Italia es, sin ninguna duda, uno de los países más fascinantes y contradictorios al mismo tiempo. Alternando glorias y peleas de familias, períodos de dominación incontestables y largos siglos de ocupación de su suelo, está hecha a imagen de su geografía: una serie de mundos en el mundo, un conjunto de colinas escarpadas y horizontes hasta donde llega la vista.
El pasado domingo 4 de marzo, los italianos han demostrado otra vez su capacidad para sorprender (y sorprenderse) tras las elecciones legislativas, las más importantes dentro del régimen parlamentario. Una tabla de comprensión del voto precederá los posibles escenarios. Pero, primero, volvamos atrás para realizar un rápido análisis de las fuerzas políticas más importantes que se enfrentaban.
• El PD – Partido Demócrata: encabezado por un Matteo Renzi en horas bajas. Es él quien, después del batacazo previsible en el referéndum de 2016, había abandonado el poder como lo había prometido. Pero, jugando con el hecho de no haber previsto elecciones en el corto plazo (a través del pretexto de la elaboración de una nueva ley electoral), pudo poner en su lugar, con la colaboración del transparente presidente Mattarella, un primer ministro de (larga) transición, el muy estimado Paolo Gentilioni, todavía en el puesto. El partido socialdemócrata (o socioliberal, ¿alguien es capaz todavía de establecer la diferencia?) está agónico y ha hecho campaña sobre la profundización de la integración europea, sobre temas de sociedad secundarios, sobre la acogida a los inmigrantes y sobre golpes de efecto mediáticos. La ridícula controversia sobre la ley de prohibición de llaveros con la efigie de Mussolini (asunto que ha concentrado dos semanas de debates) o sobre la ley del Ius Soli (el derecho de suelo), que naufragó lamentablemente en el Senado, no son más que dos ejemplos entre otros. Durante ese tiempo, la reforma clave del «renzismo», el Jobs Act (equivalente a la reforma laboral en Francia) es un fracaso total, hasta el punto de que algunos piensan ya en volver a reformarla. Hemos pasado de un Renzi que copiaba a Manuel Valls y adelantaba a Emmanuel Macron, a un suicidio colectivo similar al de Benoît Hamon [N. del T. lo sucedido en el Partido Socialista Francés].
• El Movimiento 5 Estrellas (M5S): con su presidente de honor, Beppe Grillo. Humorista de profesión, entrado en política con ruidoso éxito hace 9 años, proponiendo unos esquemas políticos extremadamente innovadores. Una mezcla de populismo, de “poujadismos” de todos los tipos [N. del T. populismo francés de los años 50], de rechazo a las élites corruptas e incrustadas desde hacía decenios en la política italiana, de patriotismo, de retomar las cuestiones sociales, sazonado con un cierto libertarismo. Esto había empujado a Grillo a proclamar un debate construido con todas las fuerzas del país y proponiendo soluciones serias, y esto desde la extrema derecha a la extrema izquierda. Después de un éxito fulgurante y su entrada en el Parlamento en 2013, la nebulosa se ha estructurado pero también se ha fisurado en su interior, sobre todo entre dos corrientes: una rama muy anti-austeridad y, por lo tanto, muy crítica con las instituciones europeas y el euro; y otra rama mucho más eurófila, liberal y socialdemócrata, sin el discurso antifascista del PD.
