jueves, 28 de diciembre de 2017

Exposición “OCCIDENS”: Una reflexión sobre el origen de nuestra cultura


En Pamplona tenemos la suerte de contar con una exposición permanente titulada “Occidens”, que fue inaugurada en octubre de 2012 y situada en el recinto de la Catedral, uno de los pocos en Europa que ha conservado todas sus estancias originales como las conocieron los canónigos de siglos pasados.    Está inspirada en la obra del filósofo Philippe Nemo “¿Qué es Occidente?” y trata de hacer reflexionar al visitante sobre la necesidad de conocer en profundidad nuestras raíces para extraer, desde la esencia de la civilización occidental, los argumentos con los que afrontar los retos que se nos presentan hoy en día en nuestras sociedades.

A través de diferentes piezas de arte conservadas en Navarra, la exposición nos ayuda a reflexionar, y nos sumerge en un recorrido temporal desde antiguo para sugerirnos que el sistema de valores occidental  se ha ido construyendo y  transmitiendo a lo largo de los siglos, con algunos momentos clave en los que la sociedad tuvo que tomar decisiones importantes:

- Encuentro entre la Antigüedad y el Cristianismo: Hubo que elegir entre paganismo o fe cristiana. Al escoger ésta última, se introdujo el sentido del progreso y de la historia. 

- La Cristiandad Medieval incipiente ante el Islam y otros invasores: Hubo que escoger entre dejar caer el mundo recibido o luchar por conservarlo.  Se escogió la segunda opción.

- Paso de la Edad Media a la Edad Moderna.  Aquí la elección fue la renovación y expansión de Occidente frente a su fragmentación y secularización.  La cultura moderna europea supuso un proceso de deconstrucción sistemática de sus raíces culturales y religiosas como no sucedió en ninguna otra civilización de las que existían entonces. 
             
Doctor Navarrus: Martín de Azpilcueta
Teólogo y economista, sus ideas tuvieron gran influencia en la Edad Moderna
Tiene un panel dedicado en la exposición “Occidens”

- Y así se entró en la Edad Contemporánea donde, a través de todas las revoluciones sufridas, se continuó configurando la sociedad occidental cristiana mediante la afirmación de valores como “el Estado de Derecho, la democracia, la búsqueda intelectual, la racionalidad crítica, la economía en libertad, los derechos humanos, la libertad de las conciencias, la solidaridad y la protección de los más débiles”. 

Sin embargo, en la actualidad, nos encontramos en otro gran cambio de época en el que tendremos que volver a escoger: Esta vez, la disyuntiva está entre el relativismo moral contemporáneo frente a la transmisión de valores absolutos que nunca cambian, es decir, la Verdad, la Belleza, la Libertad, el Bien, la Trascendencia.

En cierta forma, nos han hecho romper con la tradición occidental que había contribuido a la búsqueda y mantenimiento de esos valores absolutos  y, ante la decadencia que la ciudadanía percibe a su alrededor,  es necesario realizar una labor de introspección para recordar qué es lo que ha dado sentido a Occidente a lo largo de su Historia.  La ausencia de las disciplinas humanísticas en el currículo escolar tiene que ver con esta sensación de pérdida de cultura e identidad.  Pero aunque así sea, tendremos que dedicar parte de nuestro tiempo libre a aprender lo que se nos hurta, ya que no solo de nuevas tecnologías, finanzas y ciencias aplicadas se puede vivir, sin un contexto que les dé sentido.

“La escuela de Atenas”, de Rafael.

Solamente así podremos hacer frente a los desafíos que tenemos a las puertas, en forma de dificultades económicas, diferencias culturales y religiosas, e integración de unas sociedades cada vez más interrelacionadas.

Por ello conviene no perder de vista cómo se ha construido nuestra sociedad y la escala de valores que la sustentaba, porque allí encontraremos respuestas.  Además, es la forma de entender otras realidades culturales que, sin haber pasado por procesos de cuestionamiento interno, conservan los valores heredados de sus antepasados como eje vertebrador de su forma de entender el mundo.

Calíope

martes, 26 de diciembre de 2017

Breve historia del apellido "Navarro" y de su expansión


El apellido Navarro empieza como un apodo que reciben caballeros hidalgos navarros que destacaron en la reconquista de España. Y bien digo reconquista de España, porque la primera España independiente es la España visigoda, no la de los Reyes Católicos. O sea que España tiene más de un milenio de antigüedad.

La localidad zaragozana de Ejea, al comienzo del siglo XII, estaba ocupada por los moros (musulmanes del Norte de África es su mayoría, que no árabes). Es en esa época convulsa, más exactamente en 1108, cuando el Rey Batallador, Alfonso I de Aragón, toma por las armas la población, a la cual rebautiza como Ejea de los Caballeros en honor a los caballeros que lo habían seguido en la batalla.

Entre estos caballeros, había un grupo de nobles navarros, quienes eran conocidos como "Los Navarro" debido a su origen. En esta localidad zaragozana de Las Cinco Villas reciben heredad los navarros originando el apellido Navarro.

En nombre del Rey, las Cortes Generales y el Justicia Mayor de Aragón, tanto la ciudad de Ejea de los Caballeros como los descendientes de Los Navarros son confirmados en 1695 con el privilegio de infanzonía, hidalguía y nobleza.

En el transcurso de los siglos los descendientes de Los Navarro prueban su nobleza en órdenes militares como las de Santiago, Calatrava y Montesa, además de los Tercios Españoles, a órdenes del Duque de Alba, y se unen a sus Reyes en la rendición del Reino de Granada.

