Ya se conocen los resultados de las elecciones de ayer en Cataluña.
No entraremos en los repetitivos análisis cuantitativos de urgencia. Casi todo está dicho y únicamente queda esperar un cierto tiempo para poder contemplar, responsable y serenamente, las consecuencias que tales resultados acarrearán a los catalanes y a todos los demás españoles de manera casi inmediata.
Existen algunas analogías notables entre Cataluña y Navarra: ambas son tierras profundamente españolas y partícipes de la empresa hispánica. Únicamente con enormes dosis de violencias de todo tipo puede quebrantarse tal designio. Y, en contraste con ésta pertenencia e Historia común, en ambos territorios ha arraigado la ideología totalitaria, excluyente y falaz del nacionalismo separatista.
Ya tengan raíces burguesas, ya con derivas marxistas-leninistas, todo nacionalismo es un conjunto más o menos coherente de medias verdades, mucho sentimentalismo, no poco voluntarismo, cálculo a largo plazo y audacia a corto. Y, siempre, ausencia de escrúpulos.
Si algo han acreditado estos resultados, que son malos para España sin más matices, es que las políticas normativistas, a corto plazo, acomplejadas, y de perfiles únicamente economicistas, no son reclamo suficientemente para el rearme humano y moral del conjunto de las –denominémoslas por hacerlo de alguna manera aproximativa- fuerzas españolistas/constitucionalistas.
Pero la gran batalla, tanto en Cataluña como en Navarra, se viene librando en otro terreno: en el de los espíritus. Y a los espíritus hay que proporcionarles el alimento apropiado: mitos, ideales, carácter, vida, esperanza... cultura. De no ser así, cualquier impostura sentimental, especialmente cuanto más perversa sea, puede colmar el vacío existente.
Es lo que ha sucedido en Cataluña; lo que viene acaeciendo en Navarra. Extraigamos lecciones y obremos en consecuencia.
Política, sí; pero, sobre todo, cultura, metapolítica o como quiera llamársele. Pero encarnadas en la vida, la realidad y las comunidades. Y sacrificio. Y entrega.
Como bien anticipaba Javier Barraycoa en La Gaceta el pasado 20 de diciembre:
«Cabe preguntarse si alguna vez ha existido la aplicación del 155, o simplemente nos han ofrecido un espectáculo de fuegos de artificio, mientras cambiaban el escenario político de una situación que ya se había vuelto inoperable. Pero pasadas las elecciones nos encontraremos de nuevo con la misma Cataluña, los mismos agentes políticos y esencialmente el mismo problema. Se ha liberado un poco de presión para evitar que la olla exprés explote, pero el agua sigue hirviendo. Y la ilusión de los ilusos pronto finiquitará cuando descubran que su voto no ha servido para mucho. Porque, a ver si lo aprendemos de una vez, al nacionalismo se le derrota trabajando día a día, no simplemente votando cada cuatro años». Aquí lo podéis leer entero: La ilusión de los ilusos
Trabajo a largo plazo. En calles y en la cultura. Trabajo al servicio de la comunidad. Es la vía por la que viene optando Navarra por España desde su nacimiento y que proponemos a quienes mantengan el gusto por el riesgo, la responsabilidad, la vida y el amor a Navarra y España.
Sila Félix
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