Este primer domingo del año, día 7 de enero, el diario filoterrorista Gara proclamaba en la parte superior de la portada, tanto impresa como digital: «La política carcelaria afecta a los más vulnerables, los hijos».
Tal sentencia procede de la entrevista a Enara Izagirre («madre de dos hijos con el padre preso») e Iñaki Barrutia Arregi («psicólogo clínico») que justifican así: «En la actualidad son 113 los menores de 18 años con el padre, la madre (o ambos) en la cárcel. Los llaman los “niños de la mochila”. Sus vivencias y problemas han quedado en un segundo plano durante años. Ahora empieza a romperse el tabú». Y, si bien no los mencionan expresamente en ningún momento, al denunciar «la dispersión» y la «política penitenciaria arbitraria basada en la venganza y en la crueldad que se ha impuesto a los presos políticos vascos», no es difícil deducir que se está hablando de niños con padres terroristas de ETA. Ya en el interior, la entrevista destaca: «Nuestros hijos no se merecen tener que soportar esta carga». Pero, ¿a qué se refieren?: ¿viajar todos los fines de semana por obligación, o tener un padre y/o una madre terrorista?
Extracto del vomitivo editorial victimista publicado en el diario proetarra Gara
Toda la entrevista es un ejemplo de cobardía (escudarse en niños), victimismo (omitiendo que los terroristas eligieron voluntariamente asesinar cobardemente o colaborar con quiénes así procedían) y sentimentalismo barato (publicada justo al terminar las fiestas de Navidad).
En su conjunto es, pues, puro oportunismo avalada por el “humanísimo” psicólogo de turno.
«El causante de la causa es causante del mal causado»; un aforismo jurídico, pero real como la vida, que suelen ignorar, generalmente, tanto los terroristas, sus familiares y quienes les apoyan; sobre todo cuando les conviene.
Los terroristas de ETA eligieron, de manera libre y consciente, asesinar; independientemente de que las víctimas tuvieran hijos o no.
También decidieron procrear, ya dentro de prisión: fueron egoístas. Seguramente, como prototípicos radical-progresistas al uso, sentenciarán que “hay demasiada gente en el mundo”, pero su linaje, por alguna causa inexplicable, sí merecería prolongarse en el tiempo: ¿acaso por capricho propio?, ¿para dar sentido a sus oscuras vidas en prisión?, ¿para incorporar tan privilegiados genes a su movimiento totalitario y facilitar su renovación generacional? ¿Para educar futuros “gudaris”? En cualquier caso se arrogan múltiples derechos que a otros negaron total y radicalmente. Sin posibilidad de enmienda. Sin arrepentimiento.
Asesinaron a padres y madres que también tenían hijos. Asesinaron a hijos, incluso niños, que tenían padres, hermanos y abuelos. ¡¡Asesinaron a padres delante de sus niños!! Les negaron toda posibilidad de tener un futuro en común, salvo en los cementerios. Les privaron, incluso ¡la posibilidad de cargar una mochila!, que, en definitiva, puede portar esperanza y no sólo dolor.
Tamaño ejercicio de hipocresía no tiene límite. Su capacidad de manipulación -incluso de quienes más debieran estimar y cuidar, sus propios hijos- es absoluta. Su desmemoria, perversa. Su doble moral: extrema. No se permiten respetar, siquiera, la mismísima inocencia de sus niños.
Y todo un sector de la sociedad vasca y navarra mira, escucha y asiente. Incluso se conmueve. Un ejercicio de pura perversión moral; el fruto de haber deshumanizado, primeramente, a sus desafortunadas víctimas. Y, transgredida esa primera gran “línea roja”, todo se permiten; todo justifican.
Son terroristas. Y punto.
Sila Félix
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