Escudo de una rama del apellido Navarro de Italia

El apellido Navarro fue expandido por toda Valencia (el reino levantino) en la colonización conjunta navarroaragonesa. Como en otros artículos, insisto mucho en que los datos históricos, no los cocinados en las editoriales catalanistas, nos dicen que aragoneses y navarros fueron los principales actores colonizadores del Levante, no los catalanes.

Con razón un día le preguntaba, debido a su acento, a una persona a ver si era de La Ribera navarra y me respondía que era de la provincia de Valencia.

Además de su expansión en España, el apellido Navarro pasó al Nuevo Mundo. En México los apellidados Navarro destacaron en sus ámbitos al punto de que antaño el apellido Navarro era considerado apellido de dioses porque este apellido solo lo habían tenido personas importantes.

El apellido Navarro se originó en Aragón por navarros y se extendió por la mayor parte de las regiones españolas desde tiempos muy antiguos. No obstante, no todas las familias así apellidadas tienen el mismo escudo, aunque el original es un escudo de Navarra.

Ciertamente sus ramas principales nacieron en Aragón, siendo el apellido utilizado al principio como sobrenombre aplicado a caballeros procedentes de Navarra que se asentaron en el citado antiguo reino aragonés.

Escudo del apellido Navarro con las barras de Aragón

El solar más antiguo del apellido Navarro deriva de los infanzones del linaje Espel, sito en la localidad Navarra de Isaba, del Valle del Roncal, del cual salieron las ramas que se establecieron en Aragón y demás lugares. Juan Espel fue el primero que se apellidó Navarro. Fundó además la rama de los Navarro en Valladolid.

A posteriori otras líneas pasaron a  Soria y de nuevo a Aragón. Como hemos comprobado arriba, las líneas más importantes y destacadas son las de Aragón, además de que el tronco común del apellido nace en Aragón.

El noble aragonés Juan Navarro desde Huesca pasó a realizar la reconquista de Valencia en apoyo del rey aragonés Jaime I. Juan Navarro alardeaba de su parentesco con Íñigo Arista (el Enneco de los textos de la época), generalmente considerado en la actualidad primer rey de Pamplona.

El apellido Navarro está muy extendido y es muy común en el resto de España y en la Hispanidad, pero es en la Comunidad Valenciana y en la Región de Murcia donde las cifras se disparan de lo muy extendido que está.

Andalucía y las dos grandes aglomeraciones urbanas españolas, Madrid y Barcelona, también cuentan con altas cifras de ciudadanos apellidados Navarro. Pero es que en estas dos aglomeraciones urbanas te encuentras con mucha gente de toda España. La cantidad importante de andaluces con apellido Navarro se explica por la Reconquista 

Mapa de áreas culturales de la nación española, siendo la zona amarilla la zona navarroaragonesa y la zona de España con más frecuencia del apellido Navarro.

El apellido Navarro se extiende por toda España, pero sigue en buena parte el patrón repoblador de los navarroaragoneses en la Reconquista. La zona amarilla es la de la repoblación mayoritaria navarra y aragonesa, aunque el litoral valenciano también fue ampliamente colonizado por ambos, pero en concierto con catalanes y gentes de otros lares como malteses y suizos.

La asociación y a veces pertenencia de Navarra a la Corona de Aragón expandió el apellido Navarro y otros derivados o relacionados. La Reconquista y reunificación española no sólo lo expandió por el resto de España, sino también, por medio de España se expandió por el imperio español en lo que hoy es América latina, Filipinas, el Benelux, diferentes partes de Francia e Italia...

Pamplonica

domingo, 24 de diciembre de 2017

Feliz Navidad


Desde NavarraResiste.com os queremos desear una feliz Navidad, una festividad especial para todos nosotros. Por mucho que algunos, de dentro y de fuera, se esfuercen en desvirtuar por completo, nunca harán olvidar qué se celebra en estos días.

En adelante el blog aflojará el ritmo hasta después de Reyes, pero no dejéis de echar un vistazo a los artículos que también publicaremos en estas fechas.

viernes, 22 de diciembre de 2017

Con las víctimas del terrorismo, en memoria de Juan Atarés Peña, con Vecinos de Paz


Los ciudadanos navarros tenemos una nueva oportunidad para homenajear a las víctimas del terrorismo el día 23 de diciembre; concretamente en un acto que tendrá lugar allí donde una de ellas fue asesinada por ETA en 1985. Hablamos de Juan Atarés Peña.

Nacido en Huesca en 1918, al igual que el comandante Joaquín Imaz a quien rememoramos recientemente, había rechazado llevar escolta; y ello a pesar, incluso, de que la banda le hubiera intentado asesinar hasta en cuatro ocasiones acreditadas.

Fue tiroteado en la Vuelta del Castillo de Pamplona, a escasos metros de su vivienda, unos minutos después del mediodía.

Casado con María Luisa Ayuso, tenían ocho hijos.

A los pocos minutos del asesinato, viuda y una hija se personaron en el lugar. Los fotógrafos recogieron instantáneas en las que la mujer, arrodillada, y varios hijos, además de otras personas, rezaban…


María Luisa Ayuso manifestó, según recogió ABC al día siguiente: “Ha muerto como un valiente y yo les perdono, ahora que todo el mundo habla de odio”. Y no eran meras palabras: las sobrecogedoras fotografías de aquel trágico día retrataron una familia unida en la tragedia, por el amor, la oración y, en consecuencia, la esperanza cristiana.