La primera rama ha estado liderada por Luigi di Maio. Hoy es el responsable del partido, y su llegada a la dirección ha tenido dos efectos: la relegación (en parte aceptada) del viejo Grillo y una negación de sus promesas de salida del euro y de Europa. Dos posibles razones para ello: reserva su línea económica directora (política de estímulos, grandes obras públicas) amputando a la vez el programa, permitiendo la puesta en marcha de dichas reformas, con el objetivo de no asustar a las instancias europeas. Es el discurso de “renegociar los tratados” y de ver qué pasa después (discurso que se encuentra en Jean-Luc Mélenchon y, sobre todo, en Alexis Tsipras). O bien ha preferido renegar de sus convicciones de siempre para poder proponer una oferta política, ocupando el espacio que estaba vacío y con el objetivo de no ofrecer lo mismo que los soberanistas del otro lado. Que son…
• FI – Forza Italia: del inmortal e incombustible papa de la derecha italiana, Silvio Berlusconi. Empezando de la nada, convertido en gran empresario en la empresa del cemento, en el sector inmobiliario, las obras públicas, el deporte y magnate mediático, gurú del concepto de telerrealidad (Endemol, era él), llega al poder en 1994 con el argumento de venir del sector privado y de ser lo suficientemente rico para estar desprovisto de ambiciones políticas (esto recordará a todos a alguien más reciente [N. del T., Emmanuel Macron]. Pierde y recupera el poder en varias ocasiones (94-95, 2001-2006, 2008), abandona finalmente en 2011 bajo la presión del Presidente de la República, de la clase empresarial italiana, de algunas autoridades eclesiásticas y de la Comisión Europa, sin ningún voto. De vuelta, sin haberse ido nunca realmente, Silvio Berlusconi ha conseguido crear una nueva dinámica alrededor de su personaje (de 81 años y con varias operaciones quirúrgicas) sobre las ruinas de los gobiernos tecnocráticos de Monti y Letta, y sobre la debacle del “renzismo” (pero no olvidemos que Renzi ha sido, en parte, una de sus criaturas políticas; lo que se había llamado en su momento “el pacto del Nazareno”). Liberalismo moderado, capitalismo virtuoso paternalista, anti-fiscalismo (que, de paso, es un verdadero problema en Italia, ya que el régimen fiscal impuesto por Monti-UE ha destruido en parte el tejido de las PYMEs, quien hacía la fuerza de la industria en el Norte de Italia) y vuelta a una política internacional de estabilidad. Finalmente, Forza Italia ha tenido a lo largo de la campaña un posicionamiento ambiguo, pero en general favorable al hecho de permanecer en la Unión Monetaria. Bajo la amenaza de una condena de inelegibilidad, Berlusconi había previsto impulsarse, para estas elecciones, en caso de victoria. Antonio Tajani, actual presidente del Parlamento europeo, es un amigo fiel. Era, en estas elecciones, aliado en la coalición de centro-derecha (las palabras “derecha” e “izquierda” no se emplean desde el final de la guerra) con el partido de Giorgia Meloni, Fratelli d’Italia, y con….
• La Liga (hasta hace pocos meses, la Liga Norte): el famoso partido secesionista del Norte de Italia. Sin volver a la historia del inenarrable Umberto Bossi, jefe histórico del partido, recordemos solamente su principal logro, cuando los de La Liga se ridiculizaron declarando la independencia unilateral de la Padania en 1997 (que se solucionó en pocas horas con la intervención de las fuerzas del orden). Después de haber estado varios años relegada, en una postura folklórica y en el papel de «flotador derecho» de Forza Italia, el gran cambio llega con el acceso al poder de Matteo Salvini, antiguo representante de las corrientes de izquierda radical entre los independentistas. Aparece rápidamente como un militante eficaz y un buen organizador de tropas; estructurando su poder político y haciéndose ver en el Parlamento europeo. Su revolución se ha manifestado en tres puntos: nacionalización del partido y abandono de las veleidades independentistas (lo cual es un éxito, pero todavía incompleto en el sur de Italia), propuesta de un programa soberanista, proteccionista y social (limitación de los flujos migratorios, laicidad, patriotismo, natalidad, bajada de impuestos y políticas sociales) y un programa económico radical (salida de la UE, salida del euro concertada, devaluación, política de estímulos, nacionalización de sectores estratégicos y liberalización de los sectores no estratégicos, nacionalización del Banco central, desde luego, pero también de varios bancos en quiebra; todo ello con el objetivo principal de la reindustrialización).
El pasado domingo 4 de marzo, los italianos han demostrado otra vez su capacidad para sorprender (y sorprenderse) tras las elecciones legislativas, las más importantes dentro del régimen parlamentario. Una tabla de comprensión del voto precederá los posibles escenarios. Pero, primero, volvamos atrás para realizar un rápido análisis de las fuerzas políticas más importantes que se enfrentaban.
