La Unión Europea constituye en la actualidad la asociación de 28 Estados europeos que han mancomunado una serie de competencias, existiendo una línea de pensamiento y acción política en grandes sectores de dichos Estados que pretenden convertirla en un Estado Federal. De ahí que la tan cacareada "construcción europea" signifique eso, la voluntad de ciertos sectores políticos, económicos y de poder de transformar una asociación de Estados en un único Estado. En los últimos años, por distintas razones y factores, hemos asistido a ciertos desafíos hacia la construcción europea, como el Brexit (la posible aunque poco clara salida del Reino Unido del club comunitario y proyecto estatalista), el triunfo en USA de un candidato anti-UE como es Donald Trump, o el auge electoral en numerosos estados miembros de fuerzas denominadas "populistas" a derecha e izquierda que plantean distintas trabas (desde el abandono de la UE hasta su reforma) a la marcha actual de la Unión Europea y su vocación federalista.
Con independencia de las opiniones que cada cual tenga con el proyecto europeísta/comunitario UE, lo cierto es que, a día de hoy, ni el Brexit, ni Trump ni el auge "populista" han dinamitado ni puesto en jaque a la UE ni al proyecto de integración europea, simplemente lo han puesto en cuestión y en el debate público. De hecho, en principio con el tándem Merkel y Macron en el poder, en principio, su intención es relanzar el proyecto. Sin embargo, sorteados todos los conjuros de las elecciones holandesas, francesas y alemanas, llegan los separatistas catalanes y abren la caja de Pandora con los mil y un truenos que podrían suponer una amenaza, no solo a España y otros Estados miembros de la UE sino incluso, a la existencia y continuidad del propio proyecto comunitario.
Desde el ingreso de España en la UE nos hemos acostumbrado a convivir con una situación bastante anómala, ya que un Estado miembro mantiene una colonia dentro de otro Estado miembro, de hecho, no olvidemos que Gibraltar está reconocido por la ONU como una "colonia" del Reino Unido dentro de España y susceptible jurídicamente conforme al derecho internacional de descolonización. No es la única situación anómala en el seno de la UE, ya que el Reino Unido siempre ha sido un estado bastante desleal con la UE, pero también otras graves anomalías no resueltas como el caso de Chipre, isla-Estado que a día de hoy sufre una división y ocupación de parte de su territorio por el ejército turco (un requisito para su integración en la UE era que resolviera el conflicto, cosa que no hizo y Bruselas miró para otro lado). Curiosamente el Brexit, lejos de perjudicar a la UE y al proyecto de integración europea, le permite quitarse a un socio incómodo, desleal y poderoso, lo que, una vez sorteados los problemas electorales en varios países de peso dentro de la UE, debería dar lugar a una época dorada para los europeístas más entusiastas.
A todo esto llega un tal Carles Puigdemont y lo fastidia todo intentando internacionalizar un falso conflicto y, para más lío, va y se refugia en Bélgica. El problema del desafío lanzado por los secesionistas en Cataluña es doble: por un lado, el apoyo de varios gobiernos de Estados miembros de la UE a la causa secesionista (Países Bálticos, Bélgica y probablemente algún estado nórdico), y por otro, el apoyo de partidos euroescépticos y Rusia a los secesionistas con objeto de debilitar a la UE y así intentar provocar su implosión. Hay que tener presente que el triunfo de la causa secesionistas pancatalanista podría tener un efecto dominó dentro y fuera de España, y podría generar que se pasara de la "Europa de los 28" a la "Europa de los 50", lo que para Bruselas dificultaría muchísimo a corto y medio plazo no solo el proyecto de integración europea, sino incluso la viabilidad de la actual UE.
Hay que tener en cuenta que igual que entre personas se pueden hacer "putadas", entre Estados también, y una de las mayores "putadas" que puede hacerle un Estado a otro es apoyar a grupos políticos alzados por diversas causas (políticas, económicas, religiosas....). De hecho, eso ha sido lo que está ocurriendo en numerosos países de Oriente Medio y el Magreb, donde distintas potencias han apoyado a gobiernos y rebeldes generando incluso conflictos bélicos como el de Siria. Pues bien, esta situación se vuelve muchísimo más rocambolesca cuando, en el seno de una asociación de Estados con vocación de convertirse en otro Estado absorbiendo la soberanía de los mismos, varios gobiernos apoyan movimientos secesionistas en otros Estados miembros de la asociación. De hecho, de persistir el conflicto y continuar dando su apoyo a Puigdemont y compañía, gobiernos como el belga (que hasta le ha proporcionado escolta policial a un prófugo de la justicia) podrían suponer la muerte de facto de la Unión Europea.
Lo curioso es que después de años advirtiendo desde Bruselas de lo malos que eran los partidos populistas, los referéndum tipo Brexit o el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales americanas el año pasado y resulta que quien de verdad ha puesto en jaque a la UE ha sido un cantamañanas como Puigdemont, y para más inri, va a refugiarse a un Estado pre-fallido como es Bélgica, que para más ironía, alberga las sedes de gran parte de las instituciones comunitarias. Desde luego que si la historia es cruel, la actualidad es ironía pura en prosa y con banda sonora de Beethoven.
Carles Puigdemont, como otros muchos líderes de la Alianza Libre Europea, Propugna una "Europa de los ciudadanos y de los pueblos" frente a la Europa de los Estados-nación", que es el impulso y la realidad actual. Pero una y otra pueden estar, en realidad, en manos de unos "expertos" que trabajen por su propia agenda, no al servicio de los ideales europeos: que es lo que ya sucede, de ahí tanta desafección.
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