Tales imágenes -dolientes y devastadoras, pero también serenas- contrastaban con otros comportamientos colectivos marcados por la indiferencia, la justificación tranquilizadora, el no querer saber nada, el “algo habrá hecho”, las rutinarias condenas de “toda violencia, venga de donde venga”.

General de Brigada de la Guardia civil, había ganado varias condecoraciones militares a lo largo de su dilatada carrera profesional. A causa de un incidente con el entonces ministro de Defensa y Vicepresidente del gobierno, Manuel Gutiérrez Mellado, que tuvo lugar en noviembre de 1978, se encontraba en situación de reserva activa. Paradójicamente, ambos habían combatido en Rusia contra el comunismo.

Tal circunstancia generó ciertos latiguillos y crónicas periodísticas perversas que, aún más, estigmatizaron su ya, de por sí, devaluada condición de víctima del terrorismo, con adjetivos lindantes con la justificación.

En este ejercicio de memoria conviene traer a colación los nombres de los verdugos: Mercedes Galdós, Juan José Legorburu Guerediaga y María Cruz Azcona Larreta; no en vano, la memoria debe ser completa y no cabe la mirada parcial o la equidistancia.

El recordar a las víctimas, y el manifestarse públicamente acompañándolas, en consecuencia, son imprescindibles gimnasias de la memoria individual y colectiva. Y es que hubo víctimas y verdugos. Valientes y cobardes. Personas de bien y asesinos desalmados y fríos.

Recordar en tales términos no es inmovilismo ni intolerancia, tal y como aseveran desde determinados medios de comunicación, como el Noticias de Navarra y sus mercenarios de la pluma y el embuste. No en vano, una supuesta equidistancia moral, además de contradictio in terminis, es el ropaje habitual de la manipulación de las conciencias, la perversión del lenguaje, la destrucción de la memoria y la anulación de la Historia.

En esta fecha-aniversario, ocasión para un homenaje navideño a todas las víctimas del terrorismo, a la familia Atarés se le suma un nuevo golpe del destino: la prematura muerte de su hijo, el también general Ángel Atarés Ayuso, el pasado 2 de diciembre a los 56 años en Granada. Entre otros destinos, muchos de ellos en el extranjero, había servido en el Regimiento de Cazadores de Montaña “América 66”, tan vinculado a Navarra.


Los modélicos Vecinos de Paz han asumido –otra vez- la organización y la responsabilidad de visibilizar el triste aniversario de uno de tantos crímenes terroristas que jamás debiera haber tenido lugar.

Por todo ello, es más pertinente que nunca recordar a las víctimas, rezar por ellas, reconocer y agradecer su sacrificio –en silencio y con respeto- asistiendo a esta convocatoria pública. Sábado, 23 de diciembre, a las 19 horas, en el mismo lugar donde Juan Atarés Peña fue cobardemente asesinado.


Navarra por España/NavarraResiste.com

Cataluña y Navarra: tierras hermanas, mismo combate


Ya se conocen los resultados de las elecciones de ayer en Cataluña.

No entraremos en los repetitivos análisis cuantitativos de urgencia. Casi todo está dicho y únicamente queda esperar un cierto tiempo para poder contemplar, responsable y serenamente, las consecuencias que tales resultados acarrearán a los catalanes y a todos los demás españoles de manera casi inmediata.

Existen algunas analogías notables entre Cataluña y Navarra: ambas son tierras profundamente españolas y partícipes de la empresa hispánica. Únicamente con enormes dosis de violencias de todo tipo puede quebrantarse tal designio. Y, en contraste con ésta pertenencia e Historia común, en ambos territorios ha arraigado la ideología totalitaria, excluyente y falaz del nacionalismo separatista.

Ya tengan raíces burguesas, ya con derivas marxistas-leninistas, todo nacionalismo es un conjunto más o menos coherente de medias verdades, mucho sentimentalismo, no poco voluntarismo, cálculo a largo plazo y audacia a corto. Y, siempre, ausencia de escrúpulos.

Si algo han acreditado estos resultados, que son malos para España sin más matices, es que las políticas normativistas, a corto plazo, acomplejadas, y de perfiles únicamente economicistas, no son reclamo suficientemente para el rearme humano y moral del conjunto de las –denominémoslas por hacerlo de alguna manera aproximativa- fuerzas españolistas/constitucionalistas.

Pero la gran batalla, tanto en Cataluña como en Navarra, se viene librando en otro terreno: en el de los espíritus. Y a los espíritus hay que proporcionarles el alimento apropiado: mitos, ideales, carácter, vida, esperanza... cultura. De no ser así, cualquier impostura sentimental, especialmente cuanto más perversa sea, puede colmar el vacío existente.

Es lo que ha sucedido en Cataluña; lo que viene acaeciendo en Navarra. Extraigamos lecciones y obremos en consecuencia.

Política, sí; pero, sobre todo, cultura, metapolítica o como quiera llamársele. Pero encarnadas en la vida, la realidad y las comunidades. Y sacrificio. Y entrega.

