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miércoles, 13 de junio de 2018

La del Partido Popular: mucho más que una mera crisis partidaria


La red ciudadana nacida en el entorno de lectores, amigos y activistas del blog NavarraResiste.com tiene por norma de comportamiento no decantarse por formación política alguna: en consecuencia, nuestra mirada, si bien política, es apartidista.

Entendemos que la política, además de procelosa ciencia y concreta práctica humana, es el fruto de una legítima voluntad de poder; siendo determinada por acontecimientos sociales fruto a su vez de tendencias de alcance histórico; está, por otra parte, íntimamente entrelazada con la Economía, las condiciones y aspiraciones materiales de amplias franjas más o menos homogéneas de la sociedad; mantiene –o al menos así debiera- un permanente diálogo con la cultura de la época; y es condicionada  -no poco- por la geografía.

Por todo ello, seguimos de cerca la evolución de las distintas áreas políticas y sus espacios partidarios conexos existentes en Navarra; especialmente los que nos son más afines.

No permanecemos indiferentes, en definitiva, ante la evolución del navarrismo españolista: en sus instrumentos partidarios y sociales; de sus potencialidades y de sus límites.

La crisis del Partido Popular también tiene su repercusión en Navarra: aunque muchos quisieran permanecer de espaldas a lo que sucede en Madrid –se sienten más navarros que otra cosa-, somos España; pues somos uno e Historia y Herencia son hechos objetivos que nos proporciona la realidad.

El Partido Popular ha sido desalojado del Gobierno de la nación. Era inevitable: carecía de sólidos apoyos parlamentarios. Por el contrario, son muchos los actores que pretenden reducirlo a una mínima expresión para alcanzar sus objetivos particulares (Ciudadanos, desde un espacio político en cierto modo análogo; las diversas izquierdas “estatales” en lógica competencia electoral frente a tan odiada “derecha”; los nacionalismos fraccionarios que persiguen hacer realidad su Estado-nación).

Con todo, el Partido Popular ha caído también por su incapacidad de renovación interna, una obtusa carencia de reflejos ante la corrupción que arraigó entre sus filas hasta niveles acaso institucionales, su endeble interlocución social, el interés casi exclusivo por las cifras macroeconómicas, la ausencia de un proyecto cultural en suma. Tal contexto de debilidad se sumó a otra renuncia: la de una política realista de medios de comunicación afines. Semejante alejamiento de la realidad social ha contribuido, en su conjunto, al descrédito, aislamiento y ulterior desalojo de los mecanismos más relevantes del poder del Estado. Se impone otra conclusión: una política de orientación y técnicas publicitarias -aunque el estilo de militancia clásica de los partidos políticos de los siglos XIX y XX haya muerto tiempo atrás- no puede cubrir eficazmente tamañas carencias.

Pero, centrándonos en una premisa que valoramos como decisiva, ese desinterés por la cultura –base primera de toda reflexión y acción- ya viene de lejos. No vamos a entrar de lleno en el análisis de tal incomparecencia; pues deberíamos remontarnos –en tal caso- a la política cultural de la denominada “derecha” a lo largo del tardofranquismo y la transición democrática. Recordemos, sin ir tan lejos, que José María Aznar unificó todas las fundaciones “ideológicas” afines a su partido, imponiendo un único laboratorio de ideas de orientación tecnocrática y neo-conservadora (pujante corriente entonces importada desde Estados Unidos), desdeñando otras que configuraron históricamente la plural derecha española: la estrictamente nacional-liberal, la conservadora, la democristiana, la católica-social tradicional, etc. Tal estrategia derivó en que el conjunto de una desnortada derecha permaneciera ajena a los debates culturales desarrollados en otros ámbitos europeos: en los que nuevas corrientes intelectuales proporcionaban modernos instrumentos de análisis, métodos de trabajo, temáticas interpretativas de la realidad procedentes de la sociología, la biología y la geopolítica, etc.; todo ello sin el marchamo del pensamiento radical-progresista.

La cultura es importante, no en vano, desde sus factorías intelectuales se prefiguran o diseñan los cambios sociales que anteceden o precipitan verdaderas revoluciones políticas.

Por lo que se refiere a Navarra, se viene tomando conciencia de que la mayoría social es de centro-izquierda. Añadiremos, nosotros, que la ideología radical-progresista, especialmente por medio de su punta de lanza de la ideología de género, avanza rápidamente, mutando la sociología y valores del pueblo navarro; con sus consiguientes efectos electorales. Una sociedad, pues, en permanente cambio. Pero, el centro-derecha navarro, ¿tiene conciencia de ello? ¿Se ha resignado acaso?