• El PD – Partido Demócrata: encabezado por un Matteo Renzi en horas bajas. Es él quien, después del batacazo previsible en el referéndum de 2016, había abandonado el poder como lo había prometido. Pero, jugando con el hecho de no haber previsto elecciones en el corto plazo (a través del pretexto de la elaboración de una nueva ley electoral), pudo poner en su lugar, con la colaboración del transparente presidente Mattarella, un primer ministro de (larga) transición, el muy estimado Paolo Gentilioni, todavía en el puesto. El partido socialdemócrata (o socioliberal, ¿alguien es capaz todavía de establecer la diferencia?) está agónico y ha hecho campaña sobre la profundización de la integración europea, sobre temas de sociedad secundarios, sobre la acogida a los inmigrantes y sobre golpes de efecto mediáticos. La ridícula controversia sobre la ley de prohibición de llaveros con la efigie de Mussolini (asunto que ha concentrado dos semanas de debates) o sobre la ley del Ius Soli (el derecho de suelo), que naufragó lamentablemente en el Senado, no son más que dos ejemplos entre otros. Durante ese tiempo, la reforma clave del «renzismo», el Jobs Act (equivalente a la reforma laboral en Francia) es un fracaso total, hasta el punto de que algunos piensan ya en volver a reformarla. Hemos pasado de un Renzi que copiaba a Manuel Valls y adelantaba a Emmanuel Macron, a un suicidio colectivo similar al de Benoît Hamon [N. del T. lo sucedido en el Partido Socialista Francés].
• El Movimiento 5 Estrellas (M5S): con su presidente de honor, Beppe Grillo. Humorista de profesión, entrado en política con ruidoso éxito hace 9 años, proponiendo unos esquemas políticos extremadamente innovadores. Una mezcla de populismo, de “poujadismos” de todos los tipos [N. del T. populismo francés de los años 50], de rechazo a las élites corruptas e incrustadas desde hacía decenios en la política italiana, de patriotismo, de retomar las cuestiones sociales, sazonado con un cierto libertarismo. Esto había empujado a Grillo a proclamar un debate construido con todas las fuerzas del país y proponiendo soluciones serias, y esto desde la extrema derecha a la extrema izquierda. Después de un éxito fulgurante y su entrada en el Parlamento en 2013, la nebulosa se ha estructurado pero también se ha fisurado en su interior, sobre todo entre dos corrientes: una rama muy anti-austeridad y, por lo tanto, muy crítica con las instituciones europeas y el euro; y otra rama mucho más eurófila, liberal y socialdemócrata, sin el discurso antifascista del PD.
La primera rama ha estado liderada por Luigi di Maio. Hoy es el responsable del partido, y su llegada a la dirección ha tenido dos efectos: la relegación (en parte aceptada) del viejo Grillo y una negación de sus promesas de salida del euro y de Europa. Dos posibles razones para ello: reserva su línea económica directora (política de estímulos, grandes obras públicas) amputando a la vez el programa, permitiendo la puesta en marcha de dichas reformas, con el objetivo de no asustar a las instancias europeas. Es el discurso de “renegociar los tratados” y de ver qué pasa después (discurso que se encuentra en Jean-Luc Mélenchon y, sobre todo, en Alexis Tsipras). O bien ha preferido renegar de sus convicciones de siempre para poder proponer una oferta política, ocupando el espacio que estaba vacío y con el objetivo de no ofrecer lo mismo que los soberanistas del otro lado. Que son…
• FI – Forza Italia: del inmortal e incombustible papa de la derecha italiana, Silvio Berlusconi. Empezando de la nada, convertido en gran empresario en la empresa del cemento, en el sector inmobiliario, las obras públicas, el deporte y magnate mediático, gurú del concepto de telerrealidad (Endemol, era él), llega al poder en 1994 con el argumento de venir del sector privado y de ser lo suficientemente rico para estar desprovisto de ambiciones políticas (esto recordará a todos a alguien más reciente [N. del T., Emmanuel Macron]. Pierde y recupera el poder en varias ocasiones (94-95, 2001-2006, 2008), abandona finalmente en 2011 bajo la presión del Presidente de la República, de la clase empresarial italiana, de algunas autoridades eclesiásticas y de la Comisión Europa, sin ningún voto. De vuelta, sin haberse ido nunca realmente, Silvio Berlusconi ha conseguido crear una nueva dinámica alrededor de su personaje (de 81 años y con varias operaciones quirúrgicas) sobre las ruinas de los gobiernos tecnocráticos de Monti y Letta, y sobre la debacle del “renzismo” (pero no olvidemos que Renzi ha sido, en parte, una de sus criaturas políticas; lo que se había llamado en su momento “el pacto del Nazareno”). Liberalismo moderado, capitalismo virtuoso paternalista, anti-fiscalismo (que, de paso, es un verdadero problema en Italia, ya que el régimen fiscal impuesto por Monti-UE ha destruido en parte el tejido de las PYMEs, quien hacía la fuerza de la industria en el Norte de Italia) y vuelta a una política internacional de estabilidad. Finalmente, Forza Italia ha tenido a lo largo de la campaña un posicionamiento ambiguo, pero en general favorable al hecho de permanecer en la Unión Monetaria. Bajo la amenaza de una condena de inelegibilidad, Berlusconi había previsto impulsarse, para estas elecciones, en caso de victoria. Antonio Tajani, actual presidente del Parlamento europeo, es un amigo fiel. Era, en estas elecciones, aliado en la coalición de centro-derecha (las palabras “derecha” e “izquierda” no se emplean desde el final de la guerra) con el partido de Giorgia Meloni, Fratelli d’Italia, y con….