Como bien anticipaba Javier Barraycoa en La Gaceta el pasado 20 de diciembre:

«Cabe preguntarse si alguna vez ha existido la aplicación del 155, o simplemente nos han ofrecido un espectáculo de fuegos de artificio, mientras cambiaban el escenario político de una situación que ya se había vuelto inoperable. Pero pasadas las elecciones nos encontraremos de nuevo con la misma Cataluña, los mismos agentes políticos y esencialmente el mismo problema. Se ha liberado un poco de presión para evitar que la olla exprés explote, pero el agua sigue hirviendo. Y la ilusión de los ilusos pronto finiquitará cuando descubran que su voto no ha servido para mucho. Porque, a ver si lo aprendemos de una vez, al nacionalismo se le derrota trabajando día a día, no simplemente votando cada cuatro años». Aquí lo podéis leer entero: La ilusión de los ilusos


Trabajo a largo plazo. En calles y en la cultura. Trabajo al servicio de la comunidad. Es la vía por la que viene optando Navarra por España desde su nacimiento y que proponemos a quienes mantengan el gusto por el riesgo, la responsabilidad, la vida y el amor a Navarra y España.

Sila Félix

jueves, 21 de diciembre de 2017

¡Paremos el expansionismo abertzale!


Como la mayor parte los que me lean sabrán ya, actualmente Navarra se divide en tres zonas lingüísticas: la zona vascófona, la zona mixta y la zona no vascófona. Ya hemos dicho en otras ocasiones que esta división induce la confusión debido a que en su momento se consideró como zona mixta aquella en la que pese a existir una minoría casi residual de vascoparlantes, presumiblemente hace algunos siglos esta minoría habría sido sensiblemente mayor. Mientras, la zona vascófona es aquella del norte de Navarra en la que actualmente existe una mayoría vascoparlante, pero también una minoría nada despreciable castellanoparlante que se sitúa en torno al 40% y cuyos derechos lingüísticos son pisoteados de forma sistemática.

Esta división es un error, como vengo diciendo, ya que prima consideraciones románticas referentes a supuestas realidades lingüísticas pasadas; frente a los hechos estadísticamente cuantificables. En Navarra no existen de facto tres zonas sino dos, una zona mixta al norte de Navarra en la cohabitan vascoparlantes bilingües y castellanoparlantes monolingües; y una zona no vascófona que abarcaría la zona media y el sur de Navarra, zona que aun a día de hoy es muy mayoritariamente monolingüe castellanoparlante.

Dicho esto, no pretendo confundir los deseos con las realidades y soy consciente de que esta realidad difícilmente va a cambiar si no es a peor. Parecido piensan al menos por el momento en el PNV/Geroa Guay donde el bocachancla de Koldo Martínez ya se encargó de revelarnos su estrategia a este respecto: mantener la división como está configurada e ir realizando cambios graduales para implantar el bilingüismo de facto. Por ejemplo, extendiendo el área de influencia de las zonas vascófona y mixta, a modo de cárcel soviética ya que por ejemplo aquel municipio que pasa de la zona no vascófona a la zona mixta, no puede dar luego marcha atrás. Que se lo pregunten a Cizur Menor.

Esta estrategia obedece al fin y al cabo a aquel principio que dice que puedes cocer a una rana si la introduces en agua templada y gradualmente vas subiendo la temperatura hasta la ebullición, pero que si la introduces directamente en agua hirviendo, la rana saltará inmediatamente antes de quedar escaldada. En otras palabras: los vasquistas introducirán cambios graduales para que nos vayamos acostumbrando hasta llegar a el horizonte final de su secta, que es una Navarra monolingüe euskalduna en la que el uso del castellano ha sido erradicado.


Actualmente tenemos una zonificación que es mejorable pero que en cierta manera ejerce de muro de contención para evitar que zonas como Tudela también se pudran de abertzalismo. Por lo tanto debemos presionar de forma activa, en los ámbitos de acción de los que cada uno disponemos, para que este estatus no cambie. El siguiente paso remarcable en la agenda del nacionalismo es la imposición del bilingüismo en toda Navarra, usando los métodos que ya conocemos todos. La gran batalla para aquellos que podemos mirar a más de cuatro años vista, es detener el proceso de imposición del euskera en toda Navarra al que ellos llaman inmersión lingüística.

Acto seguido al bilingüismo legal, que no real, vendrá la preponderancia de la lengua vasca sobre el español, importándoles muy poco que sea el idioma de inmensa mayoría de los ciudadanos. Podemos ver en la foto que abre este artículo que en el parking de la Plaza del Castillo ya se han aplicado el cuento y colocan al euskera por encima del español y con una letra más grande. No solo ocurre en espacios privados, en los pueblos donde gobierna el PNV/Geroa Guay ya ponen al euskera por encima del castellano en su cartelería, y en Pamplona Asiron ha suprimido directamente el nombre español de la Chantrea para poner solamente el término vasco de Txantrea; que con esa tx queda más feo que Picio, todo hay que decirlo.

Ante estas faltas de respeto uno se puede sentir impotente, pero un buen principio es el tomarnos la rotulación por nuestra propia mano, es decir, comprar un spray negro y tachar aquellos letreros que todos hemos pagado y que ningunean la realidad hispanohablante de esta tierra. Ha trascendido que ya hay ciudadanos ejerciendo este sano derecho de protesta en la Ribera, Sanguesa o la Comarca de Pamplona. Y tú, ¿eres rana o persona? ¿te limitarás a protestar en Facebook o harás algo en el mundo real?