Algunos analistas navarristas (entre otros el ex-senador José Javier Viñes en un reciente escrito en Diario de Navarra) vienen reflexionando en torno a la necesidad de una articulación eficaz del centro-derecha navarrista en aras de la recuperación, más o menos próxima, del gobierno foral y sus instituciones; hoy en manos de los nacionalistas. Si hace unos meses desde aledaños de UPN se despreciaba a Ciudadanos, hoy se les contempla como inevitables interlocutores. Y no dejan de mirar, y tender puentes, hacia un Partido Popular de Navarra que, pese al instinto, valentía, esfuerzo y crecientes valores de su presidenta Ana Beltrán -que tanto gusta a muchos votantes tradicionales de la propia UPN- no logra ni despegar ni consolidarse; corriendo incluso el riesgo de reducirse en próximas convocatorias a una posición residual. No es un dato que valoremos ni como bueno ni malo: es lo que hay. Pero aunque tales previsiones se cumplieran, ¿estaría garantizada una nueva mayoría de gobierno? Seguramente no. Salvo un terremoto electoral, que no perciben los estudios demoscópicos, a pesar de la fractura de Podemos/Ahora sí, la clave estará en el PSN-PSOE. Y si algo se percibe como factible en un horizonte próximo es una futura “coalición de progreso” (véase la entrevista a Santos Cerdán, «Lo que proponemos para Navarra es un Gobierno progresista con Geroa Bai» http://www.noticiasdenavarra.com/2018/06/10/politica/navarra/el-bipartidismo-ha-desaparecido-en-espana-y-debemos-acostumbrarnos-a-dialogar-con-los-demas) en la que inicialmente estaría excluida EH Bildu; pero, con la disolución de ETA, la posibilidad de una articulación de gobierno de todas las izquierdas, incluyendo a los filoetarras, entra de lleno en una colaboración a medio plazo.

Santos Cerdán asume las riendas del PSOE “satisfecho” con la llegada de Sánchez a la Moncloa tras año y medio trabajando en un proyecto en el que muy pocos creían
Entonces, ¿es inevitable una permanente expulsión del centro-derecha navarrista de los centros de poder de las instituciones forales y su progresiva marginación? No.

En primer lugar, nada está escrito; tampoco la Historia. Imprevisibilidad es sinónimo de Historia: Francis Fukuyama se equivocó. En segundo lugar, la geopolítica también cuenta y España, por mucho que siga marcada por cierta excepcionalidad europea, también sufrirá nuevas contradicciones propias de nuestro entorno político-continental. Traigamos a colación, igualmente, al nuevo sujeto social del “precariado”, protagonista de populismos y nuevas tendencias. También le alcanzará la progresiva ruptura campo-ciudad, la incuestionable crisis de ciertas fórmulas de la democracia representativa, la dialéctica élites-pueblos, el redescubrimiento de las identidades colectivas, los frutos indeseados del multiculturalismo, la crisis demográfica, las fracturas personales y sociales derivadas de la confrontación entre sexos, etc. Y todo ello, al igual que a lo largo del último siglo y medio de historia española, con unas reservas morales y materiales aminoradas por las energías desviadas a causa de la endémica crisis territorial.

Son muchos los interrogantes abiertos también en Navarra. Uno de ellos, sin ir más lejos: la globalización anglosajona y el mundialismo individualista, ¿ahogarán ulteriormente a las identidades populares, siendo un infranqueable límite también para los separatismos panvasquistas, o despertará nuevas formas de arraigo comunitario que rivalicen socialmente con el gran actor identitario que amenaza la realidad histórica de Navarra?

En definitiva: la movilización social y política debe estar acompañada, cuando no precedida, por la acción cultural. Ni resignación, ni soluciones mágicas; tampoco personalismos mesiánicos.

Se podrá objetar que el papel en este marco histórico, del Partido Popular de Navarra, es mínimo. Pero no debe desdeñarse actor por pequeño que sea; siempre que se muestre operativo y en contacto con la realidad. Desde esta perspectiva, su crisis es un indicador de lo que hoy acaece en diversos ámbitos de la sociedad y, particularmente, de su espacio y área políticos.

La metapolítica, o lo que algunos amigos nuestros denominan la pre-política, es decisiva para afrontar toda batalla cultural, social y política de futuro. Si la economía es importante, pues debe responderse eficazmente a las necesidades de la gente corriente, la cultura lo es más; no en vano determina los cambios mentales, acorde a unos valores operativos que proporcionan consistencia a la vida, el esfuerzo, la positividad de la herencia cultural, las relaciones interpersonales, etc.

Ideas, valores, necesidades. Y la política, como articulación de todo ello, al servicio del bien común. No hay otra vía. Para el Partido Popular y para cualquier otro que pretende conquistar posiciones hegemónicas.

Sila Félix

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