jueves, 21 de junio de 2018

Los populismos se abren paso en Europa... salvo en España


Nuevo gobierno en Italia, nuevos tiempos: se acabaron los habituales viajes del barco Aquarius a puertos italianos (fletado regularmente por la ONG francesa “SOS-Meditérranée”). El ministro del Interior del partido Liga Norte, Matteo Salvini, ha reciclado el independentismo que pretendía para su región de Padania (por eso le veíamos apoyando a separatistas vascos y catalanes), y ahora es el más firme luchador contra la inmigración masiva y representante del euroescepticismo italiano. Así se lo ha hecho saber a la Unión Europea, en un pulso que, de momento, le ha enfrentado con Francia y que ya veremos cómo acaba.

En España hay quien se ha sorprendido de ese cambio de rumbo, pero lo cierto es que, desde los años 80, vienen surgiendo diferentes movimientos y partidos de este tipo en cada uno de los países europeos. Solamente tres países se quedan, por el momento, fuera de esta tendencia, que es ya imparable: Irlanda, Portugal y España. Nos estamos refiriendo a partidos muy diversos, tales como La Liga Norte en Italia, Alternativa por Alemania (AfD), el francés Rassemblement National (el viejo Front así rebautizado), el austríaco Partido de la Libertad (FPÖ), en el Reino Unido UKIP, los húngaros Fidesz y Jobbik, el polaco Ley y Orden, el holandés Partido por la Libertad, Demócratas Suecos, Partido del Progreso danés, La suiza Unión Democrática de Centro (o SVP, Partido Popular en alemán), Verdaderos Finlandeses…

Estos partidos han surgido al margen de las grandes opciones que han dominado la vida política europea desde 1945, es decir, más o menos centro-derecha, algo de centro-izquierda, un poco de opción conservadora, y vuelta a empezar por el centro o similar. A esta nueva especie de partidos se les ha tachado de racistas, xenófobos, extremistas de ultraderecha, populistas de derechas, conservadores, euroescépticos, identitarios… y ellos siguen creciendo con cada vez más porcentaje de votos. Desde luego, hay quienes se toman los sambenitos que les cuelgan como un auténtico desafío. Veamos:  

No puede ser racista quien no proclama que su raza o lengua sea superior a otra y discrimine por ello. Al contrario, estos partidos recogen el sentimiento de los europeos de sentirse inferiores en su propia casa, y discriminados por minorías a las que se apoya en detrimento de las necesidades de la mayoría. 

Tampoco puede ser xenófobo quien no odia lo extranjero, pero reconoce que ha fallado el concepto de integración, y que demasiada inmigración ha servido para tirar a la baja los salarios, saturar los servicios sanitarios, aumentar la inestabilidad social y generar pérdida de identidad cultural. Por otra parte, en cualquier país del mundo –salvo en algunos europeos- se lo piensan mucho antes de conceder los mismos derechos a un ciudadano nacional que a otro recién llegado; esto conviene saberlo también. 


Llamar extremistas de ultraderecha a unas fuerzas emergentes, sin vinculación con otros movimientos o partidos del pasado, que están en el poder en algunos países europeos, y que son la segunda o tercera fuerza en los demás, no parece ser una descalificación que importe a la ciudadanía que les vota. Simplemente, responden mejor a los problemas de una clase trabajadora que mira a su alrededor y ya sabe cuál es el origen de sus males.

Populistas de derechas… pudiera ser, porque los partidos clásicos de derecha o de izquierda ya no defienden las preocupaciones del pueblo frente a las élites y políticos que les gobiernan. La socialdemocracia se ha entregado al liberalismo económico tanto como la derecha conservadora clásica, comulgando con una globalización que ha arrasado las condiciones de trabajo y de ahorro de las clases medias europeas. 

Conservadores… ¿por qué no? Muchos ciudadanos quieren conservar el estilo de vida que han recibido de sus mayores, con la identidad nacional que les caracteriza, y no quieren disolverlo en un mundo en el que no haya ninguna referencia cultural, histórica o religiosa donde hundir sus raíces. 

Euroescépticos… pues claro. Salvo en España, en casi ningún país europeo se confía ingenuamente en la Unión Europea; esa entidad a la que los países han entregado su soberanía económica, monetaria y jurídica, para que se encuentren ahora con que las fronteras exteriores son un colador, no hay aranceles que protejan los productos locales (con la consecuente ruina de la industria local), la moneda única es una camisa de fuerza que ninguna economía aguanta y la falta de fronteras interiores beneficia más a los delincuentes que al común de los ciudadanos. 


Identitarios sería el adjetivo que resumiría lo dicho en los tres últimos párrafos, sin complejos. Son partidos que recogen el sentir de unos ciudadanos que ven cómo son ninguneados en su tierra, y en la que sus ancestros se integraron, si es que llegaron de fuera. No como hoy en día, cuando ya no se puede ser católico, ni ateo, ni comedor de cerdo o bebedor de vino, sin tener que pedir disculpas por ello.

En suma, el modelo común de estos partidos es conservador en lo social, proteccionista y antiglobalizador en lo económico y antimundialista en lo cultural. Defienden la soberanía nacional y la propia identidad; piden que la inmigración se controle por los canales regulares y en el número que se necesite (como hacen Australia y Canadá sin que nadie les acuse de xenófobos); se oponen a la desregulación salvaje de la economía y apuestan por la regeneración nacional con matices según cada país. Son el producto político que mejor responde a las necesidades de las clases medias y trabajadoras hundidas por la globalización, y abandonadas por los partidos clásicos de derecha o izquierda, más preocupados por defender otros intereses que los de sus antiguos votantes.

Por lo que se refiere a España, ¿continuará siendo, también en esta dimensión, una excepción europea? Es evidente que no pocos observadores se plantean si Vox pudiera jugar en España un papel análogo al que hemos analizado hasta aquí: no lo tiene nada fácil. En cualquier caso, y por lo que a Navarra se refiere, la polarización españolismo/navarrismo/constitucionalismo versus separatismo/radical-izquierdismo ahogará la aparición de cualquier nueva área política; no en vano, el “mal menor” practicado por unos y la hiperideologización de los otros, consumen el máximo de energías de todo tipo.

Calíope

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