Hispano

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Navarra es monolingüe


Un 15% de vascófonos no hacen a Navarra bilingüe. Navarra tiene un mayor porcentaje de anglófonos que de vascófonos y nadie comete el absurdo de decir que Navarra es trilingüe. Por ejemplo el porcentaje de anglófonos en Madrid es mayor que en Navarra y eso no convierte a Madrid en bilingüe.

Tampoco a nadie en su sano juicio se le ocurriría la sandez de decir que Madrid es bilingüe. Así que no, Navarra no es bilingüe ni trilingüe, Navarra es monolingüe. Hay un pequeño porcentaje de navarros bilingües, trilingües, cuatrilingües..., pero Navarra es monolingüe.

Navarra, a diferencia de Guipúzcoa, Vizcaya, Galicia y Cataluña no es ni ha sido bilingüe nunca, como nos quiere hacer creer la etarrada.

En Cataluña por ejemplo los autóctonos siempre han sido bilingües. Tengo familia en Cataluña que emigró allí por motivos laborales como otros tantos españoles. A los no catalanes se les llama charnegos. Pues bien, mis familiares charnegos tuvieron que aprender catalán porque todo el mundo lo conocía, incluso durante los tiempos de Franco.

En Cataluña se sabe de innumerables casos de exclusión en las aulas contra los niños que no hablan catalán. Lo que hacen con los niños con el catalán lo hacen aquí con el euskera. Conozco casos en La Ulzama y aquí en Pamplona, en Buztinchuri.

En Buztinchuri al menos hay una clase en la que una parte estudiaba euskera como asignatura. Se hacían actividades de juegos para los niños de euskera mientras la parte de la clase que no tenía la asignatura de euskera estaba en un rincón apartada y excluida de los juegos. Esto es una actitud fascista y pasa en pleno s. XXI. También me constan de casos de estos en La Ulzama.

Conociendo a los euskosectarios, seguro que éstos no son una excepción, sino la norma por la que se rigen contra el idioma de todos los navarros.

En Navarra es mayoritario el español porque el aragonés hablado en Navarra (conocido localmente como navarro) se asimiló al castellano poco a poco. No por imposición de ninguna invasión de Castilla, sino por el prestigio que tenía esta lengua.

Navarra, C. Valenciana y Murcia son autonomías básicamente monolingües, con áreas bilingües de vascuence-español en la primera y valenciano-español en las otras dos. Esto convierte a nuestras autonomías en blanco de los ataques de las aspiraciones anexionistas vascas y catalanas.

Aquí en Navarra no son pocos los vascófonos que comentan que no les agrada el batúa (vascuence guipuzcoano básicamente). En el caso de Valencia y Murcia sienten que se les quiere imponer una lengua ajena a la suya, el catalán, con el falso nombre de valenciano.

Pero al margen de las lenguas minoritarias de nuestra regiones, la abrumadora mayoría hispanófona está hasta la coronilla de que se trate al español como lengua de segunda clase.

Mapa del País Vasco y Cataluña con las regiones españolas que aspiran a anexionarse a pesar de que la abrumadora mayoría de sus respectivos habitantes no tengan la más mínima intención de ser anexionados y menos de independizarse de España.

Aquí en Navarra ni siquiera la cuarta parte de nacidos en nuestra provincia hablan euskera, ni tampoco quieren, porque, entre otras cosas, saben que la enseñanza en euskera está contaminada por el adoctrinamiento abertzale. Por desgracia no es sólo cuestión de aprender una lengua, sino que el objetivo de la enseñanza del euskera es ganar conversos al nacionalismo vasco.

Por eso la insistencia del Euskogobierno de Navarra en que todas las ofertas públicas de empleo requieran el euskera. Por un lado excluyen a los navarros no aberchungos e hispanohablantes de otras zonas. 

Por otro lado traen con las Ofertas Públicas de Empleo (OPEs) sólo médicos, profesores... abertzales (colonos) a puestos desde los que pueden proselitar en favor del nacionalismo.

Además si lanzan sólo ofertas laborales para vascófonos están mandando el mensaje que quieren dar de forma desesperada: "si no aprendes euskera no mantendrás tu puesto de trabajo. Y si no mandas a tus hijos a euskera no tendrán futuro laboral en Navarra."

Ellos calculan que con ese mensaje todos los padres de niños mandarán a sus hijos a algún tipo de colegio o ikastrola con inmersión lingüística y esos niños votarán abertzale de adultos como ha pasado en Tafalla, un pueblo no abertzale antes de poner ikastrola y de que sus alumnos se hicieran adultos.

La lengua con sus conversos al nacionalismo es un buen plan para que Euskal Herria conquiste la españolísima y rebelde Navarra. Sin embargo Navarra seguirá españolísima e insumisa a la dictadura de Euskal Herria.

Pamplonica

martes, 19 de diciembre de 2017

La bandera que certeramente une Navarra


El año que ya termina, 2017, bien podría resumirse, en lo que respecta al navarrismo político representado por UPN, como el año de las pancartas… y el desconcierto. No en vano, desde su sede central de la plaza Príncipe de Viana de Pamplona viene exhibiendo una sucesión de pancartas que, a no pocos de sus votantes, les está dejando un tanto fríos; por no decir, perplejos.

La primera de todas era –vuelve a ser hoy- una pancarta roja en la que, con letras blancas, puede leerse: “La bandera que une Navarra”; ilustrándose con un escudo ligeramente escorado hacia la derecha –todo hay que decirlo- de las cadenas y la corona.