• La Liga (hasta hace pocos meses, la Liga Norte): el famoso partido secesionista del Norte de Italia. Sin volver a la historia del inenarrable Umberto Bossi, jefe histórico del partido, recordemos solamente su principal logro, cuando los de La Liga se ridiculizaron declarando la independencia unilateral de la Padania en 1997 (que se solucionó en pocas horas con la intervención de las fuerzas del orden). Después de haber estado varios años relegada, en una postura folklórica y en el papel de «flotador derecho» de Forza Italia, el gran cambio llega con el acceso al poder de Matteo Salvini, antiguo representante de las corrientes de izquierda radical entre los independentistas. Aparece rápidamente como un militante eficaz y un buen organizador de tropas; estructurando su poder político y haciéndose ver en el Parlamento europeo. Su revolución se ha manifestado en tres puntos: nacionalización del partido y abandono de las veleidades independentistas (lo cual es un éxito, pero todavía incompleto en el sur de Italia), propuesta de un programa soberanista, proteccionista y social (limitación de los flujos migratorios, laicidad, patriotismo, natalidad, bajada de impuestos y políticas sociales) y un programa económico radical (salida de la UE, salida del euro concertada, devaluación, política de estímulos, nacionalización de sectores estratégicos y liberalización de los sectores no estratégicos, nacionalización del Banco central, desde luego, pero también de varios bancos en quiebra; todo ello con el objetivo principal de la reindustrialización).
Dos preguntas esperaban una respuesta a la vista de todo esto: cuánto sacaría el M5S sólo, y si La Liga sobrepasaría a Forza Italia en la coalición de derechas. A pesar de la buena intuición de las encuestas (por una vez), la amplitud del resultado del escrutinio es revolucionaria. El centro-derecha ha sido el más votado con un 37% de los votos, habiendo ganado Salvini su apuesta adelantando a Berlusconi en 4 puntos (18% contra 14%, además del 4% de Fratelli d´Italia), mientras que el M5S de Di Maio se lleva el 32% de los votos, consagrando su asentamiento en el país. La desbandada es total en el Partido Demócrata de Renzi, que no consigue sino el 19%; a pesar de que la ley electoral (Rosatellum) había sido redactada por los aliados de Renzi precisamente con el objetivo, ante todo, de parar la subida del M5S. Otra de las paradojas de estas elecciones.
Mapa del voto en el Congreso y el Senado: en azul, la coalición de derechas; en amarillo, el M5S; en rojo, el PD y la coalición de centro izquierda (fuente: Corriere della Sera).
Un populismo de las clases medias; un populismo de las clases desfavorecidas
El interés por estas elecciones era difícil de cuantificar antes de ir a votar. Hacía cinco años que Italia no había conocido un escrutinio de peso, y se alternaba entre la impresión de apatía total en el electorado y la voluntad de una revancha sobre la inercia de los últimos años. Finalmente, el 74% de los italianos en condiciones de votar fueron a las urnas, mostrando que el segundo sentimiento se impuso al primero.
En general, los debates han estado muy abiertos durante la campaña. A pesar de algunas tentativas de hablar sobre todo de temas como la laicidad o las reformas de sociedad, es la cuestión del euro y de Europa la que se ha debatido sobre todo, argumentada en los medios; y lo que ha cristalizado las elecciones. La prueba es que se ha visto, entre la lista interminable de partidos candidatos, a los radicales de izquierda rebautizarse como “+Europa”, dirigidos por Emma Bonino, antigua ministra de Asuntos Exteriores bajo el gobierno Letta. Estos últimos no han conseguido más que el 2,4%, cifra muy representativa de la visión de los italianos hacia la Unión Europea: si no se tienen en cuenta los muy recientes cambios de posición de Di Maio, más de la mitad del electorado se ha pronunciado contra la pertenencia de Italia a la Unión Europea y al euro. Es la gran victoria del M5S pero sobre todo de Salvini en la imposición de los temas y los términos de la campaña. La crisis económica y el abandono de Italia por parte de las instituciones europeas (en la crisis de los refugiados) han sido decisivos.
