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jueves, 5 de abril de 2018

Antonio García-Trevijano y la conspiración del silencio


El día 28 de febrero falleció a los 90 años Antonio García-Trevijano en medio de un atronador silencio de los medios, solo roto por alguna noticia, algún artículo de reconocimiento como el de Pablo Sebastián y el de Juan Manuel de Prada y la nota discordante del Reverendo César Vidal que parece haber olvidado esa regla de elemental piedad humana de no atacar a los muertos porque no pueden defenderse. Es verdad que no todas biografías, incluso la de los hombres con presencia pública, se hacen merecedoras de mayor atención en los medios de comunicación, pero en este caso podemos afirmar que este silencio es un intento, espero que baldío, de silenciar a un testigo de primera mano de los poco edificantes pactos de la Transición y evitar la difusión de un pensamiento que desmonta la falsedad de que tenemos un sistema democrático.

¿Por qué hago estas afirmaciones? Pues simplemente porque no es comprensible que el hombre que fue la cabeza y voz de la oposición al franquismo entre 1974 y 1976, una época trascendental en la reciente historia de España, no merezca mayor atención. Cuando escribo estas líneas me viene a la cabeza los ríos de tinta que glosaron la figura de Marcelino Camacho, figura de menor relevancia en la oposición al franquismo en esos años, como muestra el hecho de que se incorporó a la Junta Democrática que ya lideraba Antonio García-Trevijano. Ciertamente, su posterior papel en la consolidación del Estado de partidos (desde el sindicalismo) hizo que los medios le dieran mucha más relevancia.

Como las nuevas generaciones apenas conocen la importancia del papel clave de García-Trevijano en la decisiva época que transcurre desde la enfermedad de Franco en julio de 1974 y la legalización del Partido Comunista en abril de 1977 conviene extenderse en unas notas biográficas sobre Antonio García García-Trevijano.

Nacido en una familia acomodada, su padre era Registrador de la Propiedad, siguió la vocación jurídica familiar estudiando Derecho en Granada y al poco tiempo de licenciarse obtuvo una plaza de notario, quedando en excedencia para pasar al ejercicio de la abogacía. Sus inquietudes intelectuales no solo le llevaron a tener una gran formación jurídica sino también a adquirir profundos conocimientos de filosofía, política e historia.

Sus primeras acciones relevantes como opositor al franquismo son, en primer lugar, la coordinación de la primera Asamblea de cargos sindicales de Comisiones Obreras en la fábrica de medias Vilma (1967) y su intervención en la descolonización de Guinea Ecuatorial (1968) logrando desbaratar los planes de la dictadura para controlar a distancia al antigua colonia, logrando que Macías Nguema obtuviese la presidencia. En el año 1969, año de la aceptación de Juan Carlos de Borbón como heredero de Franco a título de Rey, el Conde de Barcelona le encarga la redacción de una carta a su hijo denunciando la ruptura de la continuidad dinástica, carta que no vio la luz porque don Juan de Borbón no quiso agravar la ruptura familiar, pero donde de la mano de García-Trevijano se dejaba claro que una Monarquía así instituida sería una Monarquía sin honor, honor que es el fundamento de la Monarquía misma.

En esas mismas fechas, participa en el diario Madrid que se constituye en un medio de oposición al Régimen forzando los límites de la tímida libertad de prensa del último franquismo y que terminará con su cierre en 1971.

Después del asesinato de Carrero Blanco (1973), principal colaborador del Caudillo, García-Trevijano diseña un plan para una salida de la dictadura mediante la unidad de todos los grupos de la oposición bajo la figura del Conde de Barcelona como Rey en el exilio. Todo comenzaría con unas declaraciones de don Juan de Borbón en el icónico periódico “Le Monde” a finales de junio de 1974, declaraciones preparadas por García-Trevijano, a las que se irían sumando los grupos clandestinos de oposición. Dicho plan no pudo llevarse a cabo porque su hijo Juan Carlos de Borbón logró convencerle de que eso pondría en peligro a la propia Monarquía, sobre todo teniendo en cuenta que el manifiesto que se iba a publicitar en “Le Monde” prometía un referéndum sobre la forma de Estado.

Ante la espantada del Conde de Barcelona, García-Trevijano considera que la Monarquía en España quedará ligada al Régimen franquista por lo que decide seguir adelante con los grupos opositores ya comprometidos y personas independientes, fundando a finales de 1974 la Junta Democrática de España. A partir de ese momento Antonio García-Trevijano será el líder de la oposición al franquismo como se puede comprobar en los papeles de Wikileaks. Situación que se refuerza en marzo de 1976 al fusionarse la Junta con la Plataforma Democrática de España auspiciada por el PSOE, organización que pasó a denominarse popularmente como la Platajunta.