Además, en uno de los balcones circulares, el situado a la izquierda de la pancarta según se mira de frente, siguen luciendo, al igual que años atrás, las cuatro banderas en mástil y en este orden: la de UPN, España, Navarra y Europa. Dos más de Navarra, junto a un cartel con el logo de entonces, permanecieron instalados en otras tres ventanas de la sede, tal y como puede observarse en la fotografía correspondiente al 1 de mayo pasado que ilustra este texto, durante unos meses.


Tras el éxito de la manifestación realizada el pasado 3 de Junio en defensa de la bandera de Navarra -convocada por una comisión que adoptó la que entendemos desafortunada idea de disolverse- y en la que Navarra por España/NavarraResiste.com, discretamente, participó tanto en determinados aspectos de su organización y publicitación, como de su desarrollo, la sustituyeron por una segunda. De tal modo, en letras negras sobre fondo blanco se afirmaba: “Todos somos Navarra – nuevo logo y sigla de UPN - Todas somos Navarra”. No gustó demasiado, y ello por dos motivos. El primero: ese “todos/todas”, para muchos, se antojaba a modo de una cierta concesión al lenguaje inclusivo característico de la ideología de género, omnipresente hoy y característica del radical-progresismo políticamente correcto, que no parece –nos atrevemos a decir- caracterice al votante UPN; al menos al de “toda la vida”. Y en segundo lugar, el nuevo logo del partido no ofrecía, según muchos, el vigor, la resolución, y la rotunda afirmación que requiere un partido de oposición al que le queda mucho, muchísimo que bregar. Que aquí no hay nada seguro.


Llega ahora el turno de la tercera. De cara a las universales y unánimes celebraciones feministas del 25 de noviembre, UPN quiso estar presente con una nueva que bien pudiera haber sido desplegada en la sede de Podemos (si bien difícilmente, pues no tiene balcones), la de Izquierda-Ezkerra -tan entretenidos ellos, ahora, con los escraches de sus queridos amigos de la izquierda abertzale y demás euskaltzales- o la del Talde Autodefentsa Feminista de la Milagrosa. Así, sobre ortodoxo fondo morado, tan largo pasquín así rezaba: “esquemático logo de UPN –contra la violencia de género – lazo morado”. Chúpate esa. De hecho, no es la primera vez que en este blog nos hemos referido a la deriva ideológica que se viene percibiendo en el partido a cuenta de la recepción en el mismo de algunos aspectos de la ideología de género. Recuérdese, por ejemplo nuestra crítica a un desafortunado artículo de Eradio Ezpeleta en un prestigioso digital navarro. Todo ello sin acritud, que conste.

Artículo relacionado: UPN y la ideología de género

Al no estar subtitulado en portada, del digital en cuestión, ingenuamente más de uno pensaría que, acaso, se tratara de una invocación a que su partido saltara al ...
Por último, para terminar el año, acaso con ánimo de alumbrar el próximo 2018, se ha vuelto a instalar la primera de las tres citadas. De este modo no se ha cumplido la predicción que, desde un dudoso medio digital, anticipó semanas atrás algún bromista en un meme que circuló por whatsapp y alguna otra red social, y que de haber tenido lugar hubiera supuesto un verdadero terremoto en su electorado… y no pocas carcajadas (http://www.12minutos.com/5a1ff137d1797/la-deriva-de-union-del-pueblo-navarro-en-cuatro-imagenes.html). Algo es algo.

De entrada, una valoración positiva: es de agradecer- y necesario para la causa común- que UPN se visibilicen la calle con sus símbolos y mensajes propios; si bien debiera hacer mucho más para contrarrestar el despliegue de tan numerosas y activistas izquierdas operativas en Navarra. Ciertamente, muchos visitantes ocasionales de Navarra se llevan, en la retina y memoria, la imagen de un territorio que bien parece hacer realidad –especialmente en algunos barrios y localidades- el paraíso de toda causa radical por disparatada que suene.

En todo caso, nos parece muy bien esta “salida del armario”, ¿o acaso el espacio público es patrimonio exclusivo de las izquierdas radicales? Ya va siendo hora, pues, de salir a la calle y hacerse visibles de manera cotidiana. Bienvenidos.

Tras este recorrido iconográfico, nos centraremos en el mensaje y oportunidad de la pancarta que más tiempo ha sido exhibida en la sede central de UPN, y con la que inauguraron y cerrarán el presente año: la que dice “La bandera que une Navarra”.

Una primera pregunta: ¿a qué bandera se refiere?, pues nunca deben darse las cosas por sentadas. Sería incomprensible que la afirmación de la pancarta se remitiera a la propia bandera de UPN, primera posibilidad; no por indigna, sino por partidista y, por lo tanto, propia de una facción. Jamás debiera identificar tal enseña a todo el territorio y sus gentes. De hecho, semejante pretensión totalitaria es propia de otras ideologías en pugna. Así, está el caso de ese partido cuya bandera pretendía representar a la inicial facción vizcaitarra; para después extenderla a ese invento denominado Euskadi que englobaría -además de Vizcaya y demás Vascongadas- a la propia Navarra y a los territorios vascofranceses. Efectivamente, nos referimos al PNV y su purrusalda tricolor, quienes han logrado instalar a una de los suyos en la presidencia del mismísimo Gobierno Foral de Navarra, junto a su cohorte de guipuchis resentidos y vengativos: Uxue Barkos. De tal modo, la que fuera partidaria se convirtió finalmente en bandera de varios territorios; y para muchos de sus habitantes, en símbolo sagrado de un proyecto secesionista de alcance totalitario, llegando a desbordar -por todas sus izquierdas- a sus primigenios visionarios.