En todo esto, el aplastamiento de los partidos institucionales en favor de los dos partidos populistas era inevitable, pero también previsible. La toma del poder de La Liga y del M5S se articula lógicamente proporcionando dos discursos antisistema diferentes y complementarios, que se inscriben de manera coherente en el territorio. Dos Italias se responden y una tercera se marginaliza. En el Norte, la ola azul de La Liga se explica por el programa de Salvini: tomar como objetivo, de un lado, la pequeña clase media sensible al discurso anti-inmigración y a la bajada de impuestos, y a los pensionistas por otro lado, a los que Salvini se ha dirigido principalmente para exponer su posición anti-euro. En el Sur (y el Sur sube cada vez más), el triunfo casi total del M5S es un reflejo de la cuestión socio-económica. Un 57,7% de sus electores ya habían votado por ellos en 2013, 22,8% habían votado otra cosa (de los que 9,8% al PD), pero, más sorprendente todavía, 19,5% de los votantes M5S no había votado por ellos en 2013. Los “grillini” han conseguido el objetivo de sacar más de un millón y medio de italianos de la abstención. Las promesas sociales durante la campaña han sido decisivas en el voto contestatario (la medida estrella era la prestación por desempleo a 1.600 euros). El resultado es claro: el voto M5S calca el mapa geográfico de las regiones con importante tasa de desempleo.
El interés por estas elecciones era difícil de cuantificar antes de ir a votar. Hacía cinco años que Italia no había conocido un escrutinio de peso, y se alternaba entre la impresión de apatía total en el electorado y la voluntad de una revancha sobre la inercia de los últimos años. Finalmente, el 74% de los italianos en condiciones de votar fueron a las urnas, mostrando que el segundo sentimiento se impuso al primero.
En general, los debates han estado muy abiertos durante la campaña. A pesar de algunas tentativas de hablar sobre todo de temas como la laicidad o las reformas de sociedad, es la cuestión del euro y de Europa la que se ha debatido sobre todo, argumentada en los medios; y lo que ha cristalizado las elecciones. La prueba es que se ha visto, entre la lista interminable de partidos candidatos, a los radicales de izquierda rebautizarse como “+Europa”, dirigidos por Emma Bonino, antigua ministra de Asuntos Exteriores bajo el gobierno Letta. Estos últimos no han conseguido más que el 2,4%, cifra muy representativa de la visión de los italianos hacia la Unión Europea: si no se tienen en cuenta los muy recientes cambios de posición de Di Maio, más de la mitad del electorado se ha pronunciado contra la pertenencia de Italia a la Unión Europea y al euro. Es la gran victoria del M5S pero sobre todo de Salvini en la imposición de los temas y los términos de la campaña. La crisis económica y el abandono de Italia por parte de las instituciones europeas (en la crisis de los refugiados) han sido decisivos.
En todo esto, el aplastamiento de los partidos institucionales en favor de los dos partidos populistas era inevitable, pero también previsible. La toma del poder de La Liga y del M5S se articula lógicamente proporcionando dos discursos antisistema diferentes y complementarios, que se inscriben de manera coherente en el territorio. Dos Italias se responden y una tercera se marginaliza. En el Norte, la ola azul de La Liga se explica por el programa de Salvini: tomar como objetivo, de un lado, la pequeña clase media sensible al discurso anti-inmigración y a la bajada de impuestos, y a los pensionistas por otro lado, a los que Salvini se ha dirigido principalmente para exponer su posición anti-euro. En el Sur (y el Sur sube cada vez más), el triunfo casi total del M5S es un reflejo de la cuestión socio-económica. Un 57,7% de sus electores ya habían votado por ellos en 2013, 22,8% habían votado otra cosa (de los que 9,8% al PD), pero, más sorprendente todavía, 19,5% de los votantes M5S no había votado por ellos en 2013. Los “grillini” han conseguido el objetivo de sacar más de un millón y medio de italianos de la abstención. Las promesas sociales durante la campaña han sido decisivas en el voto contestatario (la medida estrella era la prestación por desempleo a 1.600 euros). El resultado es claro: el voto M5S calca el mapa geográfico de las regiones con importante tasa de desempleo.
Mapa del desempleo, extremadamente similar a la del reparto de los votos (ver primer mapa) (fuente: La Repubblica).