El proyecto diseñado por Antonio García-Trevijano, auspiciado por la Platajunta, para salir del régimen de poder franquista consistía en el establecimiento de un periodo de libertad colectiva (no solo de libertades individuales) para que, a continuación, se hiciera una consulta popular sobre la forma de Estado (Monarquía o República) y sobre la forma de Gobierno (parlamentarismo o presidencialismo) y una vez terminada la consulta abrir la convocatoria de una Asamblea Constituyente. En esto consistía esencialmente la llamada ruptura democrática con el Régimen que se contraponía al proyecto de los gobernantes de reforma pactada con la oposición.

Sin embargo este programa asumido por toda la oposición (con la excepción de algún grupo ultraizquierdista y de ETA) y que gozaba, por tanto, de cierta legitimidad democrática y de las simpatías internacionales, no llegaría a buen término. El motivo fue que no pudo vencer a una poderosa conjunción de enemigos. Por un lado el poder del Estado ocupado por los franquistas y coronado por un Rey que había alterado el natural orden dinástico. Y cuando hablo de franquistas no me refiero a lo que se llamaba el bunker (los sectores más ortodoxos y radicales del franquismo) sino a todos los oportunistas que buscaban su supervivencia política aun a costa de olvidar rápidamente las convicciones con las que habían construido su carrera política, sabedores de que solo un pacto de reparto de poder con sectores de la oposición lo haría posible. 

El Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional (MCRC) es una asociación española que se define como pre-política y cultural. Fundado en el año 2006, estaba presidido por el abogado, jurista y filósofo político Antonio García-Trevijano.

Por otro, el Departamento de Estado norteamericano que recelaba de García-Trevijano por englobar en su plataforma al poderoso Partido Comunista (grupo numeroso, disciplinado y organizado) y que pretendía impedir a toda costa que alcanzase posiciones de poder para evitar una repetición de la situación portuguesa; debilitando las posiciones de la OTAN en el sur de Europa en plena Guerra Fría. Para ello los norteamericanos contaron con la colaboración del partido socialdemócrata alemán a fin de reflotar y apoyar con medios y dinero, a un refundado PSOE de Suresnes, con la idea de sustituir la hegemonía del PCE en la izquierda y evitar lo que se entendía como un peligro geoestratégico en su confrontación con la Unión Soviética. Tampoco podemos olvidar las ambiciones de poder de los miembros de la Platajunta, pues era más que tentador pactar con los franquistas y llegar a un reparto de poder, que apostar todo a los azares de la competición política donde hay riesgo de perder.

García-Trevijano no desconocía los peligros que acechaban al plan de llegar a la democracia en España mediante la libertad colectiva (en especial el peligro de traición en sus filas para pactar con los franquistas instalados en el Estado), pero calculaba que dada la historia de persecución que había tenido el PCE este partido no sería tentado por los cantos de sirena de reparto del poder del Estado. Y que la clave estaba en el PCE, residía en el hecho de que el nuevo régimen no tendría crédito internacional con el Partido Comunista ilegalizado. Sin embargo, lo que parecía impensable ocurrió y Santiago Carrillo pactó sin problemas su incorporación al Estado aceptando la bandera bicolor y la Monarquía instaurada por Franco aprovechando la férrea disciplina de sus militantes donde la figura del Secretario General era indiscutida.

Para hacer posible la reforma pactada era imprescindible abatir a García-Trevijano, ya que con su inteligente liderazgo mantenía a raya la posible deriva pactista de los prohombres de los grupos de oposición. No conviene olvidar que el que se convirtió en el principal partido de poder del Régimen de la Transición, el PSOE, disponía de muy buenos padrinos en el exterior (y financiación) y que una salida al franquismo como la que diseñaba el programa de la Platajunta no le garantizaba convertirse en un partido hegemónico. Que García-Trevijano era un obstáculo para conseguir una salida al Régimen pactada entre poderosos -los que ya lo eran sin legitimidad y los que tenían legitimidad pero no poder- lo muestra su encarcelamiento en marzo de 1976 en un intento de desactivar a la Platajunta.

El arma que se utilizó fue una campaña de prensa del Gobierno de la Monarquía (los mecanismos de poder de la dictadura seguían en pie todavía) promovida por el PSOE en la que se acusaba a Antonio García-Trevijano de haberse enriquecido ilícitamente en Guinea Ecuatorial, sobre la base de unos papeles sin firma dados a conocer por hombres del PSOE. La grosera falsedad urdida entre el PSOE y el Gobierno (Severo Moto, líder opositor a la dictadura de Guinea Ecuatorial reconoció la falsedad de la imputación en el año 2000), amplificada por la prensa, tuvo éxito y la figura de Antonio García-Trevijano fue silenciada desapareciendo de la actualidad política en un instante. Y este silencio continua hasta la fecha.