Como segunda posibilidad, tampoco parece plausible que la mencionada leyenda se remita a la bandera europea, pues tal proyecto en agónica marcha -a pesar de todo lo que viajamos los navarros y de nuestra inequívoca vocación continental- todavía nos resulta un poco ajeno y no llegamos a sentir por el azul y sus estrellas, en nuestras vísceras y razón, toda la emoción y demás evocaciones que nos genera la roja nuestra. Entonces, ¿hablamos de la de Osasuna? No, por Dios, ¡hablamos de la navarra! Ni más ni menos.

Al afirmarse que la roja es “La bandera que une Navarra” se entiende que las otras presentes en esas alturas, u otras que no figuran allí, a sensu contrario, no unirían Navarra: es el caso de la ikurriña, por ejemplo. O la del Real Madrid, o la de la Real Sociedad. Vale. Incluso la LGTBQI. Pero –y este es el quid de la cuestión- los autores de la pancarta, ¿también perciben de este modo a la española? Entonces, para ellos, ¿qué es la bandera nacional?: ¿un signo de división? Pero, ¿no es UPN un partido español?


En el caso de nuestra bandera roja, desde Navarra por España/NavarraResiste.com, tenemos una experiencia que destacar y de la que aportamos un botón de muestra (véase la ilustración). Lo amigos de esta red ciudadana hemos colocado miles de pegatinas por toda Navarra también a lo largo de este año que acaba. Entre tales figuran las correspondientes a un modelo rectangular de fondo rojo en la que se dice “Defiende Navarra” en leyenda circular en torno al escudo de Navarra. Pues bien: guarros, abertzales y demás republicanos irredentos, lo primero que hacen, cuando no es arrancarla directamente, es borrar o tachar la corona. La intencionalidad es evidente: se sienten republicanos y, además, no les gusta para nada –dada su condición de panvasquistas- tal representación; pues invocaría la Navarra que quieren “superar”. La suya sería una hipotética “Navarra del progreso” -una incierta utopía- en todo caso alejada de la auténtica Historia de nuestro pueblo, que rechazan por “triste, rancia y sangrienta”; pero que otros muchos percibimos verdadera. Con lo bueno y con lo malo; y a la que miramos con respeto, admiración y agradecimiento, con los dos ojos; no con uno sólo.

Lo cierto es que la bandera roja y sus cadenas tiran mucho, de ahí ese intento de apropiarse el navarrismo desde la izquierda abertzale: tanto con su discurso, como a nivel simbólico mediante el enorme despliegue de banderas con cadenas de diseños “alternativos” al oficial que vienen realizando y no con poco éxito.

Sin faltarles en ello coherencia –la propia de un discurso dialéctico y cerrado-, tanto nacionalistas vascos de todas las tendencias, como los napartarras que todavía los hay, entienden que, aunque muy parecida, la bandera que imaginan en sus delirios para su supuesta nueva Navarra -esa Nabarra irredenta y vasca conquistada a sangre y fuego por los españoles- no puede ser la misma que la de “los de siempre”; decantándose por otra también roja, sin corona, ni diamante, con unas cadenas simplificadas, y diferenciada en todo lo posible de la “oficial”.


Como resumen, se deduce de todo lo anterior que tampoco la bandera navarra “oficial”, que UPN dice une a todos los navarros, nos integra realmente. No en vano, muchos –los separatistas- no quieren hacerlo en modo alguno; ni desean tener nada que ver con quienes consideran sus enemigos a batir y toda su simbología. Si de ellos dependiera, borrarían –o la deformarían hasta hacerla irreconocible, y bien que están en ello- unos cuantos siglos de historia navarra sin ningún remordimiento. Y ya sabemos de qué violencias son capaces.

Por último, y ya puestos a contemplar todas las sensibilidades existentes en Navarra, también perviven -¿por qué renegar de ellos?- quienes se identifican con la bandera de Navarra y su Laureada tan perseguida. Y es que, sin entrar en mayores polémicas, también forma parte de la Historia, ¿o no?

Observamos, así, que nuestra bandera -actual y oficialmente prescrita- no goza de una absoluta unanimidad; tal y como se apunta -un tanto candorosamente- en la balconada. Y es que no se puede contentar a todos.

Si se pretende buscar unos símbolos –una bandera incluso- que unan a gentes navarristas y separatistas, seamos realistas: no es nada sencillo. En realidad, es imposible, pues la pretensión del separatismo es de totalidad; lo que no le permite transacción alguna. Ni siquiera con un pasado histórico y/o simbólico que no sea el reelaborado desde su concreta concepción dialéctica y deconstructiva.

Por muchos puentes que se les tienda, los separatistas panvasquistas –también los napartarras y los novísimos confederales vascos- siempre encontrarán motivos de fricción; por lo que seguirán elaborando, tal y como vienen haciéndolo eficaz y tenazmente, signos identitarios exclusivos, al objeto de diferenciase inequívocamente de “los otros”. Todo ello al objeto de establecer un ulterior escenario histórico-político en el que estigmatizar y segregar a placer a quienes perciben como enemigos; no en vano aspiran al triunfo. A uno total.

De tal modo, “La bandera que une Navarra” admite muchas reservas e insumisiones. No goza, pues, de la unanimidad de quienes pretenden imaginar una simbología inequívocamente unitaria. ¿Entonces…? Como declaración de intenciones está bien; pero no responde a la realidad y genera alguna que otra confusión.