El PD no sobrevive más que en dos lugares: metrópolis como Roma y Milán, esta última comenzando un proceso visible de desconexión de una ciudad respecto al resto del país (parecido a una ciudad como París en Francia); y la franja que va de los alrededores de Livorno en Toscana hasta Rávena en Emilia-Romaña: es la antigua línea gótica, que separaba a los alemanes del avance de las tropas aliadas en 1944. Si el PD todavía tiene oportunidad de sobrevivir (como pequeño partido) a esta debacle sin precedentes, podemos estar seguros del fin de la socialdemocracia en Italia (¿y en Europa?) y del discurso del antifascismo como caballo de batalla. Un francés se habría sorprendido, por cierto, escuchar a los mandos del PD en los platós de la televisión italiana reconocer que la estrategia del antifascismo durante la campaña había sido “grotesca”.
Tres Italias se dibujan en el horizonte: un populismo de clase media, un populismo de clase desfavorecida y un anti-populismo de clase insertado en la globalización. Pero los dos éxitos primeros se anulan y la situación no puede ser más confusa.
Escenarios para una victoria y dos ganadores
En efecto, el presidente de la República Sergio Mattarella se encuentra en una situación inextricable: ¿cómo arbitrar y decidir la victoria entre una coalición ganadora y un partido ganador? Algunos se preguntarán entonces por qué no organizar un gobierno de unión nacional entre los dos vencedores. Esto parece imposible ya que los dos campos no pueden acercarse el uno al otro.
La Liga ha parado toda especulación en este sentido desde la constatación de la victoria, afirmando que se volvaría contra sus aliados. La explicación es simple: Forza Italia no solo ha construido casi enteramente su campaña contra el M5S sino que, además, controla muchos de los Consejos Regionales con La Liga desde hace años. El mensaje lanzado desde la noche de los resultados por los cercanos de Berlusconi a Salvini era pues: nosotros hemos ganado contigo, nosotros gobernaremos contigo. Por el otro lado, el M5S se ha declarado dispuesto a hablar con todas las fuerzas políticas de buena voluntad, pero con “solamente” tres prerrequisitos: poner a Di Maio como Primer Ministro, conservar la lista de ministros preseleccionados antes del voto del domingo y no tocar ni un punto del programa. En resumen: únase usted sin condiciones.
Así pues, a pesar de la convergencia de numerosos puntos en los programas respectivos de La Liga y el M5S, la falta de libertad de uno, y la intransigencia del otro, impiden toda posibilidad de co-gobierno. Las dos fuerzas continúan oponiéndose y reclamando la legitimidad para gobernar. Pero si la coalición de centro-derecha es designada para formar el ejecutivo, no tendrá la mayoría en el parlamento en cuanto a la confianza (y sería absurdo componer un gobierno sin el M5S). Entonces, dos escenarios son posibles.
El primero vería la designación del M5S para gobernar, aprovechando una unión de los miembros del PD. En efecto, Matteo Renzi, después de violentos enfrentamientos en el seno del partido desde aquel domingo, ha presentado su dimisión, declarando internamente que ésta no sería efectiva hasta que el nuevo gobierno esté formado. Esta declaración ha tenido el efecto ya descontado de romper el partido en dos: los fieles a la línea de Renzi (ninguna alianza con el M5S) y los que quieren tender la mano a estos últimos.
Di Maio podría así aprovecharse de un movimiento de traiciones comparable al conocido por el Partido Socialista a favor de La República en Marcha [N. del T., Emmanuel Macron] durante las elecciones francesas de 2017. Esto permitiría a los “grillini” obtener la mayoría necesaria en el Parlamento para gobernar. Pero ello abriría la cuestión de la legitimidad de tal escenario, la coalición de centro derecha ganadora quedando totalmente descartada. Además, esto significaría que uno de cada tres italianos que ha votado por el M5S contra el PD se encontraría con los dos en el gobierno. Nueva paradoja a la vista.
Pero Beppe Grillo no ha desaparecido totalmente del movimiento, y sus palabras cuentan todavía en el seno de la base militante y de los electores. Su aviso después del triunfo del domingo ha sido discreto, pero claro: nada de “inciuci” (término peyorativo que significa “acuerdos bajo manga”). Grillo, aparentemente, pretende conservar su lugar de “padre fundador” del movimiento, para garantizar la fidelidad a las promesas sobre las que el movimiento nació. Es él quien permitió la promoción de los “jóvenes” Di Maio y Di Battista, que han convertido el partido en presentable. Pero parece temer que la normalización vaya demasiado lejos.