Eliminado García-Trevijano fue fácil hacer un reparto de poder entre los traidores a Franco y los traidores a la democracia para fundar el Régimen de la Transición que, a partir de este pecado original, es normal que su fruto sea la corrupción como sistema, tal como ya previó en 1977 (algo que no tiene nada de profético sino consecuencia de su conocimiento de la Revolución Francesa y de cómo se instaura el Directorio que, por cierto, también hablaba de la reconciliación).

Sin embargo, su pasión por la verdad y por la libertad hizo que en cada ocasión que tenía una tribuna pública (prensa escrita y televisión) denunciara la falsedad del Régimen de la Transición, su carácter oligárquico y su necesaria derivada en forma de corrupción. Ese apasionamiento por la verdad y la libertad nos ha legado profundas reflexiones sobre cómo organizar la libertad colectiva en sus obras. Destaco entre ellas “Frente a la Gran Mentira” y “Teoría Pura de la Democracia” (las destaco porque son las que más me han influido) y que nos muestran cuán lejos se encuentra el Régimen de la Transición de la democracia que dicen encarnar. Puede que para algunos esta observación parezca demasiado llamativa, sobre todo si tiene en cuenta que la mayoría de los regímenes europeos también son Estados de Partidos, lo que hace más difícil apreciar sus características.

Su pensamiento parte de la base de lo que llama libertad colectiva, que es algo más que la existencia de derechos políticos individuales, y que expresaba gráficamente en la frase “yo soy libre porque tú eres libre.” Esa libertad colectiva es la que debe fundar la Constitución, separando radicalmente los tres poderes del Estado desde el inicio (no solo sus funciones tal como vemos hoy en día), de tal forma que, siguiendo la teoría de Montesquieu, la vigilancia entre ellos preserva la libertad. Esa separación en origen implica que el Ejecutivo deba ser elegido directamente y el Legislativo debe elegir sus integrantes uno a uno, en distritos a doble vuelta, de tal forma que ambos gocen de la misma legitimidad. Este modo de elección, con una vinculación directa con el territorio, permite que las necesidades e intereses de los votantes tengan voz en el Estado, es decir, que exista representación política. Por eso criticaba de forma acre los sistemas de votación proporcional de lista por su carácter no representativo y por permitir el dominio de las cúpulas de los partidos en el Estado. Frente a la teoría dominante, García-Trevijano recupera la existencia instrucciones vinculantes de los electores a los diputados, explicándolo de modo sencillo, al señalar que quien no está sujeto a las instrucciones de su representado pasa a ser amo del representado y no su servidor. El esquema se completaría con un poder judicial que, dado su carácter más técnico, sería elegido por todos los miembros de la comunidad jurídica (jueces, abogados, profesores universitarios, etc.) y que gozaría de independencia para aprobar su presupuesto sin injerencias del Ejecutivo o del Legislativo.

Para evitar el bloqueo institucional entre el Gobierno y el Legislativo, García-Trevijano diseñó la solución de que, previa consulta popular, pudieran ser disueltos, de tal modo que, si la consulta popular salía contraria a la iniciativa del promotor, este finalizase su mandato. La idea le surgió al observar que si el conflicto se da entre entidades que representan al pueblo, una vez que se hace presente el representando desaparece la representación. Esta inteligente solución es lo que permite que los naturales conflictos entre ambiciones políticas no se empantanen, permitiendo un juego institucional fluido, ya que, dadas las consecuencias que puede acarrear el llamamiento a la consulta popular, su utilización quedará reservada a las crisis institucionales más graves.

A este diseño institucional, que preserva la libertad colectiva, es a lo que reservó el nombre de democracia, puesto que combina los principios electivo y representativo, negando el carácter democrático a otras formas de poder, bien por no ser electivas o por carecer de representación política. Obviamente esta forma estatal sólo puede ser una República, que a diferencia del pensamiento tradicional republicano que es meramente antimonárquico, García-Trevijano la dota de contenido explicando que, así como una dictadura es pura potencia una República es puro acto, es decir, el gobierno de la Ley por definición. A esta República la denomina con precisión técnica la República Constitucional y sería la forma de Estado en la que consiste la democracia.

Este en esencia el pensamiento de Antonio García-Trevijano que ha sido intentado silenciar por los poderosos. Con estas líneas de reconocimiento a su persona y pensamiento intento romper el bloqueo al que se intenta someterlos y aprovecho para mostrar el agradecimiento a un pensamiento que nos da un mapa de cómo organizar la convivencia en libertad.

Joseph de Ibero

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