, ha sido la gasolina que alimenta la hoguera de las vanidades y corrupciones en que han convertido el solar patrio.
España vivirá en Cataluña, en Navarra y en todo el territorio nacional, en la medida que viva el pueblo español.
NavarraResiste.com, 11 de octubre de 2017, víspera de la festividad de la Hispanidad
Vibrante y certero diagnóstico del dramático momento presente. Buen trabajo y a seguir adelante.
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