El otro escenario posible es el del bloqueo institucional. Si las opciones parecen excesivamente contradictorias a los ojos del presidente Mattarella, entonces podríamos dirigirnos hacia unas nuevas elecciones. En este caso, habría que ponerse de acuerdo sobre una enésima ley electoral para permitir la vuelta a las urnas, y habría un nuevo gobierno transitorio por un tiempo indeterminado. El parlamentarismo integral, sus debilidades estructurales, y la disolución de la voluntad nacional, como broche final.
Conclusiones provisionales
Mientras que la Presidencia en Roma busca una solución a estos resultados, la Comisión Europea ha expresado muy claramente su inquietud ante la formación de un gobierno bajo el liderazgo de Matteo Salvini (lo cual no sorprenderá a nadie), acusando al jefe de La Liga de xenofobia y de elogiar la “democracia iliberal” a la húngara. Jean-Claude Juncker tiene otra mirada diferente en la dirección del M5S. Así pues es una noticia a medias tintas para la Comisión que, después de la formación de la coalición alemana, espera todavía ver la llegada a las más altas instancias italianas de un gobierno euro-compatible. El silencio general sobre las elecciones de la península es, por otra parte, remarcable, siendo la UE consciente de que una media palabra mal entendida daría un argumento de más a las fuerzas anti-europeas en su protesta contra su injerencia. Salvini dejó un mal recuerdo en los espíritus del partido de Angela Merkel en el Parlamento Europeo, y su éxito preocupa.
Añadimos que, entre los candidatos de La Liga figuraban Claudio Borghi y Alberto Bagnai, quienes son algunos de los mejores economistas italianos detractores de la moneda única. Uno fue elegido en el Congreso y el otro en el Senado. A pesar de su ambigüedad en cuanto a la cuestión de la pertenencia de Italia a la UE y al euro, y el apoyo de Grillo al Brexit, el M5S, como rueda de repuesto, guarda una imagen más respetable a los ojos del “establishment” bruselense. Una paradoja más en estas elecciones: el Sur vota contra la austeridad, Juncker se vuelve sudista.
Las certezas son dos. La primera es que Emmanuel Macron va a ser puesto a prueba en sus proyectos de relanzamiento de la estructura comunitaria, rodeado de una Gran Bretaña que se larga, de una Angela Merkel debilitada, y de miles de incertitudes transalpinas. Y la segunda es que el rediseño político (que parece un espejo invertido del francés) será algo sin precedentes, y por largo tiempo, al otro lado de los Alpes. Las semanas próximas van a ser decisivas para todos.
Tres Italias se dibujan en el horizonte: un populismo de clase media, un populismo de clase desfavorecida y un anti-populismo de clase insertado en la globalización. Pero los dos éxitos primeros se anulan y la situación no puede ser más confusa.
Escenarios para una victoria y dos ganadores
En efecto, el presidente de la República Sergio Mattarella se encuentra en una situación inextricable: ¿cómo arbitrar y decidir la victoria entre una coalición ganadora y un partido ganador? Algunos se preguntarán entonces por qué no organizar un gobierno de unión nacional entre los dos vencedores. Esto parece imposible ya que los dos campos no pueden acercarse el uno al otro.
La Liga ha parado toda especulación en este sentido desde la constatación de la victoria, afirmando que se volvaría contra sus aliados. La explicación es simple: Forza Italia no solo ha construido casi enteramente su campaña contra el M5S sino que, además, controla muchos de los Consejos Regionales con La Liga desde hace años. El mensaje lanzado desde la noche de los resultados por los cercanos de Berlusconi a Salvini era pues: nosotros hemos ganado contigo, nosotros gobernaremos contigo. Por el otro lado, el M5S se ha declarado dispuesto a hablar con todas las fuerzas políticas de buena voluntad, pero con “solamente” tres prerrequisitos: poner a Di Maio como Primer Ministro, conservar la lista de ministros preseleccionados antes del voto del domingo y no tocar ni un punto del programa. En resumen: únase usted sin condiciones.
Así pues, a pesar de la convergencia de numerosos puntos en los programas respectivos de La Liga y el M5S, la falta de libertad de uno, y la intransigencia del otro, impiden toda posibilidad de co-gobierno. Las dos fuerzas continúan oponiéndose y reclamando la legitimidad para gobernar. Pero si la coalición de centro-derecha es designada para formar el ejecutivo, no tendrá la mayoría en el parlamento en cuanto a la confianza (y sería absurdo componer un gobierno sin el M5S). Entonces, dos escenarios son posibles.