Realmente, entendemos desde Navarra por España/NavarraResiste.com, que la única bandera que certeramente une Navarra -hacia dentro y hacia fuera- es la maltrecha, malmirada, maltratada y postergada bandera amarilla y roja: la de la patria española.  


Hacia fuera decimos, pues nos identifica con otras gentes lejanas -o vecinas- en el solar patrio de nuestros antepasados; pero con las que compartimos tierra, tradición, Historia y proyecto desde hace siglos. Y con las que nos hemos mezclado carnalmente desde muchos tiempos atrás: ya desde que los romanos trazaron sus todavía eficaces calzadas por toda la piel de toro conectándonos con el resto de Europa.

Ciertamente, también están quienes exhiben otra bandera de pretensión ibérica, cuanto menos: la tricolor denominada republicana, pues incorpora una franja morada supuestamente castellana; si bien los castellanos enarbolaban un color rojo que, con el tiempo y bajo los efectos de la oxidación, degenera en esa tonalidad. Pero, a día de hoy, no deja de ser la bandera de facción –facciosa, pues- enarbolada con intenciones muy diversas: además, no fue votada popularmente en referéndum, caso de la bicolor actual junto al resto de articulado de la Constitución del 78. La tricolor fue impuesta, recuérdese, por un Decreto-Ley en su día. De modo análogo, la reverdecida y pujante pretensión de remitir la legitimidad de la España actual a aquella triste Segunda República, sectaria y excluyente, es contraria a la lógica del Derecho, de la Historia, de la paz civil y del sentido común. Y todo ello -a mayor abundamiento- en absoluta contradicción con las generosas posiciones del Partido Comunista de España de aquellos años de la Transición, quien asumió la bicolor sin complejos ni sectarismos cortoplacistas. Si Santiago Carrillo levantara la cabeza…

Por último, la bandera española nos une hacia dentro: a los hablantes de todos los idiomas vivos en Navarra; a los habitantes de todas las merindades; ya sean del campo o la ciudad; inmigrantes, emigrantes y en la comodidad del hogar. Con el pasado, el presente, y el futuro que quieren asesinar los separatistas.

Me dirán ustedes que los nacionalistas panvasquistas no quieren esta bandera bicolor ni en pintura: ¡qué novedad! Pero seamos realistas: ¡tampoco la “oficial” navarra! Pues eso pretenden: reinventar la propia Historia en su intento de legitimación de un proyecto ideológico de pretensiones totalitarias. Ni más ni menos. Y en ese proyecto de “construcción nacional vasca” sobra todo lo que no sea de facturación propia. La bandera española, símbolo y expresión de todo lo que se quiere destruir, en primer lugar. Pero también la bandera roja “oficial”.

La cuestión que se plantea verdaderamente es: a todos aquellos que comulgan con esas premisas totalitarias del separatismo, ¿es posible integrarlos en un símbolo previo y compartido con gentes de otros proyectos? La respuesta se impone: no. Se haga lo que sea. Y ello es así por su estricta y consciente voluntad. Es lo que tiene la ideología: define, reinterpreta y divide. Nos guste o no. Entonces, ¿para qué hacer concesiones simbólicas? ¿Acaso un navarrismo rebajado de españolismo va a ser atractivo para los separatistas de cualquier tendencia? ¿Realmente alguien se lo cree?

La Navarra foral y española por cuya continuidad y renovación se edificó UPN, por parte de Jesús Aizpún y tantos otros, no es compatible con ningún proyecto totalitario. Hay que tenerlo claro: “ellos” son los quieren marcharse y vienen imponiendo sus violencias cotidianas. Y nunca admitirán nada que proceda de sus rivales. Ni un símbolo, ni status quo alguno que a lo sumo entenderían como meramente transitorio. El que sea. Los que sean.

Y si en UPN alguien pretende desplazarlo hacia un proyecto napartarra y posmoderno: que lo diga claramente. Y que lo defienda expresa y democráticamente. En tal caso, bases y pueblo hablarían... No en vano, su militancia y electorado tienen derecho a exigir claridad y responsabilidad. Y todo ello exige firmeza en el mensaje y los símbolos constitutivos y fundacionales; los de este partido pero, sobre todo, los de esta tierra, los de esta nación y los de nuestro pueblo. A pesar de las dificultades y las desafecciones.

Nos preguntábamos, a lo largo de este texto, si los autores de la susodicha pancarta percibirían la bandera española como signo de división: mucho nos tememos que, acaso de manera inconsciente, la respuesta sea afirmativa. Ojalá nos equivoquemos. Lo que es evidente es que nuestra bandera roja y amarilla es un signo de contradicción. Y por lo tanto, de afirmación positiva y propositiva.

Es bien sabido y conocido: en esta vida nunca se puede predicar a gusto de todos. De modo que la realidad que nos ha tocado vivir -conflictiva y trágica sin duda- puede afrontarse, activamente y con decisión, desde la fidelidad a las propias creencias, a los valores de siempre, y a la Historia recibida. Por el contrario, puede hacerse desde la comodidad, la abulia y el espíritu de renuncia. O desde un cándido buenismo que, incluso, es menos realista y más ideológico en el peor de los sentidos.

Sin complejos, sin remordimientos, y con esperanza. La bandera que une certeramente Navarra: ¡la española!

Sila Félix