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lunes, 4 de junio de 2018

El lapsus de Patxi Mendiburu, el cortoplacismo y la metapolítica


Ya fuera un lapsus, una inadvertida incorrección política o un instintivo aldeanismo coloquial, el gran Patxi Mendiburu metió la pata –y no poco- mientras presentaba, junto a otros convocantes, la manifestación que tuvo lugar el 2 sábado de junio en Pamplona contra la imposición lingüística (http://www.noticiasdenavarra.com/2018/05/30/politica/navarra/el-modelo-d-es-discriminacion-te-quitas-a-los-deficientes-inmigrantes-y-os-quedais-los-guays); unas declaraciones del pasado 30 de mayo. Una gota de irreflexiva espontaneidad en un mar de sensatez y civismo.

Únicamente se equivoca quien arriesga: ninguno de los que se quejan, protestan y desesperan en privado, pero incapaces de manifestarse, defender sus ideas en público o abonar una simple cuota anual, ninguno de ellos corre ni correrá jamás tamaño riesgo. Patxi lo ha corrido y, a su pesar, ha sido políticamente incorrecto. Cargado de razones, experiencias políticas y humanas, activista impetuoso y constante, se vino arriba… y se equivocó.

Es lo que tiene la vida pública: dar la cara nunca sale gratis. Te somete a un duro examen; sobre todo si eres un francotirador y no tienes un partido o una secta detrás que cierre filas en todo caso.

Desde Navarra Confidencial proporcionaron una perspectiva muy lúcida del incidente (https://www.navarraconfidencial.com/2018/05/31/el-2j-patxi-mendiburu-los-deficientes-los-inmigrantes-la-hipocresia-y-la-discriminacion-del-modelo-d/): evidentemente, hay mucha hipocresía en juego. Y basta un error –leve o inmenso, pero humano, muy humano en todo caso- para que hasta tus próximos miren hacia otro lado. O te pongan verde; sobre todo en público.

Entendemos que la citada circunstancia -conocida y comentada hasta el exceso- para nada es anecdótica y sí, por el contrario, representativa  -termómetro incluso- de un estado de cosas que conviene analizar.

El movimiento cívico navarrista es muy joven; con todas las características propias de tan transitoria y efímera etapa de la vida: espontaneidad, reactividad, mucha testosterona, escasa reflexión, poca contención verbal, indisciplina… En suma: carece de una cultura política específica y de un método de trabajo unitario. Tampoco dispone de un lenguaje común; ni siquiera de un elemental “manual de estilo”. Aficionados; no “liberados”.

Lo que nadie puede exigir a otros es que se sepa -desde ya- trabajar en equipo: ello requiere una voluntad a fortalecer, un método, una trayectoria del día a día que apenas se ve… y una mirada larga.


En partidos y movimientos de cariz totalitario, o autoritario, las cosas son más sencillas que en otras organizaciones en las que la libertad individual y de conciencia priman sobre los demás aspectos organizativos: hay un liderazgo incuestionable, un estilo de trabajo, unos cauces orgánicos muy estrictos, un lenguaje preciso diseñado al milímetro, unos mitos movilizadores, una cultura política compartida que el recién llegado deberá asimilar sin reservas, unas tácticas y una estrategia. De ahí la sorprendente unanimidad, en formas, tono y contenidos, de cualquier abertzale filoetarra o peneuvista: una vez entras, aceptas todo el paquete. Nada básico, por cierto. De ahí esa capacidad de movilización día tras día, año tras año. En todas partes. Hablando alto. Marcando territorio. Luchando por imponerse; con buenas y malas artes. La “revolución”, la “construcción nacional”, todo lo justifica.

Pero el joven movimiento cívico navarrista no es ni totalitario ni autoritario. Para lo bueno y lo malo. Tal es la razón de tanto verso suelto; de no pocas iniciativas abortadas; de asociaciones agonizantes apenas inscritas; de improvisadas tácticas fruto de un calentón, del miedo o de las prisas.

Para que un movimiento social sea libre y autónomo debe proveerse de unos medios humanos (equipo dirigente, militancia, base asociada), materiales (espacios de trabajo, fuentes de financiación), cultura organizativa (estilo de trabajo, subordinación de lo individual a lo colectivo), concepción ideológica (cosmovisión del mundo), estrategia y tácticas apropiadas.

Si falta alguno de esos componentes aflora la confusión, el desconcierto, las “ideicas”, las decisiones erráticas, los malentendidos. Y con tales bases no hay posibilidad de trabajo a largo plazo; que es lo que el navarrismo precisa más allá de sus instrumentos estrictamente políticos (los partidos).

Desde hace ya varias décadas, en el mundo de la cultura y de las ideas prevalece la convicción de que Antonio Gramsci tenía razón: un cambio cultural y social precede todo cambio político. Ello implica un trabajo a largo plazo que construya, paso a paso, una nueva hegemonía social, especialmente por medio de los “intelectuales orgánicos” (periodistas, docentes, actores), además de novedosos organismos populares (tejido asociativo nada convencional), editoriales afines, medios de comunicación…; sin olvidar los clásicos pero devaluados partidos y sindicatos. Todas las izquierdas han asimilado esta dinámica estratégica del cambio político y social; también otros sectores no marxistas, incluso desde campos antagónicos (https://www.pagina12.com.ar/105357-todos-se-inspiran-en-gramsci). Pero, realmente ¿todos? En Navarra, todavía, algunos no quieren enterarse; sobre todo quienes están acostumbrados al cortoplacismo partidario.

Esta concepción gramsciana -que se presenta como mayoritariamente apreciada y operativa en nuestra civilización occidental- implica una cierta depreciación del trabajo político a corto plazo: es necesario, pero no sirve si es el único instrumento empleado. O, en román paladino: “A Dios rogando con el mazo dando”.

Afortunadamente, en el navarrismo crece, poco a poco, el número de quienes entienden que trabajar y preparar el futuro implica mirar a muy largo plazo: no existen, pues, soluciones mágicas; ni atajos; tampoco mesianismos personalistas que valgan.

Patxi Mendiburu habrá metido la pata. Pero es mucho más lo que tenemos que agradecerle y aprender de él: su mirada, acompañamiento, trabajo, humor, experiencia, altruismo, espíritu de servicio, sentido común…

Con sus grandes virtudes, y sus pequeños defectos. Patxi: no nos faltes y no te calles. Nunca.

Sila Félix

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