El primero vería la designación del M5S para gobernar, aprovechando una unión de los miembros del PD. En efecto, Matteo Renzi, después de violentos enfrentamientos en el seno del partido desde aquel domingo, ha presentado su dimisión, declarando internamente que ésta no sería efectiva hasta que el nuevo gobierno esté formado. Esta declaración ha tenido el efecto ya descontado de romper el partido en dos: los fieles a la línea de Renzi (ninguna alianza con el M5S) y los que quieren tender la mano a estos últimos.
Di Maio podría así aprovecharse de un movimiento de traiciones comparable al conocido por el Partido Socialista a favor de La República en Marcha [N. del T., Emmanuel Macron] durante las elecciones francesas de 2017. Esto permitiría a los “grillini” obtener la mayoría necesaria en el Parlamento para gobernar. Pero ello abriría la cuestión de la legitimidad de tal escenario, la coalición de centro derecha ganadora quedando totalmente descartada. Además, esto significaría que uno de cada tres italianos que ha votado por el M5S contra el PD se encontraría con los dos en el gobierno. Nueva paradoja a la vista.
Pero Beppe Grillo no ha desaparecido totalmente del movimiento, y sus palabras cuentan todavía en el seno de la base militante y de los electores. Su aviso después del triunfo del domingo ha sido discreto, pero claro: nada de “inciuci” (término peyorativo que significa “acuerdos bajo manga”). Grillo, aparentemente, pretende conservar su lugar de “padre fundador” del movimiento, para garantizar la fidelidad a las promesas sobre las que el movimiento nació. Es él quien permitió la promoción de los “jóvenes” Di Maio y Di Battista, que han convertido el partido en presentable. Pero parece temer que la normalización vaya demasiado lejos.
El otro escenario posible es el del bloqueo institucional. Si las opciones parecen excesivamente contradictorias a los ojos del presidente Mattarella, entonces podríamos dirigirnos hacia unas nuevas elecciones. En este caso, habría que ponerse de acuerdo sobre una enésima ley electoral para permitir la vuelta a las urnas, y habría un nuevo gobierno transitorio por un tiempo indeterminado. El parlamentarismo integral, sus debilidades estructurales, y la disolución de la voluntad nacional, como broche final.
Conclusiones provisionales
Mientras que la Presidencia en Roma busca una solución a estos resultados, la Comisión Europea ha expresado muy claramente su inquietud ante la formación de un gobierno bajo el liderazgo de Matteo Salvini (lo cual no sorprenderá a nadie), acusando al jefe de La Liga de xenofobia y de elogiar la “democracia iliberal” a la húngara. Jean-Claude Juncker tiene otra mirada diferente en la dirección del M5S. Así pues es una noticia a medias tintas para la Comisión que, después de la formación de la coalición alemana, espera todavía ver la llegada a las más altas instancias italianas de un gobierno euro-compatible. El silencio general sobre las elecciones de la península es, por otra parte, remarcable, siendo la UE consciente de que una media palabra mal entendida daría un argumento de más a las fuerzas anti-europeas en su protesta contra su injerencia. Salvini dejó un mal recuerdo en los espíritus del partido de Angela Merkel en el Parlamento Europeo, y su éxito preocupa.
Añadimos que, entre los candidatos de La Liga figuraban Claudio Borghi y Alberto Bagnai, quienes son algunos de los mejores economistas italianos detractores de la moneda única. Uno fue elegido en el Congreso y el otro en el Senado. A pesar de su ambigüedad en cuanto a la cuestión de la pertenencia de Italia a la UE y al euro, y el apoyo de Grillo al Brexit, el M5S, como rueda de repuesto, guarda una imagen más respetable a los ojos del “establishment” bruselense. Una paradoja más en estas elecciones: el Sur vota contra la austeridad, Juncker se vuelve sudista.
Las certezas son dos. La primera es que Emmanuel Macron va a ser puesto a prueba en sus proyectos de relanzamiento de la estructura comunitaria, rodeado de una Gran Bretaña que se larga, de una Angela Merkel debilitada, y de miles de incertitudes transalpinas. Y la segunda es que el rediseño político (que parece un espejo invertido del francés) será algo sin precedentes, y por largo tiempo, al otro lado de los Alpes. Las semanas próximas van a ser decisivas para todos.
Un artículo de Alberto Scotti, traducido por Calíope
Gran texto y muy buena traducción.
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