A lo largo de esta última semana, dos expresiones muy diversas del activismo navarro se han decantado abiertamente por la eliminación de la Disposición Transitoria Cuarta de la vigente Constitución Española: el prestigioso digital Navarra Confidencial y la joven Sociedad Civil Navarra.
Por parte de los primeros (https://www.navarraconfidencial.com/2018/05/10/entre-la-transitoria-cuarta-y-el-nuevo-estatus-para-navarra-del-pnv/), los argumentos esgrimidos son impecables: “en una plantilla de 17, somos el que se encuentra en precario” y otras afortunadas analogías y metáforas por todos comprensibles. En definitiva: cualquier comunidad española tiene la certeza de pervivir sin sobresaltos, salvo Navarra…; una inquietante percepción espoleada por la hipotética reforma estatutaria de nuestros vecinos vascos que, con mimbres confederales, contemplaría diversas maneras de dar el bocado definitivo a su “querida” Navarra. Por último, en NC destacaban las tramposas características innatas de la Transitoria Cuarta: es un camino de ida, pero no de retorno; contempla la integración de Navarra en el régimen vasco “vigente” (¿el de Guernica?, ¿el de una futura Comunidad Foral o República Confederal Vasca?). Bien visto, amigos de NC.
Por su parte, Sociedad Civil Navarra ha dado un paso de gigante en su calculada, y en ocasiones desconcertante trayectoria, al iniciar una campaña, en internet y redes sociales, inequívoca: “¡Navarra no es Euskadi! ¡Supresión de la Transitoria Cuarta!” (https://twitter.com/hashtag/Supresi%C3%B3nYA?src=hash). Y sus argumentos, concisos pero claros, son de tono análogo a los ya citados de NC… y a los que venimos defendiendo desde este blog desde hace mucho, mucho tiempo.
Recordemos, por ejemplo, que en septiembre pasado volvimos a plantear la necesidad de eliminación de la Transitoria Cuarta. Pero, así como otros de nuestros textos vienen generando sentimientos y valoraciones más o menos compartidos, en aquella ocasión se nos respondió, literalmente, por parte de muy buenos amigos, con valoraciones del siguiente cariz: “No es el momento”, “¿por qué sacar este debate que no interesa a nadie?”. “Nuestros políticos tienen otras prioridades”, “la política es cosa más compleja”, etc, etc.
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Entendíamos entonces y seguimos creyéndolo hoy, y con toda seguridad mañana, que la interinidad de nuestra Comunidad es una dificultad permanente para su consolidación, la paz civil, y un acicate para que los separatistas persistan en sus insaciables apetencias. Por ello, el objetivo de la eliminación de la Disposición Transitoria Cuarta debiera ser un fin estratégico compartido por el conjunto de las fuerzas políticas y sociales constitucionalistas: desde los militantes del incipiente VOX, hasta los marxistas “clásicos” incómodos en Izquierda Unida y Podemos, pasando por PPN, UPN, Ciudadanos, los incondicionales de UPyD, y PSN-PSOE.
Pero no seamos ingenuos: la mera legalidad no es barrera infranqueable para los impulsos nacionalistas: véase, a modo de ejemplo y analogía, qué sucede en las tierras hermanas de Cataluña. Si existe una mayoría política –o una minoría bien articulada y beligerante- con voluntad de transgresión estratégica, los lindes legales pueden ser vulnerados y no siempre con un coste severo para sus violadores.
En resumen: aunque se eliminara la mencionada disposición Transitoria Cuarta -objetivo tan realista y necesario como inaplazable- a lo largo de la próxima legislatura, el nacionalismo panvasquista continuaría desplegando sus periódicas acometidas tácticas contra las libertades navarras y su persistente labor metapolítica global en aras de su siempre perseguida conquista de la hegemonía.
Es público y notorio que la Disposición Transitoria Cuarta fue el resultado de complejas negociaciones políticas en cuyo trasfondo latía el deseo, legítimo entonces, de incorporar a los nacionalistas del PNV a la nueva fase que se abría en la Historia de España. Pero ya estamos seguros de una cosa: tales cálculos han fracasado. Pues basta contemplar las ofensivas separatistas disparadas en Cataluña, especialmente -pero también en Vascongadas, con sus traumáticos y permanentes reflejos aquí en nuestra Navarra- para comprobar que únicamente persiguen su exclusivo y distorsionado interés de secta. Los separatistas son insaciables: nunca se contentan y siempre quieren más. De modo que la alternativa a su chantaje permanente no es una negociación y cesión, a fin de tenerlos contentos por unos inciertos lustros más, sino combatirlos en sus propuestas emotivas, desmontar sus planteamientos historicistas, desenmascarar esas alternativas políticas, plantarles cara en los medios de comunicación, recuperar espacios de libertad en las calles...
El adversario separatista nunca ha renunciado a sus objetivos máximos: integración de Navarra en Euskadi, o como quieran denominarle, independencia, euskaldunización, amnistía de los terroristas… Vienen modulándolos, en su día, en la “Alternativa KAS”, su sucesora la “Alternativa Democrática”, el programa electoral del EAJ-PNV, el ante-proyecto de Estatuto de la Comunidad Foral Vasca o de la República Confederal Vasca…; en todo caso, los separatistas jamás han perdido de vista sus objetivos finales.
