La semana pasada Izquierda-Ezkerra nos recordó su propuesta electoral (de 2015) de derribar cuanto antes el Monumento a los Caídos porque, entre otros motivos, no tiene “ningún valor artístico” y “urbanísticamente es un impedimento a eliminar”. Estos argumentos nos parecen sumamente peligrosos y poco adecuados en pleno siglo XXI. Vamos a ver por qué el valor artístico, siendo importante, no es lo único que importa a la hora de apreciar un monumento como bien cultural.
Durante el transcurso del siglo XX, se produjo una evolución desde el concepto de Patrimonio histórico-artístico al de Patrimonio Cultural. El concepto de Patrimonio histórico-artístico estaba formado, hasta principios del siglo XX, por un solo conjunto de bienes: Los monumentos con cualidades históricas o artísticas. Sin embargo, la destrucción bélica de las dos guerras mundiales y la desolación producida generó un debate teórico importante que recogió la necesidad de proteger todo tipo de bienes. Así pues, el Patrimonio poco a poco difuminó sus límites para acoger otros muchos bienes con cualidades muy diversas, pero con la misma capacidad informativa sobre el pasado de un pueblo.
Este cambio hizo que el criterio de valoración de los bienes no se basara solo en las cualidades artísticas, sino en la capacidad de los bienes para ofrecer información sobre lo sucedido en la Historia. Los bienes culturales, por lo tanto, pasaron a ser valorados por su condición de testimonio; no solo por su valor intrínseco artístico o estético. Según esta perspectiva, el Patrimonio Cultural se construye poco a poco y se va dotando de contenido con los bienes que se van generando con el paso del tiempo en un lugar concreto. A esto se le conoce como la función social del Patrimonio Cultural, ya que el patrimonio es un registro de la memoria social, de un pasado y presentes compartidos y vividos. La memoria y la experiencia compartida determinan la identidad de un pueblo.
Y aquí llegamos al meollo de la cuestión. Cuando Bildu o Izquierda-Ezkerra quieren derribar el monumento, o arrancarle la cúpula de cuajo, lo que quieren realmente es eliminar la historia espiritual de Navarra, expresada precisamente en los frescos que el valenciano Ramón Stolz realizó en el año 1950. En esas pinturas se nos habla de la labor evangelizadora de San Francisco Javier; de Sancho el Fuerte y las Navas de Tolosa; de San Miguel de Aralar; las romerías a Ujué y Montejurra; las guerras carlistas y los voluntarios en la Guerra Civil. Todo un programa que algunos quieren ver borrado de la memoria colectiva.
Si de arquitectura hablamos, la cúpula está entre las más grandes de España: Mide 24 metros de diámetro y tiene alrededor de 80 metros de perímetro. La superficie pintada es de 697 metros cuadrados y, en total, la composición contiene noventa y una figuras. Stolz realizó esta tarea entre el 16 de agosto y el 16 de noviembre de 1950, como consta en la firma con la que el artista terminó su obra.
Con el derribo también quieren derribar la historia real de Navarra, lo que realmente sucedió en el pasado. Necesitan hacer ver ahora que la Navarra de 1936 no existió; que ningún navarro salió de su pueblo para defender su tradición y su fe contra el comunismo y el nacionalismo separatista. Aunque en la actualidad ya no queda nadie para contarnos cómo fue aquel empuje generacional por salvar la forma de vida que conocían, ahí está el Monumento para recordárnoslo.
Por todo ello es vital su conservación tal y como nos ha llegado hasta hoy en día, encontrándole un uso adecuado a su dignidad que permita el mantenimiento de su estructura, y ofrezca a la ciudadanía un mejor acercamiento a un edificio que siempre ha estado ahí, pero del que se desconoce su origen y su significado.
Calíope
Afortunadamente, ya están en marcha algunas iniciativas para su mantenimiento: Amigos del Monumento, Plataforma por un Museo de la Ciudad y, la más reciente, Plataforma Navarra en Defensa del Patrimonio Cultural, Artístico e Histórico (correo de contacto: navarrapatrimonio@gmail.com).
ResponderEliminarEs necesario dar un paso, persona a persona, y comprometerse.