Seamos autocríticos: entre los partidos navarristas y/o constitucionalistas, la problemática de la Disposición Transitoria Cuarta se ha afrontado de manera muy ocasional; y sin que jamás se intentara su eliminación al objeto de finiquitar un “contencioso” que tanta sangre, dolor, división y pérdidas vienen causando a los navarros.
Es el momento preciso de rectificar. Y de tener claros algunos principios elementales de la acción política: fundamentalmente, la diferenciación entre estrategia y táctica. Es legítimo que los diversos partidos navarristas quieran gobernar, en un sentido o en otro y junto a unos posibles socios contemplados como deseables por encima de los demás. Pero la perspectiva estratégica -que siempre debe existir en todo programa político- obliga a no olvidar nunca el objetivo final que, hoy especialmente, debe ser prioritario y común: la pervivencia de Navarra y, por ello, la eliminación de la Disposición Transitoria Cuarta.
No obstante, existen dificultades que nos vienen también desde fuera y que habrá que combatir. Recordemos cómo el día 11 de septiembre de 2017, el digital valenciano Siglo XXI publicaba la siguiente noticia: «El PP dice que “abrir” una reforma constitucional “podría tener más problemas que beneficios”». Pero la cuestión es que tal pronunciamiento no se remitía a Cataluña, por todo lo que agónica y cansinamente viene allí acaeciendo, sino ¡a la Comunidad Foral de Navarra! (http://www.diariosigloxxi.com/texto-s/mostrar/249874/pp-dice-abrir-reforma-constitucional-podria-tener-problemas-beneficios). Así, Pedro Casado, al preguntársele por la posibilidad de derogar la Disposición Transitoria Cuarta, afirmaba que «abrir una ponencia constitucional podría tener más problemas que beneficios». Y lo argumentó de la siguiente manera: «tal “modificación es agravada” y “requeriría” de todo el procedimiento de disolución de Cortes, etc., por lo que aseguró que “el análisis” que se preguntan es si es “urgente o conveniente” abrir una legislatura constituyente “con los interlocutores que vemos enfrente” y con “las mayorías que consideramos que existen a nivel parlamentario y, sobre todo, con la realidad, la urgencia e importancia de algunos temas que estamos hablando hoy”. “Pues pensamos que no”, se respondió». Todo un ejercicio de la peor jerga dialéctica y politiquera. Lamentable… ¿Qué cuerpo se le habría quedado a nuestra combativa Ana Beltrán? ¿Hacen falta más explicaciones?, pues nos tememos que no.
"El escudo vasco, por ejemplo, tiene cuatro cuadrantes. El cuarto, hasta el año 1985, cuando el Gobierno de Navarra recurrió al Constitucional, contenía las cadenas de Navarra. Lo tuvieron que quitar, pero lo tienen en rojo, esperándonos… Su objetivo es la anexión de Navarra." ‘Navarra está entregada a las políticas del nacional-abertzalismo’ Gaceta.es
Las cosas están claras: Navarra sigue siendo moneda de cambio.
Es evidente que el Gobierno de Mariano Rajoy necesita unos apoyos estables desde el siempre chantajista EAJ-PNV; lo señalábamos en septiembre pasado, y los hechos lo están confirmando. ¿A cambio de qué? Pues, por lo que vamos sabiendo, una de tales contraprestaciones es evidente: la Disposición Transitoria Cuarta no se toca. Guste o no a Ana Beltrán y los suyos. Y a todos los demás navarros….
La lectura que el “Menticias” de Navarra hizo de estas declaraciones –medio guipuchi que de vez en cuando hay que leer para confirmar que ellos no renuncian a nada- fue de indisimulada celebración y escarnio a costa de Ana Beltrán (http://m.noticiasdenavarra.com/2017/09/12/politica/navarra/el-pp-desautoriza-a-beltran-y-niega-que-haya-amenaza-anexionista-en-navarra). No en vano, así tituló la crónica, y muy certeramente por cierto: «COMO UNA RÁFAGA DE FUEGO AMIGO. El PP desautoriza a Beltrán y niega que haya “amenaza anexionista” en Navarra». Buena colleja.
Conclusiones: Ana Beltrán tiene que explicarse y hacerse valer en Madrid de manera contundente.
También los demás partidos constitucionalistas y navarristas deben posicionarse categóricamente; pues, al menos en teoría, compartirían el mismo objetivo estratégico. De hecho, UPN y PSN-PSOE, con sus escaños en Madrid, podrían desarrollar un potente juego político de carácter estratégico para Navarra… si quisieran.
La eliminación de la Disposición Transitoria Cuarta no puede esperar más dilaciones: es una exigencia de madurez democrática, de responsabilidad cívica y, particularmente, de cumplimiento de la voluntad de los votantes.
De modo que, señores políticos: obren en consecuencia. Y, oportunamente, a la sociedad organizada nos corresponderá exigirles cuentas.
Sila Félix
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